Hasta 720 plazas de profesores quedarán desiertas este año en las oposiciones mientras sus titulados se marchan.
Berta y su marido, Emanuele, decidieron dejar su trabajo como matemáticos en una empresa privada, en Madrid, y poner rumbo a Italia, y después a Catar, para trabajar en mejores condiciones laborales y económicas. Siendo doctores en Matemáticas, cobraban 1.700 euros y tenían jornadas de hasta 12 horas.
Pepe, en cambio, se fue directamente a EEUU a estudiar su doctorado. En España no le dejaban estudiar un grado de un ámbito distinto al del doctorado que estudiaría años después. Así que hizo las maletas y tras doctorarse, en 2007, trabaja allí. Conoce cómo es la situación laboral para estos cerebros en nuestro país y dice que “no se le pasa por la cabeza volver”. “Trabajas el doble y cobras la mitad”, afirma.
Doctoradas por la Universidad de Sevilla, Alba y Amaya decidieron irse al extranjero hace unos años para realizar su posdoctorado en Matemáticas. La primera pidió una suspensión de su contrato en la universidad y se fue a Chicago (EEUU), y la segunda se mudó a París (Francia). Las dos siguen todavía allí. Según cuentan, las condiciones de los investigadores en dichos países, en la cuestión económica o de estabilidad laboral, están a años luz de las del sistema español. Aún así, Alba volverá en septiembre, dice, por “su familia”. Y Amaya, que hasta antes del Covid no se lo había planteado, empieza a barajar ahora también esa posibilidad. Si lo hacen, finalmente, será siendo conscientes de que lo que les espera aquí, sin ninguna duda, será mucho peor.
Berta y su marido, Emanuele, decidieron dejar su trabajo como matemáticos en una empresa privada, en Madrid, y poner rumbo a Italia, y después a Catar, para trabajar en mejores condiciones laborales y económicas. Siendo doctores en Matemáticas, cobraban 1.700 euros y tenían jornadas de hasta 12 horas.
Pepe, en cambio, se fue directamente a EEUU a estudiar su doctorado. En España no le dejaban estudiar un grado de un ámbito distinto al del doctorado que estudiaría años después. Así que hizo las maletas y tras doctorarse, en 2007, trabaja allí. Conoce cómo es la situación laboral para estos cerebros en nuestro país y dice que “no se le pasa por la cabeza volver”. “Trabajas el doble y cobras la mitad”, afirma.
Doctoradas por la Universidad de Sevilla, Alba y Amaya decidieron irse al extranjero hace unos años para realizar su posdoctorado en Matemáticas. La primera pidió una suspensión de su contrato en la universidad y se fue a Chicago (EEUU), y la segunda se mudó a París (Francia). Las dos siguen todavía allí. Según cuentan, las condiciones de los investigadores en dichos países, en la cuestión económica o de estabilidad laboral, están a años luz de las del sistema español. Aún así, Alba volverá en septiembre, dice, por “su familia”. Y Amaya, que hasta antes del Covid no se lo había planteado, empieza a barajar ahora también esa posibilidad. Si lo hacen, finalmente, será siendo conscientes de que lo que les espera aquí, sin ninguna duda, será mucho peor.
Berta, Emanuele, Pepe, Alba o Amaya no son casos aislados de la cantera española de matemáticos, sino cinco ejemplos de lo que desde hace años, y especialmente ahora durante la pandemia, ocurre en este sector. La última prueba se publicó esta semana. Más de 720 plazas de profesor de Matemáticas de Secundaria quedarán desiertas en las oposiciones. Empleos que se cubrirán, como ha ocurrido hasta la fecha, con personas sin la misma formación, procedentes de Química, Arquitectura o de una Ingeniería. Esto tampoco es nuevo, cada año quedan puestos sin cubrir que se acumulan para la siguiente convocatoria, de forma que cada vez hay más y más plazas vacantes.
