Adolf Tobeña critica en su libro Talento desperdiciado el pensamiento preestablecido de un sistema que falla al orientar el talento.
“El talento no se adquiere ni en casa ni en la escuela, sino que se lleva de fábrica en esencia”, asegura Adolf Tobeña, catedrático de Psiquiatría de la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB). Y así lo demuestra en su nuevo, disponible desde finales de septiembre, Talento desperdiciado, publicado por ED Libros. En él, se propone rebatir desde la ciencia el pensamiento preestablecido de que son los colegios los principales orientadores de talento. Para el catedrático, la virtud está en “la biología, en el cerebro, en el sistema hormonal e inmunológico que nos toca a cada uno”, y no lo puede inocular ni la familia ni la escuela.
El origen de esta obra -la tercera que publica en ED Libros, después de La pasión secesionista y Neuropolítica– tuvo lugar hace cinco años, cuando Tobeña fue invitado a dar una conferencia sobre educación en Barcelona. El título del acto, ‘Orientar talento’, enganchó al psiquiatra, que se puso manos a la obra para elaborar una charla con la que acabó desmintiendo grandes leyendas del mundo de la pedagogía.
En primer lugar, uno de los mayores desatinos educativos que se comete en España, según Tobeña, es que se espera que todos los alumnos rindan lo mismo al final de la secundaria. “Esto es absurdo e inviable”, señala en una entrevista con la revista Inversión. “En lugar de pensar en que hay que llevar a todos los alumnos al mismo nivel y cumplir con el informe Pisa, lo que se debería hacer es instruir en lo básico y después fomentar el talento de los alumnos. Esta debería ser la función de una escuela basada en la ciencia y no en la ideología”, añade.
Por ello, propone que el sistema educativo dedique más tiempo a cada estudiante, que los profesores sean capaces de determinar las virtudes de cada uno de los alumnos y potenciarlas. “Seguro que hay ‘messis’ perdidos por el mundo que no ha descubierto ningún ojeador”, insiste.
Así, defiende que se elimine esta concepción de uniformidad de los estudiantes. El catedrático apuesta por enseñar a todos una misma base para luego pasar a exprimir los fuertes de cada persona, en vista de que sus aptitudes comienzan a florecer durante los años de formación primaria, y los mismos profesores son capaces de darse cuenta de ello.
La solución está en “jubilar a ideólogos y burócratas pedagógicos” y darles la palabra a profesores y maestros, “que son los que saben” afirma. Del mismo modo, Tobeña también advierte que es urgente a alejar a los padres y madres y suprimir las Ampas. “No sirven para nada, solo para hacer ruido -opina- su presencia continuada en todos los elementos de decisiones es absurdo, un error total”.
No todos somos iguales
El gran mito de la educación que el investigador en neurociencia desmonta en su texto es el de la homogeneidad de las capacidades de los estudiantes de escuela y colegio, lo que constituye la baza del modelo educativo aquí y en el mundo, pese a las muchas leyendas urbanas que señalan que los nórdicos, por ejemplo, son mejores para educar que el resto (cuestión que el autor también rebate).
Pero lo de Tobeña no es un ejercicio dirigido solo a la educación española, sino a la mundial: su objetivo, ha dicho, es presentar las pruebas científicas que demuestren que el sistema actual no tiene recorrido, para que en unas décadas este conocimiento se ponga en práctica. Y el primer paso que sugiere es admitir, de una vez por todas, que no somos todos iguales, como indica la ciencia, y que es un despropósito educarnos bajo ese precepto.
“Tenemos datos muy firmes que explican que es más importante lo que se lleva que lo que se trabaja, respecto de la velocidad mental, la brillantez, de hacer funcionar la maquinaria del pensar“, asegura, apostillando que lo mismo sucede con el carácter, que “también tiene carga biológica de base”.
Finalmente, otro de los puntos importantes para Tobeña es recuperar la evaluación en base a sistemas numéricos y volver a poner notas en conducta. “La escuela tiene que tener el objetivo de educar en el civismo y en el respeto a los demás”, concluye.