Un 28,1% de las personas con formación universitaria que trabajan en España, lo hace en tareas elementales, administrativas o de servicios y ventas.
España es el 8º país de la UE con mayor proporción de ocupados que cuentan con formación universitaria: un 43,8% en 2019. Es una cifra muy superior a la media comunitaria, de 36%. Sin embargo, otros datos indican que la transición entre la universidad y el mercado de trabajo no es tan fluida como podría parecer.
En todos los países de la UE, la tasa de empleo aumenta a medida que es mayor el nivel de formación. Los datos españoles llaman la atención porque:
- España presenta la tercera menor tasa de empleo para aquellos con formación universitaria (80,3%, frente a 84,9% en la media de la UE)
- La tasa de empleo española para quienes no han superado la primera etapa de la educación secundaria es la sexta mayor (52,2%; promedio comunitario de 46,6%). Eso sugiere que en España la “penalización” por no tener formación universitaria es menor que en otros países de nuestro entorno: quienes cuentan con la misma no acceden al mercado de trabajo en una proporción tan alta, y quienes carecen de ella consiguen un empleo en mayor medida.
España es el tercer país de la UE con mayor proporción de personas en ocupaciones gerenciales que no superaron la primera etapa de la secundaria. Mientras que, en toda la UE, solo el 8,7% de quienes tienen este tipo de ocupación no superaron la primera etapa de la secundaria, en España ese porcentaje llega al 16,3%. En otros 14 países comunitarios es de 3% o menos.
En cambio, España muestra la tercera mayor proporción de personas con ocupaciones técnicas y profesionales de apoyo que tienen formación universitaria. Mientras esa relación es de 61,9% en nuestro país, la media comunitaria es 42,8%. En 13 países de la UE, más de la mitad de estos empleos los ocupa gente con la segunda etapa de la secundaria o FP.
En igual sentido, España es donde una mayor proporción de las tareas administrativas son desempeñadas por personas con formación universitaria (56,7%; casi el doble que la media de la UE, de 30,1%). Además, nuestro país es el tercero con una mayor proporción de ocupaciones elementales que es desarrollada por gente con educación terciaria. Mientras en España esta relación es de 3,1%, la media de la UE es 1,7%. En diez países comunitarios es inferior al 1%.
Un 28,1% de las personas con formación universitaria que trabajan en España, lo hace en tareas elementales, administrativas o de servicios y ventas. Gente que, en la gran mayoría de los casos, está sobrecualificada para su ocupación. Es el segundo mayor porcentaje de la UE. El mismo es de 17,5% para la media comunitaria; en nueve países es inferior al 13%.
En 2019, España tuvo la segunda mayor tasa de paro de la UE para las personas con educación superior (8,7%). Aunque no es algo exclusivo de dicho grupo (la tasa de paro total española también fue la segunda mayor), contrasta con otros 14 países comunitarios, donde la gente con estudios terciarios goza de pleno empleo (paro de 3% o menos). La media de la UE fue de 4%.
Una de cada cinco personas (de entre 16 y 64 años) de ese nivel educativo en España está desocupada o es inactiva: el 21,3% de ese colectivo, el tercer mayor porcentaje de la UE, con una media comunitaria de 15,4%.
Los datos anteriores señalan que la transición entre la universidad y el mercado laboral es menos exitosa en España que en otros países europeos. Además, insinúan un desperdicio de recursos y esfuerzos: la proporción de personas con estudios terciarios que no trabaja es elevada y, además, es relativamente alto el porcentaje de ese mismo colectivo que lo hace en tareas que no exigen un grado universitario (en muchos casos bastaría con Formación Profesional).
El porqué de esto es debatible. Podría haber un desequilibrio entre los grados que se estudian y los que se demandan. Es posible que los programas de estudio no estén suficientemente vinculados con las necesidades de las ocupaciones para las que forman. También podría ser mayor en España la proporción de personas que estudian solo con fines culturales. Esto, a su vez, sugeriría que el coste de la universidad para el alumno es menor en España, lo que también podría explicar la mayor preferencia por estudiar un grado universitario en lugar de FP.