El 15 de febrero de 1898 el ‘USS Maine’ estalló y se hundió irremisiblemente la bahía de La Habana con prácticamente toda la tripulación a bordo. ¿Qué ocurrió?
Para empeorar la situación, avivar tensiones y reventar las heridas de la última colonia española que quedaba en pie en el Nuevo Mundo desde que el 12 de octubre de 1492 Cristobal Colón llegara sin saberlo al continente americano, el acorazado ‘USS Maine’ arribó al puerto de La Habana el 14 de febrero de 1898.
La presencia del buque de guerra estadounidense se debía, según el gobierno que presidía William McKinley, a la necesidad de proteger las vidas de los ciudadanos que residían en Cuba en donde había estallado una revuelta tres años antes contra la administración colonial española, que mantenía su última posesión en el Caribe a duras penas. España perdería sus territorios de ultramar definitivamente en la guerra contra Estados Unidos.
Al mando del capitán Sigsbee, el ‘Maine’ pudo fondear en el puerto sin mayores problemas gracias a la calculada cortesía de España, que consideraba su presencia una provocación, pero que en ningún caso pretendía picar el anzuelo. Mientras se acogía con diplomacia al Maine, el buque de guerra Vizcaya fondeaba a su vez en la bahía de Nueva York…
Existía ya claramente un clima propicio para un conflicto a pesar de las maniobras diplomáticas. Es más, la incapacidad de Madrid para gestionar la voluntad de los isleños de una mayor independencia sería lo que lastraría definitivamente la política española en Cuba: cuando el gobierno liberal de Sagasta llegó al poder se había tardado demasiado en auspiciar algún tipo de autonomía para mantener de alguna forma la colonia -Javier Tusell, ‘Historia de España’-.
Casus Belli
Para entonces, EEUU era una potencia mundial que auspiciaba y facilitaba la insurrección de los cubanos rebeldes encabezados por José Martí. También acechaban en Filipinas: la idea era deshacerse del colonialismo europeo en todo el mundo, no sólo las posesiones más preciadas de los españoles. No lo conseguirían hasta 1945 con la creación de la ONU después de la Segunda Guerra Mundial.
El detonante del conflicto es incuestionable de cualquier forma: a las 21:40 del 15 de febrero de 1898 todo cálculo político y diplomático previo en Cuba saltó por los aires literalmente cuando una gigantesca explosión sacudió el puerto. El USS Maine acababa de estallar, se consumía por el fuego y se hundía irremisiblemente a escasos metros del puerto con prácticamente toda la tripulación a bordo.
No estalló en pedazos porque los americanos frabricaran el “casus belli”, provocando ellos mismos la explosión, una ‘falsa bandera’, tal y como se sugirió a este lado del charco, pero lo que es cierto es que la prensa de EEUU con los magnates W. R. Hearst y J. Pulitzer a la cabeza de dos imperios mediáticos, montó el mayor espectáculo amarillista que se recuerda para falsear las informaciones y crear el clima de tensión de guerra propicio.
Otra cuestión es que en España se aceptara el envite de forma similar con una prensa que apeló al patrioterismo y que llevó en volandas a la opinión pública para el desastre. Como han señalado el historiador Javier Tusell y también Laveze, se usó con fines similares: aceptar una guerra para perder honrosamente de una vez lo inevitable. La tesis duele.
La mano de ‘El Jefe’
La prensa de EEUU -al igual que la de España- empujó con todas sus fuerzas par lograr el conflicto. El presidente McKinley se encotró con una opinión pública que le exigía el comienzo de las hostilidades si bien los intereses de EEUU en la isla eran ya obvios. Desde La Habana uno de los corresponsales del New York Journal, Frederic Remmington, escribió un telegrama al dueño del periódico W. R. Hearst:
“Todo esta en calma. No existe conflicto aquí. No habrá guerra. Deseo regresar”. Firmado ‘Remington’
La célebre respuesta de Hearst anunciaba el show:
Para Remington, Havana: “Quédate por favor. Tú pon las imágenes. Yo pondré la guerra“. Firmado: ‘W. R. Hearst’.
En efecto, en los compases iniciales del triste suceso no hubo grandes suspicacias, pero como afirma en su libro James Creelman, reportero también del magnate de la prensa -‘On the great Higway: the wanderings of a special correspondent’, James Creelman-, Hearst estaba decidido a precipitar la causa contra España. No en vano, mucho antes del suceso del Maine, la prensa de EEUU ya había fabricado varias historias para encrespar los ánimos.
Lo hizo con Evangelina Cisneros, una terrateniente cubana que estaba presa por orden de los españoles y que supuso una rocamabolesca historia de romance y acción digna de lo que sería ahora un gran drama de Hollywood. Un año antes, el 12 de feberero de 1897 el periodista R. H. Davis desvelaba en el New York Journal el caso de tres cubanas, una tal señorita Arango y dos amigas sospechosas de llevar cartas a la Junta de los rebeldes de la Isla. Davis contó que las tres señoritas habían sido desvestidas y registradas por los aduaneros.
