La comunidad educativa ha recibido dividida la iniciativa de Educación de evaluar la labor docente. Aunque España está a la cola en la materia, es muy común en otros países.
A principios de esta semana, la ministra de Educación anunció la puesta en marcha de un sistema de evaluación continua para los docentes. El objetivo es controlar su labor en las aulas. Y aunque Celaá quiere arrancar con ella en esta legislatura, la medida no cuenta de momento con mucho nivel de detalle. Solo han dicho que se tratará de “un sistema riguroso y voluntario”. Sin embargo las reacciones no se han hecho esperar y el escepticismo se ha propagado en la comunidad educativa, que se divide entre los que rechazan más control sobre sus tareas diarias y los que lo ven como un bien necesario, pero desconfían de su puesta en marcha.
Olga es una de las docentes que no han recibido la noticia con mucho entusiasmo. “En parte no me ha sorprendido, porque es una profesión que está siempre en el punto de mira de la sociedad. Todo se nos cuestiona, se nos mide y cualquiera parece que sabe más que nosotros”, afirma esta madrileña que imparte clase en Primaria. Aunque “no le tiene miedo” a una evaluación, tampoco le ve la utilidad teniendo en cuenta que ya realizan cursos de formación cada sexenio. “No creo que haya trabajadores más controlados que los docentes”, comparte también Carmen, otra profesora. “Los inspectores vigilan, los equipos directivos controlan, las familias se quejan si algo va mal, el alumnado protesta… No hay profesión más cuestionada”.
En EEUU las evaluaciones son permanentes y públicas
Antonio ha leído la noticia desde el otro lado del charco, en el estado de Luisiana (EEUU), donde enseña Historia desde hace tres años después de 14 ejerciendo en el sistema público español. Allí están acostumbrados a ser continuamente evaluados, pero no le sorprende que a una parte de sus colegas en España no les haya hecho gracia la noticia: “La evaluación no va a encajar, por la mentalidad española. Hay un recelo a mantener la libertad de cátedra porque es una conquista muy importante del profesorado que no queremos perder. Además, se va a hacer desde la Administración y se va a imponer un tipo determinado de profesores y un tipo de enseñanza porque la educación está muy politizada. Y eso no gusta”.
En el otro lado de la balanza está Paco, un profesor de Primaria que está opositando en Badajoz. “Creo que es positivo porque sería una manera de mejorar para los docentes y medir la labor que hacemos con los alumnos, innovar, encontrar nuevas vías…”. Carol, profesora de Educación Física, considera que sería bueno sobre todo para los funcionarios: “Hay muchos que se relajan porque ya tienen la plaza asegurada, no solo profesores: policías, bomberos…
En la pública, hay mucho inmovilismo y veo que algunos ya no tienen motivación”. Sin embargo, incluso estando a favor es escéptica sobre su puesta en marcha: “Tal y como funciona la educación, hay muchos profesores que no pueden trabajar como les gustaría. Por ejemplo, tengo una clase que merecería suspender la mayoría, pero cuando voy al director me dice que tengo que aprobar a un cierto número de alumnos. ¿De qué sirve evaluar a los profesores si no les dejamos trabajar?”.
España, a la cola de la OCDE
Lo cierto es que el recelo español a poner nota a los profesores es algo que lleva años preocupando a la OCDE. En los informes Talis que realiza periódicamente sobre la situación de la docencia, alerta de esta tarea pendiente, que sin embargo goza de amplio recorrido en otros países de nuestro entorno. En 2013, el 36% de los profesores españoles de Secundaria aseguró no haber tenido nunca una evaluación externa y formal, cuatro veces más que la media de la OCDE y solo superados por los italianos (70%). Además, cuando han sido revisados, en un 97% de las veces se ha hecho simplemente mediante el análisis de las notas que ponen a los alumnos y solo en un 28% de las ocasiones los profesores han considerado que el control ha tenido efectos positivos sobre su carrera.
“En España existe un recelo importante a la evaluación porque es percibida como un medio de control, hay poca cultura y cierto miedo a abrir el aula, y no ven que sea una oportunidad de aprendizaje para los centros ni para mejorar las prácticas de los docentes”, señala Paulo Santiago, jefe de la dirección de política educativa de la OCDE. Santiago considera que una buena evaluación debe cumplir dos funciones: “Por un lado, la rendición de cuentas y el reconocimiento de los docentes. Y por otro obtener información para mejorar las practicas docentes y promover el crecimiento profesional”.
En el Ministerio solo existe un modelo… que nunca se ha usado
Para países como España, el experto de la OCDE recomienda primero mucha formación y concienciación. Después establecer un sistema basado en el desarrollo profesional a lo largo de la carrera del docente. Es lo que se conoce como el modelo de grados —vigente por ejemplo en Portugal—, que consiste en ir ascendiendo de nivel o categoría a medida que se adquieren una serie de competencias.
Es lo que propone también Álvaro Marchesi, que ha desarrollado uno de los pocos programas que existen en España para poner en marcha un modelo de evaluación. Su metodología se basa en siete competencias sociales, emocionales y colectivas que abordan cuestiones como el uso de las tecnologías de la información, la colaboración con el resto del colegio o la atención a la diversidad. A través de un portfolio que el propio docente elabora cada año, se da cuenta del desarrollo de esas competencias en base a una serie de indicadores, luego revisadas por el director u otros docentes de cada centro. Cada seis años, el evaluador —un inspector o miembro directivo de otro centro, para que no haya cruce de intereses— revisa esos portfolios, los coteja con la opinión del centro y considera apto o no apto al docente. En función de ese resultado, puede ascender a categorías como coordinador, jefe de estudios o evaluador, acumulando sexenios y, con ellos, subidas salariales de unos 100 euros por escalón hasta un máximo de 450 en toda la carrera. Según sus cálculos, establecer este sistema de aquí a 2030 costaría 915 millones de euros: un 2% más en el presupuesto de la cartera de Educación.
