El gobierno socialista obliga, a quienes se beneficiaron de bonificaciones en el impuesto por heredar la empresa familiar, a devolverlas por no poder cumplir el compromiso de mantenimiento del empleo al que las bonificaciones estaban condicionadas.
Tras el anuncio del presidente de Castilla y León, Alfonso Fernando Fernández Mañueco, de la supresión del Impuesto de Sucesiones dicha región, todas las comunidades autónomas limítrofes con el Principado han eliminado dicho impuesto, siendo Asturias la única que lo mantiene. De esta manera, Asturias se ha convertido en una isla, pero no en una isla paradisiaca, que es lo que primero que se le viene a uno a la cabeza cuando piensa en una isla, sino en una isla presidio, en un presidio fiscal cuyos reclusos somos todos los contribuyentes que vivimos en Asturias. Han hecho de Asturias un Alcatraz fiscal, un inhóspito islote prisión en medio de una bahía infectada de tiburones blancos del que resulta imposible escapar.
Resulta repugnante ver cómo las izquierdas se abalanzan como buitres sobre el patrimonio de los muertos, sobre el fruto de toda una vida trabajo y esfuerzo. Pero más repugnante aún es que lo hagan en medio de una pandemia.
Yo creo que hay algo de enfermizo en esta obsesión desordenada por lo ajeno. Una avaricia ilimitada por los bienes del prójimo. Puede advertirse en dicho comportamiento una componente sádica, patológica diría yo, un sadismo fiscal irrefrenable. Es más, a este síndrome obsesivo por los bienes ajenos, cuando ese ensañamiento se ceba con los bienes de los muertos, bien podríamos denominarlo necrofilia, “necrofilia fiscal”.
En Asturias llevamos ya más de dos mil fallecidos a consecuencia del virus chino y sus familiares no solo tienen que afrontar el dolor provocado por la pérdida de un ser querido, en muchos casos sin haber tenido la ocasión de acompañarles en la enfermedad, ni darles consuelo y sin poder haberse despedido de ellos, sino que además tienen que contemplar cómo el Gobierno socialista de Adrián Barbón se abalanza alevosamente sobre sus herencias para arrebatarles las pertenencias de sus muertos. En Asturias se renuncia, cada año, a unas 2.000 herencias (el 18 por ciento) por no poder pagar el impuesto. No es difícil imaginarse cómo algunos seguramente estarán frotándose las manos pensando en el incremento recaudatorio que generarán los 2.000 fallecidos por Covid y, muy especialmente, las cerca de 400 herencias que, presumiblemente, serán renunciadas y que irán a parar íntegramente a las arcas del Principado.
Y así como Castilla y León ha decidido mitigar el sufrimiento provocado por la pandemia suprimiendo el Impuesto sobre Sucesiones, en Asturias, el gobierno socialista se recrea en su necrofilia fiscal y obliga, a quienes se beneficiaron de bonificaciones en el impuesto por heredar la empresa familiar, a devolverlas por no poder cumplir el compromiso de mantenimiento del empleo al que las bonificaciones estaban condicionadas. Pese a la petición formulada por el Registro Español de Asesores Fiscales (REAF) de modificar la normativa, ante la imposibilidad de mantener las plantillas con motivo de la aparición de la pandemia, el Gobierno socialista presidido por Adrián Barbón se ha negado y muchas empresas familiares, que están atravesando un delicadísima situación, se verán en la obligación de devolver las bonificaciones aplicadas en el Impuesto sobre Sucesiones, lo que condenará a muchas de ellas al cierre.
Como vemos, la obsesión enfermiza de la izquierda, y en particular la asturiana, por la propiedad ajena raya lo patológico y no se detiene ante nada, ni tan siquiera ante la devastación sanitaria, económica y social provocada por el virus chino. Esta “patologización” de la mentalidad socialista ya la apuntó recientemente el economista argentino y gran polemista Javier Milei, cuando declaró: “al principio yo creía que los socialistas tenían un problema de índole mental, un problema con la comprensión de las matemáticas, con la lectura de los números. Y después me di cuenta de que no, que en realidad lo que tienen es una enfermedad del alma”.
El presidio de Alcatraz fue cerrado en 1963 por los elevados gastos de mantenimiento, que hacían que el coste per cápita por presidiario y día fuera de diez dólares cuando, por ejemplo, el de la prisión de Atlanta era de solo tres. Hoy la cárcel de Alcatraz es un museo y uno de los activos turísticos más importantes de San Francisco. Así que, a quienes todavía vivimos en Asturias nos queda el consuelo de pensar que, como la cárcel de Alcatraz, Asturias dejará, en un futuro no muy lejano, de ser un presidio fiscal caro de mantener para convertirse en una atracción turística y un polo de generación de riqueza. Y si no, siempre nos quedará la opción de seguir los pasos de Frank Morris, John Anglin y Clarence Anglin (quienes en 1962 protagonizaron la famosa fuga que en 1979 sería llevada al cine protagoniza por Clint Eastwood) o el del ya numerosísimo exilio económico asturiano y fugarnos a regiones que no traten a sus contribuyentes como a presidiarios.