¿La natalidad remontaría con ayudas a las familias? La experiencia de otros países muestra que no es tan sencillo: una vez empieza a descender, es casi imposible cambiar la tendencia.
“Sí, afecta a nuestras vidas. Hay más asientos para niños, mujeres embarazadas y ancianos en el transporte público que antes se destinaban a discapacitados. Las familias con niños tienen preferencia para aparcar. En la mayoría de parques de atracciones, museos y salas de conciertos hacen descuentos a las familias con niños. Este año muchas universidades ni siquiera han cubierto sus cuotas de matriculación. Como no hay estudiantes, muchas han cerrado, y cerrarán aún más. Esto está deteriorando la economía local. Y dado que los nacimientos se han reducido, la situación solo irá a peor. Así que supongo que sí, que va a ser uno de los mayores problemas sociales en la próxima década”.
Bienvenidos a infertilandia: quien pinta a El Confidencial este retrato de un futuro donde apenas nacen niños es el profesor Sam Hyun Yoo, demógrafo de la Universidad de Hanyang en Corea del Sur, el país con una tasa de natalidad más baja del mundo: 0,92 niños por mujer en el año 2019. Este año, por primera vez en toda su historia, el país del extremo asiático anunciaba que había perdido población. España puede tomar nota. Hoy estamos en los mismos niveles que Corea del Sur hace una década.
“En la República Checa, el ‘efecto tempo’ fue el causante del hundimiento demográfico”
Esta misma semana, China admitía que su tasa de nacimientos se encuentra en el punto más bajo de los últimos 70 años, desde la fundación de la República Popular China. En concreto, 10,48 nacimientos por cada 1.000 habitantes. Ni siquiera en los años de la política del hijo único se habían alcanzado niveles tan bajos. Es más, su fin tan solo ha agudizado la tendencia. Hasta ahora, nadie ha sido capaz de revertir la situación, y aunque hay sospechas, el problema es mucho más complejo de lo que pensamos.
En España somos casi más asiáticos que europeos, a tenor de los datos. El índice de fecundidad (número de hijos por mujer) se encuentra en un 1,24, uno de los más bajos de toda la Unión Europea. Las sospechas suelen ser parecidas. Según la Encuesta de Fecundidad del último CIS, la principal razón para no tener hijos entre las menores de 30 años son las “económicas, laborales o de conciliación”. Entre las que tienen 30 y 39, es la motivación secundaria (31% para las menores de 34, 24,4% para las mayores de 35): la principal es que ya tienen el número de hijos que desean tener. En muchos casos, uno.
España es presa del efecto ‘tempo’, que el colega de Yoo, Tomas Sobotka, director del grupo VID de Comparativa Demográfica Europea, identificó en Corea del Sur. Se trata de un efecto que se produce cuando las mujeres retrasan su maternidad. “Afecta a todas las sociedades occidentales y del este de Asia, pero su impacto varía entre países y a lo largo del tiempo”, explica a El Confidencial. En la República Checa, añade, “ha sido la principal razón por la que la fertilidad se desplomó a comienzos del milenio”. Cuando la paternidad dejó de retrasarse, la natalidad se recuperó. ¿Y en España? “Ha contribuido fuertemente al declive de la natalidad, pero incluso ajustándolo al ‘efecto tempo’, la fertilidad siguió descendiendo durante las décadas pasadas”.
En otras palabras: ¿qué está ocurriendo? Las diferentes investigaciones sobre natalidad tienden a ponerse de acuerdo en que no está tan claro como pensamos. Que en prácticamente todos los países desarrollados la natalidad haya descendido hasta hacer detonar una ‘bomba demográfica’ que pone en peligro el sistema de pensiones y el productivo no es casualidad. No se trata solo del dinero o de la conciliación, problemas que podrían resolverse con las medidas de protección social, adecuadas sino de una serie de cambios culturales, sociales y económicos difícilmente reversibles. Bienvenidos a la espiral inacabable.
Algo está pasando y no lo vemos
Hace quince años, Wolfgang Lutz, por aquel entonces en el Instituto de Demografía de Viena, publicó un trabajo en el que exponía la “hipótesis de la trampa de la baja fertilidad”. Según esta hipótesis, no existe una buena teoría social que permita predecir si el número de nacimientos en un país va a aumentar o a reducirse en el futuro. Más bien, lo más probable es un proceso que se retroalimenta a sí mismo y por el cual los nacimientos seguirán bajando, haya medidas o no.
“Los cambios ocurren primero en nuestra mente, y luego son influidos por la economía”
Los tres factores son el demográfico (cada vez hay menos madres potenciales y, por tanto, menos nacimientos), el sociológico (este descenso provoca que nuestra idea de familia cambie a un modelo con menos hijos) y el económico (la brecha entre las expectativas personales y los ingresos) que apuntan en una misma dirección: el descenso continuado del número de nacimientos por mujer, que una vez supera la barrera de los 1,5 puede no tener vuelta atrás.
