Es cada vez más frecuente ver en espacios televisivos de máxima audiencia a oficiales de la Policía Nacional o de la Guardia Civil opinando y gestionando la percepción pública.
Lejos quedó el agradable y bonachón Manuel Jiménez y su programa «Saber vivir», donde se enseñaba a los ancianos a dosificar el aceite de oliva o a las amas de casa clases de fitness.
Ahora las Fuerzas de Seguridad del Estado sientan abiertamente criterio sobre temas que no son sometidos a discusión: a los CDR’s hay que darles palo y tentetieso, el narcotráfico en la Línea solamente se puede resolver a tiros y los agentes de la Policía son los mejores defensores de los «derechos ciudadanos».
Al igual que en el franquismo la revista El Caso fue la portavoz de los éxitos policiales, con célebres personajes como Margarita Landi, que jugaba el doble papel de periodista-policía de manera encubierta, en la actualidad la presencia de uniformados en los programas de TV hablando abiertamente de lo que es bueno y lo que no está plenamente normalizado.
La colaboración entre policía y medios de comunicación ha dejado de ser algo escandaloso, y medios enormemente influyentes como El País o El Confidencial publican «asépticamente» la desinformación oficial que luego es considerada como una realidad incontestable por los «expertos» de las tertulias. Y este esquema se reproduce todavía con más intensidad en los medios de comunicación locales y de provincias.
Para muestra de ello, la Fundación Policía Española, que depende de la Dirección General de la Policía, otorga anualmente los «Premios al periodismo«, donde el Ministerio del Interior retribuye a diferentes profesionales sus coberturas de los éxitos policiales. También la Guardia Civil hace lo mismo a través de su Dirección General.
Los medios de comunicación ahora emplean abiertamente a veteranos policiales como Jose María Benito, eterno portavoz de la Unión Federal de Policía, que aparece casi diariamente en Telemadrid o Cuatro TV, o el propio Gabinete de Comunicación de la Guardia Civil, con el capitán José Alcaraz al frente, quien dirige un equipo «de influencia» volcado en el asesoramiento a las productoras que realizan películas, series y programas de televisión en las que la Guardia Civil tiene algún protagonismo.
Otra forma de influencia son premios como el que recibió Ana Rosa Quintana hace pocos años, entregado por la propia Policía Nacional, consistente en la Cruz Blanca al mérito policial por la «confianza en el cuerpo» en su análisis de los hechos.
La sociedad española ha aceptado que el mejor experto en derechos humanos es un policía, que el mejor experto en inmigración es un guardia civil, y que quien mejor puede hablar de los delitos asociados a la pobreza (la okupación de viviendas, por ejemplo) es alguien que lleva pistola.
En cambio, para los grandes delitos, mejor consultar a los economistas.