Revelaciones y documentación muestran cómo quien se presentó ante los españoles con la bandera de la izquierda moderada no era otra cosa que un producto de las élites y de los servicios de inteligencia.
Diario16 ha publicado en los últimos meses diferentes documentos de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de los Estados Unidos en los que se demostraba el perfil puramente conservador de Felipe González, el líder político que, a lomos de las siglas del PSOE, se presentó ante la ciudadanía española como el garante de las esencias de la izquierda.
Uno de esos documentos tranquilizaba a la Administración ultraconservadora de Ronald Reagan sobre las consecuencias que tendría para Estados Unidos la llegada del PSOE al poder. Los servicios de inteligencia norteamericanos calificaron a González como un político con un posicionamiento ideológico más conservador que el de los partidos socialdemócratas de Alemania o Suecia, es decir, más próximo a la derecha que a la izquierda que tanto temían los estadounidenses: «los socialistas comenzarán aplicando políticas más moderadas que las desarrolladas por la mayoría de los partidos de centro izquierda en Europa occidental», indica el informe que, más adelante vuelve a incidir en los propósitos conservadores de Felipe González: «Si los intentos de los socialistas de acomodarse a los intereses conservadores se vuelven inútiles, podrían desarrollarse demandas sobre el liderazgo del partido para moverse hacia la izquierda».
Sin embargo, Felipe González, antes de la muerte de Franco, mantuvo contactos con los servicios de inteligencia de la dictadura para tranquilizar al franquismo sobre el posicionamiento del Partido Socialista frente a un proceso de apertura. Su personalidad dejó tan tranquilo al régimen que éste aplicó una represión light a los socialistas si la comparamos con la que sufrieron los miembros del Partido Comunista o de Comisiones Obreras.
El comisario Manuel Ballesteros declaró a la periodista Pilar Urbano que «Entre 1964 y 1975 estuve precisamente en la información del mundo universitario, muy estrechamente relacionado con la política entonces clandestina. Y lo que viví fue que, a partir de cierto momento, la dictadura propició el resurgir del PSOE, para ahogar al PCE […] A los socialistas no se les detenía, a los comunistas, sí. Estando yo en la Brigada Social, esa era una indicación de los mandos. Más aún: la policía no sólo miraba para otro lado, haciendo la vista gorda, sino que a veces ayudaba a pasar la valija con la propaganda y los documentos internos del partido que los de Rodolfo Llopis (el PSOE del exterior) enviaban de allá para acá». Este comisario apareció implicado en la guerra sucia contra ETA durante la época de Adolfo Suárez y en la época de Felipe González fue nombrado jefe del Mando Unificado de Lucha Contraterrorista (MULC), durante la época de actuación de los GAL.
Un comandante del SECED señaló que se iniciaron conversaciones entre la cúpula socialista del interior y los servicios de inteligencia franquistas, reuniones en las que se encontraba Felipe González, según consta en informes redactados después de cada encuentro. «Nuestra impresión entonces era que el líder ideológico, el que pensaba más largo, más rápido y con más calado era Pablo Castellano. El mayor peso moral lo tenía Nicolás Redondo. Felipe González nos pareció un conversador ágil, brillante, con «charme»… Pero, de pronto, sacó un largo Cohiba, lo encendió con parsimonia y se lo fumó como un sibarita. A mí ese pequeño detalle me chocó, me extrañó. Era un trazo burgués que no encajaba con sus calzones vaqueros, ni con su camisa barata de cuadros, ni con su izquierdismo … En mi informe oficial no mencioné esa bobada del habano ni lo que me sugirió. Pero en mi agenda privada de notas sí que escribí: «Felipe González, el sevillano, parece apasionado, pero es frío. Hay en él algo falso, engañador. No me ha parecido un hombre de ideales, sino de ambiciones«», afirmó este comandante a Pilar Urbano.
«En el SECED nos propusimos empezar a reunimos con ellos –recuerda el comandante–, para ver hasta dónde llegaba su izquierdismo, su ímpetu revolucionario, su afán izquierdista… y tratar de acercarlos hacia posiciones más templadas, menos radicales, más en la línea de la moderación pragmática que les recomendaba Willy Brandt».
Para el Congreso de Suresnes, por ejemplo, González y el resto de los miembros de la dirección consiguieron llegar a Francia gracias al apoyo del Servicio Central de Presidencia de Gobierno, es decir, de Carrero Blanco, que les proporcionó los pasaportes. En una reunión con Nicolás Redondo los servicios de seguridad del franquismo le instaron a dar un paso atrás para dejar el camino libre a Felipe González, por ser un líder más joven y con otras características.