“Las premisas básicas de la hipótesis de la baja fertilidad aún se mantienen”, explica hoy Lutz, fundador y director del Centro Wittgenstein para la Demografía y Capital Humano de la IIASA a El Confidencial. “Las parejas jóvenes configuran su idea de familia ideal basándose en lo que ven a su alrededor”. En Europa, señala, la norma de la parejita sigue vigente, “pero esto también puede cambiar”. En un trabajo reciente, Lutz recordaba que los cambios “ocurren primero en nuestras mentes, y solo en segundo lugar son influidos por realidades económicas cambiantes y factores medioambientales”.
En su trabajo, el profesor destacaba un caso “llamativo”, “ya que estos países son utilizados como los principales ejemplos de que garantizar la conciliación y tener grandes sistemas de apoyo a la paternidad generará niveles relativamente altos de fertilidad”. Se trata de los países nórdicos, paradigma del Estado del bienestar, donde la natalidad también ha descendido en las últimas décadas.
Nada de milagro escandinavo
En Noruega, los saludables 1,96 hijos de 2008 han descendido a 1,56 en apenas una década. En Finlandia, de 1,85 a 1,4. “Sin que haya ocurrido ningún cambio social, económico o familiar claramente identificable”, señala Lutz, que recuerda que la demografía aún está tanteando en la oscuridad una posible explicación. Pero él tiene su hipótesis: “Parece que ha habido algunos cambios culturales en esas sociedades que han afectado a la importancia relativa de los niños y, como consecuencia, el tamaño de familia ideal”. Y lo cultural es muy difícil de cambiar.
“La natalidad sueca coincidía con los ciclos económicos, pero ya no. Es un misterio”
En 1950, el célebre pediatra sueco Arvid Wallgren publicó un artículo titulado ‘El descenso de la natalidad en Suecia’. En ese momento, después de una cruenta guerra mundial, era del 20%, un dato que ya preocupaba al investigador. Hoy es del 11,1%. Lo más llamativo de este caso es que Suecia se convirtió en un gran ejemplo de país que había logrado con éxito estimular la natalidad en los primeros dosmiles, cuando la tasa aumentó del 10,20 al 12,30. Como explica el demógrafo Gunnar Anderson, de la Universidad de Estocolmo, fue un pequeño espejismo tras la crisis de los 90.
La natalidad se correspondía con los ciclos económicos, pero ya no es así, añade. Es “un misterio”. “En algunos países nórdicos, las tasas de fertilidad son ahora más bajas que nunca, aunque no tan bajas como en España”, continúa. “El desarrollo reciente es muy sorprendente, ya que no hay factores estructurales en términos de mercado laboral o cambios de políticas sociales que puedan explicarlo. Es posible que se deba a un incremento en la incertidumbre global y a percepciones del futuro que pueden no estar basadas en la realidad. No soy pesimista, pero estoy sorprendido”.
La (primera) gran pregunta es hasta qué punto esa tendencia puede revertirse. Anderson recuerda que medidas como el apoyo a las familias o baja de paternidad pueden influir positivamente, así como las medidas de conciliación. Pero para el demógrafo, la razón es más profunda y menos coyuntural: “Hay mucha desinformación y rumores negativos que se difunden en diferentes canales que pueden hacer que la gente se sienta insegura sobre el futuro”, valora. “Esto, por supuesto, impacta negativamente a la hora de tener hijos. Al menos, temporalmente. Si las cosas vuelven a la normalidad en un mundo post-Trump puede ocurrir que volvamos a una situación que seamos capaces de entender”.
Francia: sí, pero no
En opinión de Katz, solo hay un país donde las políticas de fomento de la natalidad hayan sido eficaces y consistentes. Francia, y tal vez porque haya sido “una prioridad nacional entre todos los partidos políticos desde el siglo XIX”. La razón suena extemporánea en pleno siglo XXI: “Cuando Francia perdió ante Prusia en la guerra de 1871, su análisis fue que no tenían suficientes jóvenes, ya que la fertilidad en Francia era mucho menor que en Alemania. Desde entonces, han implantado medidas pronatalidad muy fuertes, incluidas rebajas de impuestos”.
“En la mayoría de países, las medidas pronatalistas a corto plazo no han hecho nada”
“Estas medidas no han cambiado aunque los gobiernos hayan cambiado. En la mayoría del resto de países, las políticas pronatalistas a corto plazo no han marcado ninguna diferencia”. A pesar de ello, los datos de Francia tampoco permiten lanzar las campanas al vuelo. El descenso ha sido continuado desde el año clave de 2006, cuando se alcanzó el tope (reciente) del 13,10%. Desde entonces, el descenso ha sido continuado hasta el 11,20% actual.
