El argumentario de Iglesias no encaja en absoluto con la realidad. Nuestro diferencial de recaudación con Europa no se explica en ninguna medida por los impuestos a la riqueza.
En el año 2018, la recaudación tributaria en el conjunto de la eurozona ascendió al 40,5% del PIB; en España, se quedó en el 34,7%. Se trató, pues, de una diferencia de 5,8 puntos de PIB que en euros contantes y sonantes equivalían a unos 70.000 millones de euros. Si España hubiese contado con semejante monto adicional de fondos, en lugar de un déficit habríamos exhibido un superávit superior al 3% del PIB, lo que nos habría permitido comenzar a amortizar netamente nuestro ‘stock’ de deuda pública. Por consiguiente, en el contexto actual de evolución explosiva de los pasivos estatales por culpa de la crisis del coronavirus, parecería que la solución es harto sencilla: equipararnos fiscalmente con Europa para acabar con la mayor parte de nuestro agujero presupuestario.
Máxime si, como ha repetido en diversas ocasiones Pablo Iglesias, esa brecha de recaudación tributaria con Europa se debe básicamente a que los ricos españoles pagan muchos menos impuestos que sus pares europeos. Ahí encajaría, de hecho, su propuesta de un impuesto a las grandes fortunas: Podemos aspira a recaudar 11.000 millones de euros gravando con un 2% los patrimonios netos con un valor superior al millón de euros; con un 2,5% los patrimonios que superen los 10 millones; con un 3% los que rebasen los 50 millones, y con un 3,5% los que se ubiquen por encima de los 100 millones.
El argumentario de Iglesias tiene, sin embargo, un pequeño problema: no encaja en absoluto con la realidad. Nuestro diferencial de recaudación con Europa no se explica en ninguna medida por los impuestos a la riqueza y, mucho menos, por el tipo de impuesto a la riqueza por el que aboga Podemos. Básicamente, debido a cinco razones.
En primer lugar, ahora mismo solo hay cuatro países en Europa que mantienen un impuesto sobre el patrimonio: Noruega, Suiza, España y Holanda (si bien esta última de un modo un tanto indirecto, dado que lo que grava es la renta fiscalmente imputada a los activos netos del contribuyente). Siendo así, difícilmente Europa recaudará más que España debido a un impuesto que no existe en casi ninguna parte de Europa (y que en cambio sí existe en España, si bien en una versión menos sangrante que la propugnada por Podemos).
Segundo, los tipos impositivos de los tributos a riqueza en Noruega, Suiza y Holanda son muchísimo más bajos que los que plantea Podemos para España. En Noruega, es del 0,85%; en Suiza, el tipo depende del cantón y del municipio, pero en todos los casos es inferior al 1%, y en Holanda, llega hasta un máximo del 1,6%.
Tercero, los impuestos a la riqueza de Noruega, Suiza y Holanda no afectan solo a ‘los más ricos’, sino prácticamente al conjunto de la población. En Noruega, lo abona todo el mundo con un patrimonio superior a los 1,5 millones de coronas noruegas, esto es, con más de 135.000 euros (sí, quien cuenta con 200 millones de euros de patrimonio paga el mismo tipo que quien tiene 200.000 euros: el 0,85%); en Suiza, lo abona todo el mundo por encima de 200.000 francos suizos (unos 190.000 euros), y en Holanda, todos los ciudadanos con patrimonio neto superior a 30.846 euros (entre 30.846 y 103.643 euros, el 0,54%; entre 103.643 y 1.036.418 euros, el 1,27%, y a partir de 1.036.418 euros, el 1,6%).
Cuarto, los impuestos a la riqueza en Noruega, Suiza y Holanda existen porque reemplazan otras figuras impositivas presentes en España. En Noruega, no existe impuesto sobre sucesiones y donaciones; en Suiza, no existe impuesto federal sobre las ganancias patrimoniales, y en Holanda, tampoco existe impuesto sobre las ganancias patrimoniales (salvo para quienes ostentan una participación superior al 5% de una empresa… pero esos no pagan el pseudoimpuesto sobre la riqueza). En España, recordémoslo, Podemos no solo aboga por establecer un impuesto sobre las grandes fortunas sino por incrementar el impuesto sobre la ganancias patrimoniales del 23% al 27%.
Y quinto: pese a que en Noruega, Suiza y Holanda prácticamente todo el mundo abona el impuesto sobre la riqueza (y no solo los ‘más ricos’), la recaudación suele quedar lejos de los objetivos de Podemos (1% del PIB). En Noruega, se recauda cerca del 0,4% del PIB; en Holanda, por debajo del 0,2% del PIB, y solo en Suiza se alcanza el 1% del PIB (gravando, recordémoslo, a la práctica totalidad de una población muy ahorradora y capitalizada).
En definitiva, el impuesto que propone Podemos no existe —ni remotamente— en ninguna parte del mundo. La inmensa mayoría de países europeos ni siquiera disponen de un impuesto sobre el patrimonio, y los pocos que lo han incorporado a su sistema fiscal lo han hecho con unos tipos impositivos mucho más bajos, para el conjunto de la población y como reemplazo a otras figuras impositivas (los de Iglesias, en cambio, quieren tipos mucho más altos, concentrarlo en una pequeña parte de la sociedad y no reemplazar ningún otro impuesto).
No nos convirtamos en un (mayor) infierno fiscal para el ahorro.