El valor de un banco hoy en día no pasa por la ‘supercuenta’ ni el juego de sartenes, el valor genuino de un banco pasa por la calidad de su ‘app’ del móvil.
Estamos sentados en un restaurante acabando el primer plato y, de repente, vemos corretear una cucaracha hacia una esquina. Torcemos el gesto y nos cuesta tragar el último bocado. Si una cucaracha ha llegado hasta el salón, ¿cómo estará la cocina? No nos hace falta revisar la cocina, ni mirar detrás de las cámaras frigoríficas, podemos estar seguros de que la cucaracha es solo la punta del iceberg de una falta de limpieza colosal. En definitiva, la cucaracha no es solo una cucaracha, es una señal.
Otra cucaracha, pero en forma de pantalla de error, aparece con frecuencia en cualquier web de los bancos españoles:
Al igual que con el restaurante, no es necesaria una auditoría detallada para tener la certeza de que la tecnología del banco tiene problemas serios. Si en la web de un banco campan a sus anchas las cucarachas, ¿qué problemas no habrá ocultos debajo de las alfombras tecnológicas?
Como usuarios, jamás hemos visto esta pantalla de error ni en Amazon, ni en Google ni en los neobancos digitales como N26. Y no, la excusa no es la seguridad. Amazon o Google reciben probablemente más ciberataques que todo el sector bancario junto. Y, por supuesto, es posible implementar tecnología para prevenir esa pantalla de error, pero no tiene sentido discutir sobre la cucaracha en cuestión y olvidarnos de lo que nos está diciendo esa cucaracha.
Lo que nos señala son empresas que en el pasado fueron adalides de la innovación y ahora agonizan. Las causas son múltiples: la tendencia generalizada a la externalización vía consultorías, subcontratar absolutamente todo y llevar la producción a terceros países han convertido muchas empresas del Ibex en cascarones vacíos que solo hacen internamente la marca, las finanzas y el ‘marketing’. En definitiva, se han quedado con lo que les parecía más fácil. Por ejemplo, las oficinas físicas (donde sí tenían el ojo entrenado en ver cucarachas) y han externalizado lo que les parecía lo más difícil, pero ahora vemos que es lo más valioso: la tecnología. Y así ha quedado el Ibex: con apenas un 4% de crecimiento histórico, frente al 535% del FTSE 100 inglés, un 216% del CAC 40 francés, un 1.218% del Dax Performance Index alemán o un 3.300% de la media industrial del Dow Jones. Migajas.
Algunos bancos parecían tenerlo claro y en 2015 Francisco González, presidente del BBVA, aseguró que “en el futuro el BBVA será una empresa de ‘software”, es decir, crearán su propia tecnología internamente. No creo que sea casualidad que González empezase trabajando como programador informático en Nixdorf. Ciertamente, un cambio de esta magnitud tiene que ser liderado de arriba abajo, pero ¿es posible romper la inercia de organizaciones tan inmensas? Es decir, ¿es posible la transformación digital de una empresa analógica anquilosada? La respuesta nos la da nuestra cucaracha. Los bancos llevan años intentando transformarse y, a día de hoy, todos seguimos viendo decenas de cucarachas correteando alegremente por sus webs.
Las ‘fintech’ y los neobancos han aparecido para darse un festín. Aunque aún no están preparados para sustituir los bancos al completo, ya están devorando las partes más rentables del negocio. Las antediluvianas pasarelas de pago ‘online’ han sido reemplazadas por Stripe, que ya no es solo una pasarela, sino un gestor de pagos completo. Kantox está arrasando en el mundo del cambio de divisas y, de paso, rebatiendo a González. Flyware, fundada por Iker Marcaide, ha revolucionado el mundo de las transferencias internacionales. Coverwallet, de Iñaki Berenguer, que estaba engullendo el sector de seguros empresariales, ha sido comprada por Aon. El neobanco N26 da una experiencia tecnológica superior.
Al final, resulta obvio que los servicios bancarios son la ‘commodity’ intercambiable y el verdadero corazón del negocio es la tecnología, a través de la cual se ofrecen esos servicios, no al revés. La web o ‘app’ es la manera en que el cliente interacciona con el banco, se informa, se le venden productos, etc. En definitiva, el valor de un banco hoy en día no pasa por la ‘supercuenta’ ni el juego de sartenes, el valor genuino de un banco pasa por la calidad de su ‘app’ del móvil.
La transformación digital no es factible en grandes empresas. Las estructuras analógicas no siempre pueden ser transformadas. La solución pasa por la refundación total, ya sea vía ‘spin-off’ o adquisiciones que no se integren. Mercadona lo ha hecho con Mercadona Tech, una empresa totalmente separada de la matriz, con almacenes propios y sus famosas colmenas. Era la única manera de hacerlo bien y de atraer el talento necesario y, a juzgar por sus cifras de ventas, les está funcionando.
Javier García comentaba hace poco: “Si los fondos de recuperación [europeos] consisten en poner dinero para comprar tecnologías que otros generan, España seguirá perdiendo. La clave es la generación del conocimiento”. Las empresas deben recuperar la tecnología y el conocimiento que han externalizado. No es algo inaudito, se puede hacer y tenemos ejemplos exitosos. Ojalá los bancos empiecen a generar conocimiento y se conviertan pronto en empresas de ‘software’.