España batió año a año su propio récord de turistas entre 2012 y 2019, rozando los 84 millones de viajeros y con más de 92.000 millones de euros de ingresos en 2019. Sin embargo, este aparente éxito oculta una profunda crisis: el modelo turístico español está obsoleto y crece gracias a que otros competidores, como Turquía o Egipto, han pasado por crisis económicas y políticas que han empujado a los turistas a buscar destinos alternativos en España. Ahora, la llegada de la pandemia podría hacer estallar la burbuja.
El turismo es el principal sector económico de España: en 2018 aportaba el 12% del PIB y es el que más empleos generaba, casi el 13%. Es tan importante que, en un país que carece de grandes regiones industriales más allá de País Vasco y Cataluña, se ha convertido en el motor de transformación de las últimas seis décadas. El turismo ha condicionado el éxodo rural, ha empujado a la población a la costa mediterránea y los archipiélagos de Baleares y Canarias, cambiando la distribución de población del país, y ha hecho surgir nuevas ciudades costeras como Benidorm o Marbella. Sin embargo, el sector turístico español está obsoleto y se enfrenta a una grave crisis que el coronavirus va a empeorar.
Un modelo obsoleto
Aunque los españoles consideran su país como un gran destino para el turismo cultural, lleno de lugares patrimonio de la humanidad, con diversidad de paisajes, una larga historia y gran riqueza gastronómica y de folclore, hasta hace muy poco el turismo internacional en España ha estado más interesado en las playas. España es eminentemente un destino de sol y playa, un modelo turístico que, aunque atrae a muchos visitantes, está entre los que genera menos ingresos por por turista. Este modelo surgió en los años 60, cuando España se abrió al turismo internacional. Entonces, la estrategia era atraer al mayor número de turistas posible para dar trabajo a una población creciente y que abandonaba el campo. Y el turismo de playa cumplía perfectamente este cometido.
No obstante, este modelo tiene una gran desventaja, su alta estacionalidad: centra el grueso de la actividad en verano, con la única excepción de Canarias, cuyo clima subtropical permite una menor estacionalidad y que su máximo de afluencia llegue en otoño. La alta estacionalidad implica que hace falta mucha mano de obra en un momento determinado del año pero que al acabar este el empleo creado se destruye. Además, el sector no requiere alta cualificación, por lo que los jóvenes lo perciben como el más fácil para ganar dinero, aunque sea en empleos temporales. Así, el turismo es una de las causas no solo de las altas tasas de paro de España, sino también del alto abandono escolar.
Por otro lado, el turismo, como todo producto de consumo, también tiene un ciclo de vida con etapas de introducción, crecimiento, madurez y declive. A mediados de los años 2000 el turismo español ya se encontraba en una madurez muy avanzada y el declive empezaba a parecer inminente. Los destinos de la primera generación de la costa mediterránea, surgidos durante el boom de los sesenta, estaban ya obsoletos y solo podían competir bajando los precios para atraer a turistas de menor poder adquisitivo. Eso favoreció un turismo de fiesta y borrachera, que perjudicaba la valoración de los destinos, generando un círculo vicioso. Al mismo tiempo, la proximidad geográfica a los mercados europeos empezó a beneficiar a destinos urbanos de fin de semana, como Madrid o Barcelona, pero a perjudicar a los grandes complejos de playa tradicionales. Además, el abaratamiento del transporte favoreció el surgimiento de nuevos destinos más exóticos, mejor conservados y más baratos que empezaron a competir con España, como el Caribe, el sudeste asiático, Croacia o la orilla sur del Mediterráneo.
Como cualquier bien de consumo, los destinos turísticos necesitan reinventarse y adaptarse a los cambios para no entrar en declive y desaparecer. El turismo tradicional español del sol y playa ya ha entrado en esa espiral de desvalorización. Fuente: Exceltur
Por si fuera poco, los turistas noreuropeos fueron cambiando sus hábitos vacacionales, volviéndose mucho más exigentes que en las décadas anteriores. Aunque otros mercados como el chino, el estadounidense o el latinoamericano han crecido en los últimos años, este crecimiento no es suficiente para suplir la caída de interés en Europa. Los turistas procedentes de estos destinos tienen playas paradisíacas mucho más cerca y a menor coste, y prefieren visitar los destinos culturales en España, que ofrecen oportunidades distintas y están en ubicaciones diferentes de los destinos tradicionales de sol y playa.
Los turistas prestados de España
Con todo, los últimos años han dado una segunda oportunidad a España. Los principales competidores mediterráneos fueron sucumbiendo uno a uno ante la crisis económica y política. Golpeada duramente por la crisis de 2008, Grecia aplicó fuertes recortes que aumentaron la inestabilidad social, y sufrió una crisis de refugiados y otra reputacional ante los mercados del norte de Europa. Turquía, por su parte, vivió un intento de golpe de Estado en 2016, ha dado un giro autoritario desde entonces, y ha sufrido la misma crisis de refugiados que Grecia, atentados yihadistas y la guerra de Siria su frontera sur. Por último, los países de la orilla sur del Mediterráneo, como Túnez y Egipto, se vieron inmersos en la inestabilidad de las revueltas árabes de 2011, que también arrastró a Marruecos.
