Desde la recuperación de la independencia en 1991, la economía de Estonia ha crecido rápidamente y es un ejemplo de libro sobre qué políticas económicas funcionan para el desarrollo de un país.
Debemos contextualizar su caso, a principios de los noventa el PIB per cápita del país rondaba los 2.000 dólares, su sector industrial estaba en ruinas, los salarios reales se redujeron a la mitad, la inflación era galopante y los alimentos eran tan escasos que había que racionarlos.
La introducción de una política económica orientada al mercado en Estonia tras la independencia sentó las bases para unas reformas destinadas a restaurar los derechos de propiedad y establecer un sistema de precios para los bienes, el trabajo, el capital y la tierra. Las reformas de la tierra y la propiedad tenían dos objetivos: la restitución a los antiguos propietarios de las tierras “ilegalmente expropiadas” durante el régimen soviético, y el tratamiento de la tierra como un recurso económico valioso y escaso.
Estonia se convirtió en miembro de la Unión Europea el 1 de mayo de 2004 y fue el primer país exsoviético en unirse a la OCDE en mayo de 2010. Esta república báltica ha logrado pasar de una economía centralizada y estatal a una economía de mercado dinámica, liberalizada por una sucesión de gobiernos que observaron una estricta ortodoxia presupuestaria y modernizaron el país.
Como resultado de sus políticas, la tasa de crecimiento anual del PIB en Estonia fue del 4,02% de media desde 1996 hasta 2020, mientras que en el mismo periodo analizado España ha alcanzado una media del 1,65% desde 1996 hasta 2020. Esto le ha permitido pasar de una renta per cápita de 6.700 dólares en 1993 a los 20.700 actuales.
Un sistema fiscal simple pensado para promover el crecimiento
Estonia ha defendido la simplicidad fiscal y tratar a sus ciudadanos por el mismo tipo de gravamen independientemente de lo que ganen. No podemos hablar de una fiscalidad excesivamente laxa, ya que ocupó el puesto 22 de 37 países de la OCDE en cuanto a la relación entre impuestos y PIB en 2019. En 2019, Estonia tenía una relación impuestos/PIB del 33,1%, ligeramente por debajo de la media de la OCDE del 33,8%.
Su sistema de impuesto sobre la renta es proporcional, con una tasa estándar del impuesto sobre la renta de las personas físicas es del 20% para todo el mundo.
Estonia ha dado en la clave para favorecer el crecimiento empresarial. El impuesto sobre sociedades no se calcula sobre los beneficios obtenidos cada año, sino que se evalúa mensualmente y solo cuando se han distribuido los beneficios (cuando paga dividendos, por ejemplo). El tipo impositivo es generalmente un 20% fijo y, desde 2019, si se pagan dividendos regulares, se puede aplicar una tasa reducida de 14%.
Las empresas residentes pagan impuestos sobre los beneficios distribuidos de sus ingresos mundiales, mientras que las empresas públicas de no residentes solo pagan impuestos sobre los beneficios distribuidos de los ingresos derivados de fuentes estonias.
Como curiosidad, su impuesto a la propiedad se aplica solo al valor de la tierra, más que al valor de los bienes inmuebles o el capital.
Y seguimos con el tipo impositivo del 20%, pero aplicado al consumo (como vemos no es una fiscalidad enrevesada, sino que se caracteriza por su simpleza). El anterior tipo normal era del 18% en 2008. Se cambió al nivel actual en 2009. También aplica tipos de IVA reducidos del 0% y el 9% a una serie de bienes y servicios.
La buena gestión en favor de la estabilidad presupuestaria
Los diferentes gobiernos de Estonia han mantenido una política equilibrada gracias a la cual el presupuesto estatal ha sido más o menos equilibrado. Las reservas que se habían acumulado a partir de los superávits presupuestarios permitieron al gobierno de Estonia evitar tomar préstamos durante la crisis.
Por eso, la carga de la deuda de Estonia se encontraba entre las más bajas de Europa: solo el 7,2% del PIB. Durante la recesión de 2009, el gobierno se vio obligado a aumentar los impuestos y recortar el gasto para disminuir el déficit, lo que provocó un déficit muy modesto en comparación con el resto de Europa, solo el 1,7% del PIB.
Fruto de su gestión, durante mucho tiempo se han acumulado reservas financieras y el monto de las obligaciones de deuda pendiente se mantuvo relativamente bajo. Al cierre de 2019, la reserva de liquidez era 1,4 veces mayor que el monto de las obligaciones de deuda pendientes. Las necesidades de endeudamiento del estado aumentaron significativamente debido a los costos extraordinarios y la fuerte disminución en los ingresos fiscales causados por el brote de COVID-19 a principios de 2020.
Llama poderosamente la atención las pocas veces que Estonia se ha lanzado a emitir deuda desde la década de los años noventa. En 1993, tramos por un total de 300 millones de coronas estonias (19,2 millones de euros) para la fusión y recapitalización de Põhja-Eesti Aktsiapank y Balti Ühispank (dos bancos comerciales locales). En 2002, se lanzó una emisión internacional de eurobonos de 100 millones de euros para refinanciar préstamos en moneda extranjera pendientes de las IFI y para financiar la compra de sistemas de radar. Y, e 2020, una emisión de eurobonos internacionales de 1.500 millones de euros para cubrir el flujo de caja negativo causado por el brote de COVID-19 a principios de 2020 y para garantizar la liquidez. Los bonos vencerán en junio de 2030.
La tecnología solapa la burocracia
El país se ha destacado principalmente por su sector de TIC (invención de Skype, sistemas de pago móvil, votación por internet, cédulas electrónicas multifuncionales e iniciativas en el ámbito de la ciberseguridad)
En 1997, se lanzó la gobernanza electrónica (e-gobernanza) y hoy, es probablemente el único país del mundo donde el 99% de los servicios públicos están disponibles online las 24 horas del día, los 7 días de la semana. Los servicios electrónicos solo son imposibles para matrimonios, divorcios y transacciones inmobiliarias.
Gracias a un ecosistema digital seguro, conveniente y flexible, Estonia ha alcanzado un nivel sin precedentes de transparencia en la gobernanza y ha creado una amplia confianza en su sociedad digital. Como resultado, Estonia ahorra más de 844 años de tiempo de trabajo al año y se ha convertido en un entorno sin problemas para los negocios y el espíritu empresarial.
A través de la e-residencia, una identidad digital emitida por el gobierno que permite a los emprendedores digitales establecer y administrar una empresa global confiable completamente online, sin importar en qué parte del mundo se encuentre.
La simplicidad de trámites y el entorno fiscal para el crecimiento de empresas han permitido que Estonia ostente el récord mundial de empresas emergentes por persona y está superando al resto de Europa, con solo 1,3 millones de personas. Siendo el 132º país más pequeño del mundo, produce más empresas emergentes per cápita que cualquier otro país de Europa.