Su sueldo es doble que el de los millennials, que trabajan sobre todo en el sector servicios. Se siguen creando puestos para mayores de 55 años, pero uno de cada cuatro jóvenes perdió su trabajo en pandemia.
El ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, mantiene su hoja de ruta prácticamente invariable para llevar a cabo una profunda reforma del sistema público de pensiones que garantice su sostenibilidad a largo plazo. Algunas de las medidas que Escrivá ha puesto sobre la mesa resultan impopulares o han suscitado críticas, pero sin duda tiene un argumento para cada medida que plantea y otro, posiblemente, para las que ha apartado, de momento, de la actual negociación.
Parte de la esencia de la reforma de Escrivá pasa por penalizar, aún más, el anticipo de la jubilación, una opción que eligen cuatro de cada diez trabajadores, que además obtienen pensiones más elevadas gracias a sus cotizaciones máximas y a largas carreras laborales. Pero no todos lo hacen por decisión ‘voluntaria’ y sí porque lo contemplan sus convenios -toreros, mineros, policías locales…- o porque alguna cláusula les obliga hacerlo antes.
Junto a esto, las últimas altas de jubilación en el sistema entre los que se retiraron a los 63 y 64 años cobrarán de media 1.700 euros brutos en 14 pagas, una prestación que baja en 400 euros para los que se jubilaron a la edad legal y casi en 800 para los que lo hicieron a los 66. Esto indica que quién se retira antes de los 65 es porque realmente puede y quien lo hace después es porque tiene que seguir cotizando algunos años más para obtener una pensión digna.
Retiro tardío y anticipado
Escrivá aboga por incentivar el retiro tardío y evitar los adelantos de las jubilaciones que benefician más a los trabajadores con rentas más altas y considera que su plan es totalmente compatible con seguir incentivando el empleo entre los jóvenes, que tienen una tasa de paro que ronda el 40%. Ni los sectores y ocupaciones en los que trabajan jóvenes -16 y 24 años- y los mayores de 55 años, ni las tasas de desempleo y ocupación, ni la formación y ni siquiera las actitudes y competencias son iguales.
Durante los dos últimos años, con un 2020 en el que el empleo sufrió duramente los efectos del coronavirus, las restricciones y el confinamiento y con un saldo global de 130.000 empleos menos, el mercado de trabajo creó 364.000 puestos para mayores de 55 años, mientras que el empleo entre los mayores de 19 años y menores de 24 cayó en 93.000. Es un indicio de lo que buscan los empresarios, centrados en la experiencia, una actitud que no ofrecen los ‘millennials’ que se incorporan cada vez más tarde al mercado.
Encontrar un nuevo empleo a partir de los 55 años resulta una misión complicada, pero no imposible. Es la edad idónea para ser objeto de una prejubilación y muchos trabajadores se vieron afectados por los Expedientes de Regulación de Empleo (ERE) de la crisis económica. Pero todavía es peor la situación laboral de los jóvenes, con tasas de paro del 60% entre los que tienen entre 16 y 19 años y del 36,5% para los mayores de 20 y menores de 24. El efecto económico de la pandemia ha sido especialmente duro en los trabajadores de menos de 25 años, un colectivo que perdió uno de cada cuatro empleos.
Tecnología, competencia y sectores
Tres de cada cuatro jóvenes de entre 25 a 35 años se consideran usuarios avanzados de las tecnologías o expertos en este campo, pero uno de cada dos personas de entre 55 y 65 años admiten que no usan internet ni el ordenador. Mientras, un alto porcentaje de mayores son funcionarios, que entraron en las administraciones mediante una oposición a finales de los 70 y 80. Las oposiciones implican años de estudio y en muchos casos una carrera terminada, dos frenos para los menores de 24 años que están en plena formación.
En cuanto los sectores económicos de actividad, tanto los mayores como los jóvenes trabajan mayoritariamente en servicios, la punta de lanza de la economía española pero especialmente tocados en 2000 por la Covid. Sin embargo, mientras casi el 98% de los menores de 25 tienen un empleo en este sector, el porcentaje se reduce al 76% entre los mayores de 55 años, que en un 15% trabajaban en la industria y en la construcción, siendo testimonial el porcentaje de ‘millennials’ en estos sectores.
En cuanto a las ocupaciones, casi uno de cada tres menores de 25 años trabajaban en hostelería y como vendedores en el cuarto trimestre del año, mientras que el 24% desarrollaba una ocupación elemental. Entre los que tienen entre 20 y 24 años se muestra una progresión laboral, relacionada con la formación, ya que un 17% eran técnicos y profesionales científicos e intelectuales.
En el caso de los mayores, las ocupaciones cambian drásticamente. Según la estadística del Instituto Nacional de Estadística (INE), el 6% de los ocupados con más de 55 años ocupan un puesto de director o gerente, pero los mayores porcentajes de ocupados en esta franja de edad se dan hostelería -20%-, técnicos, profesionales científicos e intelectuales -18,8%- y el 10% son empleados de banca o administrativos.
El ‘efecto mariposa’ del empleo
Las diferentes ocupaciones, los niveles de formación, pero sobre todo la experiencia marcan también los salarios, mucho más bajos entre los ‘millennials’, habitualmente mileuristas. Los menores de 20 años cobran de media 703 euros, ni siquiera el salario mínimo, que se sitúa en 950 euros. Mientras, los jóvenes de entre 20 y 24 años reciben un sueldo que apenas supone mil euros. En el otro extremo están los mayores de 55 y hasta 59 años y los de 60 a 64, con retribuciones de 2.379 euros y 2.172, respectivamente.
La diferencia de sueldo influye en la cotización. Es más que probable que la cotización máxima o casi máxima durante 40 años o más sea capaz de garantizar su prestación (0 casi) e incluso aportes extra para la de otros jubilados. Sin embargo, la cotización de los jóvenes, con unas bases mucho más bajas, no garantizaría la supervivencia de la prestación de los pensionistas, cada vez más elevadas y que aumentará con el desembarco de los ‘baby boom’.
Pero tal vez una de las claves más importantes de impulsar el empleo por la parte baja de edad de la tabla y por la alta es que esa actividad extra genere más empleo por el incremento de la demanda. Un nuevo empleado, independientemente de su edad u ocupación, obtiene unos ingresos que puede transformar en una demanda que será necesario responder y de la que tendrán que dar cuenta los empresarios contratando nuevos trabajadores. Finalmente, seguir trabajando -si es posible- por encima de la edad legal genera más renta para la persona que ha tomado la decisión -y más posibilidad de compra- y más cotizaciones para un sistema que necesita al menos dos afiliados por pensionista.