En cada crisis hay algún sector o actividad económica más afectado que otros. El shock que padece no solo tiene efectos transitorios o permanentes en la actividad económica y en su volumen de empleo, también en las trayectorias laborales de las personas que se ocupan en este sector y de las que no podrán ocuparse en el mismo, aunque sea de forma transitoria.
Así, la crisis de finales de los 70 y primera mitad de los 80 afectó esencialmente a la Industria. Recuerdo de aquellos años las barricadas en Gijón, la denominada “Reconversión industrial”, un nombre rimbombante para calificar los cierres, los despidos y las prejubilaciones masivas. Las indemnizaciones y el tiempo libre que generaron amplió la oferta (y la demanda) de la actividad de Restauración (bares y sidrerías) de la región.
El pinchazo de la burbuja inmobiliaria en el 2008, afectó sobremanera al sector de la Construcción. El empleo en este sector se redujo en un 60% hasta el año 2014, pero la crisis tuvo otras consecuencias importantes. Por ejemplo, la llamada de este sector (y la inacción del sistema educativo), había alejado a una parte sustancial de los jóvenes varones de los estudios, teniendo el efecto contrastado por Ainhoa Aparicio de desviarnos de la senda de reducción de la tasa de abandono escolar temprano. Poco sabemos de lo que ocurrió con estos trabajadores. Sí que la mayoría no retornó al sistema educativo, lo que tendrá efectos perjudiciales para el resto de sus vidas laborales (y su jubilación). Aitor Lacuesta, Sergio Puente y Ernesto Villanueva trataron en su momento de las dificultades para la movilidad ocupacional por las que pasarían. Nos dejaron la evidencia de que la movilidad ocupacional dependía más de las cualificaciones adquiridas que del sector de origen per se. Una parte también sustancial de los trabajadores expulsados del sector de la Construcción eran inmigrantes, y retornaron a su países de origen (aquí).
La nueva fase expansiva iniciada en 2014 empezó con el impulso de la Hostelería (sector que engloba varias ramas de actividad entre otras la Restauración) que siguió creciendo hasta alcanzar cerca del 9% del empleo total en el año 2019. Esta la primera crisis realmente destructiva a la que se enfrenta un sector que resistió los envites de la Gran Recesión sin perder prácticamente empleo. En el año 2020, sin embargo, su volumen de empleo se redujo en un 15.6% y más importante, el mercado de trabajo del sector se congeló. Las contrataciones cayeron un 60%.
Al cerrarse las entradas en el sector durante la crisis actual, también dejó de cumplir una de sus principales funciones: ser uno de los puertos de entrada al empleo con mayor peso de nuestra economía. Como se puede ver en el Gráfico 1, en portada, cerca el 25% de las primeras experiencias laborales de las mujeres y algo más del 20% de las de los varones se estaban produciendo en este sector, valores solo algo inferiores a los registrados para los varones en relación con el sector de la Construcción antes del inicio de la Gran Recesión. Podemos decir que el sector de la Hostelería ha ido ocupando progresivamente el lugar de la Construcción como puerto de entrada.
La Hostelería es un puerto aún más importante para nuestra población inmigrante, especialmente en el caso de las mujeres para las que llegó a superar el 35% en varios momentos desde el año 2005. En cualquier caso, no ha parado de crecer también para la población nativa, doblándose su peso desde entonces.
Al contrario de lo ocurrido antes de la Gran Recesión con la Construcción, el crecimiento de la Hostelería y su papel como uno de los sectores preferentes para la entrada al mercado de trabajo no ha impedido que recuperásemos la senda de reducción de la tasa de abandono escolar. Todo lo contrario. Lo que ha ocurrido en la última década es no se ha recuperado la proporción de jóvenes que sólo trabajaban y ha recaído la de los que sólo estudian. Pasada casi una década desde la implantación del sistema de formación dual, no vemos que haya cambiado la proporción de jóvenes que combinan los estudios con el trabajo.
Y esta este hecho es uno de los que nos aleja más de muchos países que no tienen ni de lejos los mismos problemas de empleo juvenil que nosotros.
Al margen de posibles explicaciones culturales (la mamá) o económicos (los precios y las políticas de vivienda y otras ayudas a jóvenes) relacionados con una mayor propensión a emanciparse en edad temprana en los países del norte, los jóvenes pueden combinar estudios y trabajo cuando tienen unos puestos de trabajo “reservados” para ellos en determinados sectores y ocupaciones y cuando pueden acceder a ambas ocupaciones, los estudios y empleo, por la flexibilidad horaria. Por ejemplo, en Holanda, cerca de la mitad de los empleados del sector de la Hostelería tienen menos de 25 años, por un 12% en España.
Y nuestro escaso peso de jóvenes en el sector de la Hostelería no se debe a un efecto composición de las ramas de actividad incluidas en este sector. Nuestro máximo es de un 15.3% en la de Restaurantes, bien alejados de los 30-50% de media del sector en Holanda, países escandinavos y Reino Unido. Algo parecido pasa también con el sector del Comercio, otro importante puerto de entrada previo a la finalización de los estudios.
Discutiremos sobre la evidencia disponible acerca de los efectos en los resultados académicos y en la situación y condiciones laborales de combinar estudios y trabajo una vez graduados en una próxima entrada. En cualquier caso, una vez producida esta graduación, estos cambios en sectores como los de la hostelería no impedirán que nuestros jóvenes profesionales en ciencias de la salud, nuestros ingenieros y nuestros científicos sigan emigrando. El problema de empleo juvenil es multidimensional. De lo que se trata ante todo es de intentar reducir su continuo deterioro. Aprovecho para recomendarles la lectura de un artículo que documenta este deterioro en los últimos 30 años, escrito conjuntamente con Samuel Bentolila, Marcel Jansen y Juan Francisco Jimeno y que se publicará el lunes como DT de Fedea.