Aún así, la falta de profesores en los institutos públicos españoles, al parecer, es solo la punta del iceberg. La realidad es que el país sufre desde hace tiempo una fuga de matemáticos en todos los ámbitos: en la docencia, en la investigación y en la empresa privada. Y que, con la posibilidad del teletrabajo, se ha acentuado todavía más. Es lo que explican algunas voces del sector a este periódico. “Está incrementándose la fuga de talento en matemáticas. Se están vaciando los institutos y las universidades de profesores. Los estudiantes no quieren hacer el doctorado atraídos por las ofertas del extranjero, y los que lo hacen, cuando se incorporan a un trabajo, se van después. Con la empresa privada pasa lo mismo, no son capaces de retener a los matemáticos españoles, se los están rifando en EEUU; y ahora aceptan todavía más pudiendo trabajar en remoto desde casa”, aseguran.
En la universidad
Lo que mueve a la mayoría a abandonar sus puestos y optar por otros es el sueldo y poder prosperar laboralmente. Un profesor, por ejemplo, tiene que hacer un máster con prácticas y sacarse una oposición para ganar 1.700 euros; mientras que en la empresa un perfil júnior gana más de 2000 euros y tiene la posibilidad de seguir escalando puestos. Si es en el extranjero, el salario, como poco, se multiplica por dos. En la universidad española la situación es peor que en los institutos, al menos hasta que los doctores pueden conseguir con una plaza titular.
Quien mejor conoce este último escenario es Jesús López Fidalgo, presidente de la Sociedad de Estadística e Investigación Operativa (SEIO) y director del Instituto de Ciencia de los Datos e Inteligencia Artificial de la Universidad de Navarra (UNAV). “La situación que tenemos los matemáticos en España es desoladora, en todos los ámbitos. Empezando por la investigación, que es a lo que yo me dedico. Precisamente, desde hace unos meses estoy buscando a doctores para un proyecto y no me está resultado fácil…”, asegura este catedrático en Estadística.
El principal motivo no son solo las malas condiciones que se ofrecen. Según este estadista, la otra causa es que faltan matemáticos. Es decir, que no formamos a suficientes matemáticos en las universidades, pese a que en los últimos años ha habido cierto boom con este grado. Los datos hablan por sí solos, de hecho. Es una de las carreras más demandadas y a las que más difícil resulta acceder. La mayoría de facultades que imparten el título tienen una nota de corte superior a 10 sobre 14. En algunos centros de referencia, como la Universidad Politécnica de Catalunya o la Autónoma de Madrid, roza el 13.
“Si hubiera matemáticos de sobra, unos se irían y otros se quedarían. Aunque se quedasen todos los que formamos, seguiríamos estando mal. Eso no quita que en España sea lógico que quienes tengan vocación docente la pierdan, porque la carrera investigadora no está bien pagada; es un auténtico camino de obstáculos. Estamos notando que muchos matemáticos se acaban yendo a la empresa privada y que, una vez ahí, no vuelven por supuesto. Y si además ahora en el extranjero, con el teletrabajo, puede tener mejores condiciones… El cambio es inmediato“, asegura López Fidalgo.
“No podré comprarme una casa”
Alba Olivares no pensó en ningún momento irse a la empresa privada, pero sí aceptó la oferta de hacer su posdoctorado en la Universidad de Chicago (EEUU). “Yo soy profesora ayudante doctora en la Universidad Pablo de Olavide. Así que pedí una suspensión temporal de dos años y me fui. Lo hice porque quería iniciar colaboraciones con profesores que estuvieran en lo más alto de la investigación. Aquí hay muchos recursos, se contrata solo a los mejores y los profesores están muy bien pagados”.
Si las condiciones laborales son buenas en la universidad, en la empresa privada son mucho mejores, cuenta. “Si trabajara en la empresa aquí, tendría muchísimo dinero. Por otro lado, la universidad aquí es privada. Y lo que se paga por estudiar se revierte en los salarios de los profesores. La universidad americana ha hecho mejor que la europea, promoviendo colaboraciones universidad empresa. Aquí puedes trabajar investigando y tener una estabilidad, en España eso es más complicado”, apunta.
— P. ¿Vas a volver a España, no?
— R. Sí, vuelvo en septiembre.
— P. Pero vuelves siendo consciente de lo que las condiciones aquí son mucho peores… ¿No te han ofrecido quedarte allí?
— R. Me han dado la opción de quedarme aquí, en la Escuela de Negocio de Chicago, una de las más prestigiosas del mundo… Pero vuelvo a España por mi familia y porque quiero revertir lo que España ha pagado por formarme. Quiero luchar por hacer investigación allí. Soy consciente de que volveré a tener un salario mucho menor. Si me quedase a trabajar aquí, podría comprarme una casa sola. En Sevilla, no voy a poder hacerlo.
