La recesión de 2009 puede parecer una simple anécdota si lo comparamos con la caída del PIB que se avecina para el año en curso. Las consecuencias económicas derivadas de las medidas aplicadas contra el COVID-19, están teniendo una fuerte repercusión en la economía mundial y, específicamente, en la española.
Hay que tener en cuenta que muchos países han recurrido a los aislamientos, confinamientos y cierres generalizados para la protección de sus ciudadanos, evitar la propagación del virus y que los sistemas sanitarios puedan hacer frente al desafío.
Las estimaciones que teníamos hasta la fecha ya han quedado absolutamente desdibujadas y, si 2020 se presuponía como un año mejor de 2019 por el alivio en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China y por una resolución consensuada del Brexit, hoy ya podemos hablar de recesión.
Las últimas estimaciones realizadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI) así lo avalan y se proyecta que para este año** la economía mundial sufrirá una recesión del 3% del PIB**. Para poner en contraste datos sería una recesión incluso más intensa que la registrada en la crisis financiera de 2008-2009 que tensionó el sistema financiero global.
No obstante, se estaría valorando que para el año 2021 el crecimiento económico del mundo sería del 5,8%. El FMI apunta que está previsión se basa en el supuesto en el que se es capaz de combatir al COVID-19 y que la pandemia se va disipando durante el segundo trimestre de 2020 y que todas las medidas de contención se van replegando favoreciendo la actividad económica.
El impacto del shock para España
En los últimos años no sabíamos habituado a ver como España era uno de los países líderes en el crecimiento dentro de las las grandes economías del euro y el resto de economías. Con las actuales previsiones realizadas, España vuelve a liderar, pero por el lado contrario, siendo uno de los países con una recesión más profunda, con una caída estimada del 8% de su PIB.
Si ponemos en contraste está cifra, en el año 2009 la actividad económica española se contrajo un 3,76%. Recordemos que esa caída del PIB vino de la mano del estallido de la burbuja inmobiliaria española que arrasó a las cajas de ahorro del sistema bancario, generó la pérdida de ingresos extraordinarios y provocó grandes déficits para la administración pública española que nos llevó seguidamente a una crisis de deuda soberana.
Si nos comparamos con el resto de países de la eurozona y el resto de economías desarrolladas, solo Italia se estaría enfrentando a un shock económico superior, con una caída del PIB del 9,1% en este año.
Por lo tanto, con una caída del 8% estaríamos hablando de una recesión del doble de intensidad que la vivida en 2009. Estas cifras tienen toda la lógica del mundo si tenemos en cuenta que España ha predicado uno de los confinamientos de mayor intensidad -originados por la escasez de medidas preventivas que han llevado a una de las mayores por vacaciones a nivel global-, y que en España tenemos un peso del 15% del PIB en el sector turístico que actualmente se encuentra en una parálisis absoluta.
Hay otras consecuencias que derivan del análisis realizado por el FMI. Según detallan, veríamos una caída de los precios al consumo (IPC en el -0,3%), lo que puede ser de especial importancia en el momento de la revalorización de las rentas vinculadas a este indicador como, por ejemplo, las pensiones.
Y el otro dato revelador sería la subida dramática del desempleo hasta una tasa del 20,80%. Un hecho que se puede empezar a palpar con el descenso de más de 830.000 afiliados en la Seguridad Social que vimos en el mes de marzo.
España dispará su déficit público
Desde la recesión de 2009, hemos visto como todos los gobiernos españoles, independientemente de su signo político, han mostrado una gakta de compromiso con la estabilidad presupuestaria.
Con Zapatero vimos déficit del 10%, con Rajoy vimos España lideraba entre los países con mayor déficit público, y Sánchez, antes de que todo esto ocurriera, se saltó la senda de reducción de déficit público del año anterior y subió dos décimas hasta alcanzar el 2,7% del PIB por la falta de Presupuestos.
La situación de la deuda pública es de gran debilidad. En estos años, la relación deuda pública sobre PIB se ha reducido paulatinamente desde que se superó la cuota del 100%. Esta reducción ha sido causada principalmente por efecto del crecimiento nominal del PIB y no por los recortes. La deuda de las Administraciones Públicas ascendía a 1,189 billones de euros a finales de diciembre de 2019, una relación deuda/PIB del 95,5%.
Para este año, el déficit público se disparará. El FMI vaticina que alcanzaría el 9,5% del PIB, la medida más alta de la Eurozona y la tercera más elevada entre los países desarrollados solo superada por Canadá (-11,8%) y Estados Unidos (-15,5%).
La razón que justifica este déficit público tan elevado es que España, por un lado, verá una merma intensa en el deterioro de los ingresos públicos y, por otro lado, debe hacer frente a gastos sanitatios para combatir la pandemia, y otras partidas como son el aumento de las prestaciones de desempleo para los trabajadores despedidos y demás ayudas. En total, se prevé una escalada de la ratio deuda pública hasta el 113,4 % del PIB.
¿Podrá el Gobierno financiarse?
España se enfrenta ante un shock externo con una posición debilitada en las finanzas públicas y, por ello, uno de los factores de riesgo más relevantes es su capacidad de financiar, tanto las necesidades presupuestarias del año en curso, como refinanciar los vencimientos de deuda que vayan surgiendo durante el periodo.
Por esa razón, el Banco Central Europeo se ha postulado para un programa de compras más ambicioso que incremente más velozmente su intervencionismo monetario a través de la compra de títulos de deuda en el mercado secundario para suavizar los intereses.
Pero quizá estas medidas no son suficientes y por ello, se ha hablado tanto de los eurobonos como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE) para conseguir financiación a intereses bajos.
España estaría muy interesado en estas opciones debido a que su perfil de riesgo está seriamente deteriorado aunque el bono español a 10 años esté cotizando a una rentabilidad del 0,81%, fruto de la intervención recurrente del BCE.
En un momento en el que exista una incertidumbre en los inversores sobre la capacidad de pago del Gobierno de España y se disparase los intereses como ya ocurrió en Grecia, cualquier opción que enmascare su perfil de riesgo sería atractiva para España.En el supuesto de última instancia iríamos al MEDE para demandar asistencia financiera que vendría acompañada de duros ajustes si se siguen los pasos de los anteriores rescates.