Solo tienen hijos los soviéticos y los religiosos
Siguiente parada: Georgia, no la de Ray Charles, sino la antigua república soviética. Es la respuesta que nos proporciona Lyman Stone, demógrafo del ‘think tank’ AEI (Instituto de Empresa Estadounidense), cuando le preguntamos si de verdad existe algún país que haya sido capaz de dar la vuelta a la tortilla. Es un caso muy particular, porque su ‘boom’ de natalidad tuvo un origen religioso. Tanto es así que en 2007 el patriarca Ilia II de la Iglesia Ortodoxa prometió que bautizaría con sus propias manos a todos los terceros hijos de las familias. El número de estos se dobló en los tres años siguientes.
El caso georgiano también tuvo que ver con medidas políticas, pero apuntaba una idea muy interesante: tener hijos está ligado de manera muy estrecha con lo cultural y lo religioso. Stone añade los ejemplos de Italia y Brasil, donde las visitas del papa han incrementado el número de nacimientos. El demógrafo tiene una peculiar sugerencia para los españoles: “En España, una combinación de actuaciones culturales y religiosas y medidas políticas pueden tener un importante impacto”. Eso, y los subsidios por hijo, como recordaba un estudio realizado por Libertad González sobre el cheque bebé que Stone cita.
El ejemplo de las antiguas repúblicas soviéticas es llamativo. Muchas experimentaron un ‘baby boom’ después de la caída del comunismo, como también ocurrió con Mongolia, tras unos difíciles años ochenta. Pero son espejismos, añade el demógrafo, y lo más probable es que vuelvan a la media y que “las fuerzas graduales de la modernización económica derrumben sus tasas de nacimientos hasta los niveles vistos en otros países”.
El coste de la crianza de un hijo es de 250.000 dólares en EEUU
“Por ahora, no hay apenas países, por no decir ninguno, que hayan sido capaces de revertir grandes tendencias de natalidad a través de intervenciones explícitas”, concluye el estadounidense, que recuerda que en su país la situación es muy similar a la de Europa. Joe Biden ha prometido apoyar a las familias en un país donde se calcula en 250.000 dólares el coste de criar a un hijo, sin tener en cuenta el dinero público invertido en educación o sanidad. “Los costes económicos aumentan mucho más rápido que las medidas políticas para compensarlo”, recuerda Stone.
Hay una dificultad añadida, que según el demógrafo es clave en España, pero raramente suele entrar en el debate en nuestro país: la trampa de la conciliación, que se basa en la obvia pero no siempre presente idea de que uno tiene hijos para estar con ellos. “Estas medidas nunca tienen en cuenta los ingresos que pierden los padres que destinan tiempo de su trabajo a quedarse con sus hijos. La inversión del gobierno debería ser extremadamente grande para compensar esos incrementos. Medidas como la baja paternal no lo compensan, como han demostrado estudios en Austria y Escandinavia, porque la posibilidad de conciliar no cambia el hecho de que el trabajo demanda tiempo y el tiempo en el trabajo compite con el tiempo dedicado a los niños”.
Como recuerda el demógrafo, “el principal beneficio para los padres del hecho de serlo es poder pasar tiempo de calidad en sus hijos, y por eso ninguna inversión puede compensar el coste de oportunidad de la crianza, porque los padres siempre preferirán trabajos con un menor compromiso temporal, lo que siempre impacta los ingresos”. ¿El problema? “La OCDE recuerda que los trabajadores españoles trabajaron más horas al año que en los países del norte de Europa con una mayor fertilidad”, concluye con un guiño Stone.
Corea como aviso
Volvamos al país infértil, Corea del Sur. “Una sociedad no muy amistosa hacia los niños”, valora Sobotka, que la conoce bien. “En versión corta, los coreanos se han tomado la tarea de criar a sus hijos de forma muy seria, eliminando toda diversión”. Es una perspectiva interesante: ¿y si la gente no tuviese hijos porque no es divertido?
Corea no es solo el país con una menor natalidad, sino también con más licenciados
Vayamos ahora con la versión larga. El académico proporciona una serie de factores que explican por qué tener hijos es una tortura en Corea del Sur, y veamos en qué se parecen a España. La expansión de la educación universitaria, especialmente entre las mujeres, “que contribuye a retrasar la paternidad”. Corea no es solo el país con una menor natalidad, sino también con un mayor porcentaje de graduados universitarios. En España, la caída de la natalidad también ha coincidido con la democratización de la educación universitaria.