Ciudadano Hearst
Lo cuenta Manu Leguineche en ‘Yo pondré la Guerra’: “De regreso a Nueva York el dibujante Remington ilustró el despacho de R. H. Davis con la imagen de una joven desnuda en su camatrote del barco, iluminada por la luz que penetra por el ojo de buey, rodeada por las lúbricas miradas de españoles de mostacho y perilla. Escándalo. El dibujo no respondía a lo que Davis había contado en su crónica…”
El uso de la elucubración y con ellas las imágenes del periódico buque insignia de Hearst evidenciaban la voluntad de provocar un clima de guerra propicio. Fueron muchos reportajes y muchas crónicas antes del Maine. La más elaborada fue, sin embargo, la de Evangelina Cosío Cisneros, una adinerada cubana cuyo padre era favorable a la insurección y que fue hecha prisionera por los españoles después de una sórdida historia con un coronel español de la isla quién habría intentado abusar de ella.
Cierto o no, acabó presa y Hearst, oliendo el escándalo, primero elaboró una campaña con firmas y cartas para exigir su liberación y ante el fracaso, organizó directamente el plan de fuga de Evangelina con uno de sus “corresponsales” en la isla, el aventurero Karl Decker, quién consiguió su fuga y su salida de la isla en dirección a EEUU tras vestirla como un hombre antes de embarcar en La Habana con un documento falso para burlar a las autoridades españolas. A su llegada a Nueva York, Hearst organizó un circo con el objeto de minar aún más las relaciones con España.
En ese contexto, la explosión del Maine bridó la mejor oportunidad inimaginable. Tras el desconcierto inicial, Sigsbee, al mando del Maine y superviviente, se acabaría convenciendo de la participación de los españoles en el desgraciado incidente y en su informe apuntó, sin pruebas, a una explosión que se habría originado fuera del barco. No hacía falta más: Pulitzer y Hearst avivaron el fuego relatando, sin base alguna, la causa de la explosión, que según informaron sus diarios se debió a un torpedo. En el caso del New York Journal incluso se representó con una ilustración. Finalmente, la comisión del gobierno de EEUU encargada de esclarecer el suceso concluyó que había sido una mina colocada en el puerto por los españoles.
El congreso de EEUU aprobó como respuesta un bloqueo de Cuba y el 23 de febrero el gobierno español, que siempre negó su participación, respondió con una declaración de guerra. En la Península, la prensa no se quedó atras respecto a la de EEUU y envalentóno a la población. Los intentos de reformas políticas habían llegado muy tarde, el gobierno de Sagasta estaba atrapado en una insurrección que una potencia como EEUU apoyaba y no disponía de recursos suficientes para defender la isla. El propio almirante Cervera expresó claramente la situación cuando informó que llevar una flota a Cuba, tal y como aprobó Sagasta, era sencillamente lo mismo que hundirla.
El resto es conocido, el fin fue la Batalla de Santiago de Cuba, cuando el almirante Cervera hizo lo que pudo contra la flota de EEUU que le había encerrado en la bahía. Desde el morro de Santiago se percibe con claridad la enorme dificultad de salir de un bloqueo así con unos barcos militarmente inferiores. Se han escrito múltiples versiones sobre la batalla, pero el resultado fue que sus barcos salieron de la bocana del puerto para intentar romper el bloqueo ante la inminente toma de la ciudad por parte de las tropas de infantería de EEUU. No tuvieron nada que hacer. España perdió la guerra.
¿Por qué explotó?
Nunca se pudo determinar la verdadera causa de la explosión del Maine: en 1911 los estadounidenses rescataron el pecio del fondo del mar y tuvieron la posibilidad de explicar las causas de aquella explosión, pero de nuevo se fiaron a informaciones anteriores y concluyeron lo mismo. No fue hasta 1976 cuando el almirante Hyman Rickover, toda una institución en la Armada de EEUU, ya que se le considera el padre de la marina nuclerar, estudió a fondo el caso con nuevas técnicas.
Formuló que se debió a un fallo de las calderas del propio buque que generaron un incendio espontáneo y una explosión al alcanzar este la Santa Brábara del barco: un accidente. Hoy en día prácticamente ningún historiador de EEUU duda de la versión, al mismo tiempo que existen múltiples estudios sobre el amarillismo de Hearst y Pulitzer que irónicamente da nombre al premio más prestigioso de la prensa ahora.
En España se insistió durante años en diferentes versiones del detonante, como que habían sido los propios espías americanos quienes fabricaron el atentado. La historiografía académica hace hincapié, sin embargo, en que la guerra con EEUU y la pérdida de las colonias que abocaron al desastre del 98 hubiera ocurrido con o sin el Maine, antes o después: el incidente del Maine sólo precipitó los acontecimientos. -Javier Tusell-
La guerra significó la pérdida de las últimas colonias de ultramar además de las Filipinas y la campaña del Maine uno de los momentos álgidos de la prensa amarilla mundial. Sin embargo, no se perdió tanto en Cuba: la crisis fue más de identidad que económica. Fue el comienzo de un reflexión sobre el futuro del país, el regeneracionismo que no acabó de cambiar nada.
España había perdido para siempre su estatus de potencia mundial; marcó a una generación completa de militares que bajo la losa del desastre decidirían después el destino de España el 18 de julio de 1936. El colonolialismo europeo aguantaría todavía medio siglo más, hasta que EEUU acabó de finiquitarlo en todos los continentes tras la Segunda Guerra Mundial durante la Guerra Fría. Cuba saldría de su órbita después de que el 1 de enero de 1959 triunfara la Revolución Cubana liderada por Fidel Castro.