Aunque el sistema de Marchesi se basa sobre todo en la trayectoria profesional, opcionalmente también contempla cuestionarios a alumnos y familiares. Algo parecido al sistema que ya tienen muchas universidades. Miguel Sánchez Ibáñez es profesor de inglés en varias ingenierías y durante años se ha sometido a evaluaciones de alumnos, por lo que ve positiva la medida de Celaá: “En general sí me han sido útiles y me han servido para cambiar cosas como la información de mi horario de tutorías. Pero hay que ver bien cómo hacerlo y contar con los profesores, porque en una universidad en la que trabajé hacían la evaluación después de entregar las notas. Y claro, justo coincidía el número de alumnos que te ponían mala nota con los que habías suspendido”.
Evaluaciones basadas en las calificaciones de los alumnos
Hasta ahora, en España la mayoría de las evaluaciones se han basado solo en las calificaciones de los alumnos, un sistema con el que los expertos no comulgan. “Los resultados de los estudiantes están condicionados por el contexto sociocultural del centro y del propio alumno. Además, dependen también de lo que hayan hecho otros profesores en años anteriores”, explica Marchesi.
Otro método para evaluar a los docentes que tiene arraigo en países como Estados Unidos es la observación directa del profesor en el aula. Así es como lleva tres años trabajando Antonio Bóveda, el profesor de Luisiana: “Por un lado una persona del centro superior a ti se encarga de ver tu progreso durante todo el año. Es un tipo de evaluación bilateral porque a ellos también les controla un superior. Y luego están las observaciones en clase, que hay dos anunciadas pero pueden ser muchas más. Yo he tenido hasta de padres que han venido a ver cómo enseño. Y me parece bien”. Para Marchesi este sistema no es útil de manera aislada “porque todo el mundo puede tener un mal día y dos horas no reflejan la trayectoria de una persona. Además puede depender mucho de la subjetividad del observador”.
Según la OCDE, lo ideal es que todos los centros del total de comunidades autónomas se rijan por el mismo marco de competencias y que los agentes y evaluadores sean externos. O incluso que se cree una agencia al uso, al menos en una primera fase, para que en un futuro la autoevaluación sea “más informal y automatizada”, como ocurre en los países nórdicos. De hecho Santiago hace hincapié en que la evaluación tiene que adaptarse a las circunstancias y modelo educativo de cada país. Por ejemplo, en México se lleva a cabo periódicamente un control obligatorio de conocimientos (y no de competencias) porque el acceso a la profesión no está bien regulado.
Premios y castigos
Varios profesores consultados temen también la utilización que pueda darse de la evaluación que quiere incorporar Celaá. Les inquieta que vaya más allá de una cuestión meramente formativa e informativa para los profesores y que se use para generar listados como el que ya existe entre colegios con la polémica prueba de 6º de Primaria, “donde las concertadas inflan las notas y aquí puede pasar igual”, opina Carol. Según avanzaron varios medios en la tarde del jueves, este tipo de clasificaciones se eliminarán con la reforma de la Lomce que está preparando el ministerio, junto a otras medidas como planes especializados para los repetidores, retirar del Bachillerato Religión como asignatura obligatoria y eliminar los itinerarios de Secundaria. La evaluación del profesorado no entra dentro de la ley educativa, sino de una propuesta sobre la profesión docente.
Las consecuencias de la evaluación son otro de los debates que durante estos meses tendrá que atender el equipo de Celaá, que se ha puesto un tope de tres meses para recopilar conclusiones y aportaciones de las partes implicadas en la medida. La OCDE desaconseja la remuneración directa, es decir la que no esté ligada a una subida de categoría. “En los países en los que se ha puesto en marcha no ha funcionado bien, porque tiene un componente negativo en la cooperación entre los profesores dentro del centro”, señala Santiago. Voces como la de Marchesi o del filósofo y pedagogo José Antonio Marina sí están de acuerdo en que los resultados repercutan en el sueldo u otra clase de ‘premios’ como cursos o becas. “En todas las profesiones menos en la educación hay un sistema de premios y sanciones, no es sensato que un mal profesor tenga la misma retribución que uno bueno, ni que todos los centros tengan el mismo presupuesto”, considera Marina.
Autoevaluación mediante portfolios
Marina también comparte un modelo basado en la autoevaluación mediante portfolios que sirva para que el profesor vaya ascendiendo, una idea que ya contempló en su Libro Blanco de la Educación, junto con otras medidas como la grabación de las clases. Pero a diferencia de Marchesi, cree que sería necesario acompañarlo de un sistema de sanciones que pueda acabar incluso en la inhabilitación educativa: “No conozco a ningún funcionario que haya sido nunca quitado de su puesto, y eso tampoco es normal. Deberían ser puestos revisables. Cuando se hizo el sistema de plazas fijas no era para dar tranquilidad a los funcionarios, sino para que estuviesen a salvo de los distintos bandazos políticos”.
Sin embargo está en contra de la propuesta de la ministra de que la evaluación sea voluntaria y aboga por una apuesta decidida, vinculante y que esté concebida para no depender de las políticas de turno: “Tiene que estar muy bien estudiada, por personas muy capacitadas y metodología precisa para que nadie piense ¡qué horror, que viene la evaluación!”.