Una cultura laboral “extremadamente demandante, con horarios locos y un nivel de compromiso muy elevado, que incluye el ocio con los compañeros y el ‘after-work’”. Check. “Un nivel cada vez mayor de incertidumbre económica (trabajos inestables, horarios irregulares, sueldos bajos) entre los jóvenes. Esto se combina con precios de vivienda disparados, y para muchos, imposibles, especialmente en Seúl, donde todos los coreanos quieren trabajar y vivir”. España es el país europeo con mayor paro juvenil, cerca del 40%. En ciudades como Madrid, nuestra Seúl, los jóvenes deben dedicar un 105% de su sueldo a pagar un alquiler medio, según el Observatorio de Emancipación del Consejo de la Juventud de España. Otro gran ‘check’.
“Una gran competencia y presión entre los niños para tener éxito en cualquier nivel educativo”, añade el investigador. “Esto también es presión para los padres, que tienen que pagar por las clases extraescolares, llevar a sus hijos a una escuela intensiva y revisar sus deberes”. No tan ‘check’, pero tampoco tan lejos. El último factor es el de la generación Sampo, la “de las tres renuncias”, que ha descartado tener hijos. “La respuesta de muchas mujeres y algunos hombres a estas presiones ha sido sortear el matrimonio y, por lo tanto, también la paternidad”.
El ‘shock’ de natalidad en Corea del Sur llegó en tres oleadas, como añade Joeun Kim, investigadora surcoreana de la Universidad de Penn State. La primera, a principios de los ochenta, ligada con “un gran desarrollo económico, la revolución industrial y la expansión educativa (especialmente entre mujeres). La segunda, a principios de los 2000, por debajo del 1,3, debida a los conflictos de conciliación de la mujeres. Como explica la coreana, “las coreanas aún tenían un hijo al casarse, pero dudaban en tener un segundo”. El tercero, y que no se vio venir, a “niveles ultrabajos” desde 2017, se debe precisamente a “un aumento de los nunca casados”. “En respuesta a los múltiples ataques misóginos contra las mujeres en las redes sociales y en el mundo real (incluyendo el asesinato de una joven en 2016), cada vez más mujeres se resisten a entrar en una relación”. Una guerra de géneros que ha provocado una imprevista tercera ola.
“Las medidas en Corea están desfasadas, se centran demasiado en el matrimonio”
Kim recuerda que el gobierno coreano está haciendo lo imposible para aumentar la natalidad, por ejemplo, convirtiéndose en el país con más ayudas a la baja paternal en el mundo postindustrial, lo que como la propia investigadora demostró en un trabajo publicado en ‘Social Forces’, aumentaba las posibilidades de tener un segundo hijo… pero no aumentaba la tasa de natalidad a nivel general. “Creo que estas medidas están un poco desfasadas”, valora. “Se centran demasiado en conseguir que los jóvenes se casen para tener hijos. Pero uno de los problemas de Corea es la dificultad para las mujeres de encontrar al hombre adecuado para casarse porque tener hijos fuera del matrimonio está muy estigmatizado. Por ejemplo, es ilegal que una madre soltera tenga hijos a través de la donación de esperma”.
“No he visto ninguna medida en el mundo desarrollado que hayan tenido éxito a la hora de aumentar la tasa de nacimientos”, coincide Yoo a propósito de las políticas implantadas desde 2004 en el país asiático. Aunque no lo parezca, intenta ser esperanzador: “Estas medidas deben mantenerse hasta que la natalidad vuelva a aumentar”. El coreano está de acuerdo con la teoría de la espiral, pero solo durante la siguiente década. “Técnica y teóricamente, ya no hay espacio para un descenso mayor”, concluye. “Es pronto para hablar de ello, pero si siguen haciéndose esfuerzos públicos, el punto de giro puede estar no muy lejos una vez la pandemia se acabe”. Tocar fondo siempre es un buen atajo para que las cosas comiencen a mejorar.
¿Y si no es un problema?
Partimos (y este artículo no es una excepción) de la premisa es de que es necesario recuperar la natalidad para tener quien nos pague las pensiones, como dice el lugar común. Pero Katz tiene otra opinión. “Tampoco está claro que una mayor natalidad sea deseable”, desliza. “Puede ser preferible que las mujeres solo tengan de media 1,5 hijos si tenemos en cuenta que puede que no haya suficientes trabajos en el futuro y que una gran población tendrá un impacto negativo en el medioambiente. Por lo tanto, tiene sentido invertir más en la educación de cada niño para que puedan ser más productivos y compensar por su menor número”.
Suena calculador, pero el demógrafo apunta a que tal vez estemos planteando como un problema de natalidad, biológico y cultural, lo que realmente es un problema económico que puede solucionarse por otras vías. En su último trabajo, el hombre de la teoría de la espiral recordaba que la pirámide poblacional solo da miedo si únicamente se atiende a la edad del carné. ¿La receta? Promover un mayor número de cotizantes en el mercado de trabajo y el aumento de la edad de jubilación como en Suecia, una migración integrada y que favorezca a los más formados. Bienvenidos a ‘productivilandia’.