Los confinamientos son sinónimo de miseria y han dejado al 23 por ciento de los catalanes en la pobreza, según el Instituto Nacional de Estadística (*). El 9 por ciento de la población tiene problemas severos para llegar a fin de mes.
En España el retroceso del nivel de vida es aún más acusado. El porcentaje de población en riesgo de pobreza o exclusión social aumentó hasta el 26,4 por ciento (25,3 por ciento en 2019) y el 7 por ciento de los españoles estaban en una situación de carencia material severa.
Catalunya cerró 2020 con el 23 por ciento de su población con una situación de riesgo de pobreza o de exclusión social, mientras que el año anterior el porcentaje fue del 19 por ciento.
En el ejercicio en curso y los sucesivos la miseria va a ir a más. Los Expedientes de Regulación Temporal de Empleo con condiciones especiales que aún están vigentes y las carencias en la devolución de los créditos ICO que se activaron en marzo del año pasado, al comienzo de la pandemia, frenan que la miseria absoluta ya haya aparecido.
El salvavidas se activó para capear los primeros efectos económicos del confinamiento y están llegando a su fin. La fórmula que se elija marcará en gran medida el futuro económico de todo el país.
El 17 por ciento de la población catalana está ya en una situación de pobreza si se comparan sus ingresos con los del años precedentes, el 6,2 por ciento sufre carencias materiales severas y el 9,8 por ciento vive en familias “con baja intensidad del trabajo”.
Otro 9,2 por ciento tiene problemas para llegar a finales de mes y el 14,3 por ciento se retrasan de forma habitual con los pagos relacionados con la vivienda principal o en las compras a plazos. El 30,6 por ciento de los catalanes no se puede sufragar irse de vacaciones fuera de casa al menos una semana al año y otro 33,4 por ciento está en una situación económica que le impide hacer frente a gastos imprevistos.
El Instituto Nacional de Estadística fija en 14.170 euros los ingresos medios de cada uno de los catalanes. Se trata de una cifra baja que hace insostenible el nivel de vida en ciudades como Barcelona.
(*) INE