Así, al acabar la crisis de 2008 España era el único gran destino de sol y playa que seguía funcionando en el Mediterráneo. Y fue precisamente el sector del turismo el que durante la recesión mantuvo a flote la economía del país y le permitió salir del atolladero. Desde 2009 a 2019 la llegada de turistas a España creció un 60%, de 52 a casi 84 millones, llegando a ser el segundo destino turístico a nivel mundial. No obstante, su éxito se sostenía sobre turistas prestados de los otros destinos temporalmente en crisis. Además, aunque la llegada de turistas creció un 60%, los ingresos por turismo solo lo hicieron un 40%, y descendiendo, por lo que caían los beneficios por turista. Sin embargo, los gastos en infraestructuras para acoger o transportar a los turistas se mantenían estables, por lo que este modelo era cada vez menos rentable. Además, tal afluencia de visitantes suponía la masificación de los destinos a costa de la población local, cada vez más molesta.
Finalmente, el sector tocó techo en 2019, cuando los demás competidores empezaron a estabilizarse y recuperar cuota de mercado. Durante este tiempo, España no ha reconvertido sus destinos para atraer a nuevos turistas ni ha diversificado su oferta. El crecimiento de los últimos años estaba causado por la caída de los países competidores, no por transformaciones internas, y a medida que estos otros destinos se van recuperando van restando viajeros a España.
Nubarrones sobre el sol y playa
El Reino Unido, Francia y Alemania, los tres principales mercados turísticos de España, aportan casi la mitad de sus turistas, y los tres ofrecen perspectivas poco halagüeñas. Entre ellos, Francia se presenta como el más estable, aunque el cambio climático y los cambios de hábitos turísticos de los franceses están reduciendo la llegada de visitantes galos. En Alemania hace tiempo que se viene anunciando una crisis económica que va a afectar al poder adquisitivo de sus ciudadanos, y la salida del Reino Unido de la Unión Europea añade trabas e inseguridades para los turistas británicos. Y es que el futuro del turismo depende también de la prosperidad de los países emisores, y en el caso de España sus principales mercados son todos europeos, por lo que una nueva recesión europea podría afectar gravemente a la industria turística española. De hecho, ya en el verano de 2019 se temía que una ralentización económica lastrase al turismo continental.
Aunque el crecimiento del número de turistas desde los principales destinos europeos llevaba varios trimestres disminuyendo, desde 2018 pasó a ser negativo en Francia, el Reino Unido, Alemania o los países nórdicos. Fuente: Turespaña
La quiebra del mayor turoperador del mundo, Thomas Cook, en 2019, afectó especialmente a España y mostró las debilidades que ocultaba la creciente llegada de turistas. Thomas Cook aportaba a España casi cinco millones de turistas anuales que viajaban con paquetes turísticos cerrados. Pero el modelo de turoperadores está en claro declive ante el auge de las compañías de bajo coste y la aparición de plataformas digitales, que permiten al usuario organizar su viaje y reducir gastos. Ese mismo el Gobierno español lanzó un paquete de ayudas de 700 millones de euros para rescatar a la industria turística nacional, demostrando lo dependiente y obsoleto que es el sector turístico español. Además, las cada vez más recurrentes olas de calor y el aumento de temperaturas en el norte de Europa a causa del cambio climático han empezado a afectar a las reservas estivales de último minuto, además de anular los viajes invernales. ¿Si se puede nadar y tomar el sol en los fiordos noruegos, para qué gastar dinero en ir hasta el Mediterráneo o las Canarias?
España se enfrenta a la decadencia de su principal sector económico. Se auguran crisis económicas en sus mercados de origen, el cambio climático reduce el interés del turismo de sol y playa, y la infraestructura turística española está obsoleta. El turismo español es poco competitivo y atractivo para un mercado europeo cada vez más exigente y que vuelve a tener disponibles otras opciones más baratas en otros países mediterráneos, a una distancia similar a España y mucho menos masificados.
No obstante, no todos los análisis son tan negativos. Hay esperanzas para el turismo español ante el aumento de las llegadas extraeuropeas y los cambios de hábitos de los turistas europeos, que empiezan a estar más interesados en el turismo cultural y de naturaleza, en los que España también mucho que ofrecer. Sin embargo, estas oportunidades no se concentran en los lugares donde tradicionalmente ha estado la industria turística española, en la densamente poblada franja costera. La inmensa transformación del sector también supondrá una transformación en el mercado laboral y hasta del país entero, que ha sido demasiado dependiente del sol y playa durante décadas.
Y en medio de esta crisis del sector ha llegado la pandemia, con su incertidumbre económica y sanitaria y sus restricciones a los viajes internacionales. A causa del coronavirus, 2020 ya es un año perdido para el sector, que va a sufrir los confinamientos en países emisores de turistas, el distanciamiento social, la amenaza de una nueva recesión económica y el impacto sociocultural de la pandemia. Si el turismo español ya arrastraba numerosos problemas, este podría ser la gota que colma el vaso, y la dimensión del problema es tan grande que el Gobierno prepara un plan de contingencia, todavía no presentado. España ya esquivó la crisis turística durante la recesión de 2008 y podría volver a hacerlo si el resto de competidores se vuelven a inestabilizar. Pero en cualquier caso, tarde o temprano España tendrá que afrontar reconversión del sector más importante del país, y cuanto más tarde lo haga mayores serán los problemas acumulados.