La que no ha apuntado la fecha de vuelta en el calendario es Amaya Nogales, doctorada en Matemáticas por la Universidad de Sevilla. Fue compañera de Alba Olivares y, al igual que ella, se marchó fuera para hacer su posdoctorado, pero un poco más cerca, en Francia. “Tras terminar en la Universidad, el paso siguiente era irme al extranjero para hacer carrera académica. No busqué en España, tenía claro que me iba a ir. Me salió una oportunidad en París en 2014, en un centro de investigación privado de Huawei, y la cogí”, apunta.
Años después, no obstante, se cambió a un centro de investigación francés, donde todavía sigue trabajando en la actualidad. Esta andaluza cuenta que en términos de estabilidad y cantidad de oportunidades, el sistema francés es mucho mejor. Un pequeño gran ejemplo es que desde el momento en el que inicias la carrera investigadora eres funcionario del estado. No obstante, pese a que las diferencias con Francia son abismales, Amaya se ha planteado volver. “Si te soy sincera, antes del Covid, no tenía planes de volver a España. Ahora, estoy un poco más abierta a ello. Aún así, no he solicitado ninguna plaza”, asegura.
Quien no se plantea volver, en ningún caso, es el catalán Pepe Giménez, doctor en Matemáticas y profesor en Temple University, Kean University e Indiana University. Estudió el doctorado en Matemáticas en EEUU puesto que en España no se lo permitían habiendo estudiado un grado distinto y se quedó allí.
“Volver a España no se me pasa por la cabeza porque pagan fatal. Trabajas el doble y cobras la mitad. Tiene un trabajo seguro y poco dinero. Hablo de la Universidad, que es donde yo trabajo aquí”, critica. Respecto al bajo sueldo que se paga a los matemáticos españoles, este docente asegura “que después de todo el esfuerzo que supone terminar Matemáticas, debería de pagarse mucho más”. Al fin y al cabo, prosigue, es el perfil que más está demandando el mercado laboral, sobre todo, en el sector tecnológico.
Matemáticos en Catar
Descontentos con sus condiciones laborales, Berta y su marido Emanuele, también decidieron dejar su trabajo como matemáticos en una empresa privada de Madrid. Se marcharon a Italia, donde él trabajó como profesor y ella como freelance. Ahora, años después y una vez más, han decidido volver a cambiar por completo su vida y trasladarse con sus dos hijas a Catar para trabajar en un proyecto para el Mundial de Fútbol de 2022.
— P. ¿Por qué decidisteis iros de España?
— R. (Berta) Llevaba tres años trabajando allí. El sueldo no era malo, eran como 1800 euros al mes, pero los horarios eran lo peor. Trabajaba de 10 a 12 horas al día, no me pagaban las horas extra… Así que los dos, que trabajábamos en la misma empresa decidimos que queríamos un cambio de vida.
A los motivos que cuenta Berta, su pareja, Emanuele, suma también el cansancio por el tipo de trabajo que tenían que hacer si querían prosperar en la empresa española. “Al principio entramos como técnicos, crecimos mucho en la empresa, pero llegó un momento en el que nos quedamos estancados. Para ascender había que tener un perfil más comercial y eso a los de ciencias nos resulta un poco complicado”, cuenta.
En Italia, la falta de matemáticos en los institutos también está a la orden del día, según cuenta este doctor. Él tiene su plaza fija en un instituto de Milan, ciudad en la que, con su sueldo, no se podía permitir vivir. “Por suerte, tengo una casa en un pueblo en la Toscana y allí no tuvimos problemas. Cuando mi mujer me dijo lo de irnos a Catar, me pareció un buen cambio. Pedí una excedencia, pero si nos quedamos más, perderé la plaza. Tampoco importa mucho, siempre habrá plazas para ser profesor y nos apetecía vivir una experiencia nueva”, concluye.
Lo de volver a España ni se lo llegan a plantear. “Las ofertas que hay en empresas privadas no son muy atractivas, al menos a nivel de salario. Queremos algo con lo que al menos podamos pagar un alquiler o una hipoteca tranquilos”.