Los países nórdicos se han labrado una reputación de avanzados, estables y progresistas. Sin embargo, la política interna de Dinamarca, Suecia y Finlandia da una imagen distinta.
Al oír la palabra ‘Dinamarca’, es posible que piense en el “hygge”, las bicicletas y los paisajes costeros. Probablemente le vengan a la mente imágenes similares con todos los países nórdicos vecinos. Lo que mucha gente en Europa pasa por alto (y no debería) son las noticias más oscuras que llegan del norte.
Recientemente se reveló que el servicio secreto danés había ayudado a Estados Unidos a espiar a políticos de alto nivel en Alemania y en toda Europa, incluida la canciller alemana Angela Merkel. La noticia ocupó algunos titulares en su momento. Pero, si los autores hubieran sido de un Estado miembro de la UE del centro o del este, no hay duda de que el episodio habría encajado perfectamente en la narrativa de cómo la cuestionable política interna de algunos países amenaza con socavar la Unión Europea. Tal como están las cosas, la imagen de Dinamarca apenas ha sufrido daños en Alemania o en cualquier otro lugar.
No es el único escándalo reciente: este año el gobierno danés anunció planes para trasladar a los refugiados que lleguen a Dinamarca a centros de asilo en ‘países asociados’ fuera de Europa. Esto no sólo indignó a los activistas por los derechos humanos, sino que también provocó la condena de las Naciones Unidas y de la propia UE. Dinamarca tiene antecedentes en este sentido: anteriormente quiso encarcelar a los ‘extranjeros no deseados’ en una isla del Mar Báltico de difícil acceso. El gobierno dio marcha atrás en esa ocasión, pero no fue diferente a las sugerencias con sabor a Brexit hechas por el gobierno del Reino Unido.
La política danesa es producto de un gobierno liderado por los socialdemócratas, pero ha surgido bajo la influencia —sostenida durante décadas— del Partido Popular Danés, de extrema derecha. ¿Qué ha pasado con la Dinamarca liberal del pasado? se preguntaba recientemente la web de noticias europeas Politico. Y, teniendo en cuenta estos dramáticos cambios, ¿cómo puede seguir en pie esta imagen de paraíso liberal y socialdemócrata del bienestar?
Suecia va por el mismo camino. Hace poco, el Partido de la Izquierda colaboró con los Demócratas de Suecia, de extrema derecha, para derrocar al primer ministro, Stefan Lofven, por una disputa sobre el control de los alquileres. Desde entonces, Lofven ha vuelto a ocupar su puesto, pero los Demócratas Suecos han salido más fuertes que nunca de esta historia. Es poco probable que estén en el gobierno después de las elecciones de septiembre de 2022, pero sin duda tendrán más influencia, ya que hoy son el tercer partido más grande del Riksdag. Tanto el partido conservador Moderados como el partido Liberal no descartan cooperar con los Demócratas Suecos llegado el caso.
Finlandia tampoco es inmune a estos cambios. El Partido Finlandés, de derechas, ha aumentado últimamente su popularidad, como confirmaron los resultados de las elecciones locales de junio. Y en mayo, sus diputados intentaron bloquear la aprobación por el Parlamento finlandés del fondo de recuperación de la UE.
Por qué vemos al norte con tan buenos ojos
Estos acontecimientos no generan ni de lejos la misma preocupación que cuando tienen lugar en Estados miembros que se han unido más recientemente a la UE, o en otros como Francia. Es cierto que los países nórdicos son democracias más antiguas y estables. Pero, ¿por qué otra razón podría ser así? ¿Son realmente tan pequeños e insignificantes?
Desde el punto de vista financiero no es el caso, ya que los tres países son contribuyentes netos al presupuesto de la UE, lo que les da bastante influencia en las conversaciones sobre fondos. En cambio, es probable que el éxito del marketing de la ‘marca’ nórdica haya dado sus frutos. Y sacan el máximo partido de ello, presentándose como pioneros, y asegurándose, por ejemplo, de utilizar las negociaciones para persuadir a la UE de que vaya más lejos y más rápido en cuestiones como la igualdad de género y el medio ambiente.
De hecho, Suecia controla meticulosamente su imagen global, publicando informes y encuestas de opinión sobre cómo se percibe el país en el extranjero. El Instituto Sueco se tomó este trabajo aún más en serio durante la pandemia, cuando Suecia corría el riesgo de perder prestigio frente a sus vecinos y en todo el mundo. Alerta de spoiler: no lo hizo. La imagen positiva de los países nórdicos está tan bien consolidada que las noticias más negativas simplemente no encajan en el marco establecido. En consecuencia, tendemos a desestimarlas. Los Estados de Europa Occidental —incluida, sin duda, Alemania— siguen admirando y deseando emular a sus primos del norte.
Una mirada más realista
Es hora de mirar con más frialdad la política interna de Escandinavia y lo que podría significar para el resto de Europa. Si suponemos que nunca pueden hacer daño, es posible que nos tomen por sorpresa las coaliciones que se formen tras las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Como en el caso impensable del Brexit, los líderes europeos podrían no estar preparados cuando se les pida que se sienten con nuevos políticos que todavía disfrutan del brillo de la reputación nórdica, pero que tienen un enfoque totalmente diferente de la política, la integración europea y los derechos y libertades.
En 2020, los demócratas suecos vetaron la condición del Estado de Derecho para acceder a los fondos de la UE y, por lo tanto, se arrimaron a Polonia y Hungría. Este gesto se repitió cuando los miembros de los Demócratas de Suecia se abstuvieron en la resolución del Parlamento Europeo que condenaba la polémica ley LGBTIQ de Hungría. Fue el único partido sueco que no apoyó la moción, toda una declaración de intenciones para los eurodiputados del país más favorable al colectivo LGBTQ+ y defensor mundial de la igualdad de derechos.
Quienes apoyan la integración europea y la defensa de los derechos humanos en la UE deberían ser más conscientes de esta situación, en lugar de ignorarla. Si los partidos de derecha profundamente antiliberales y euroescépticos siguen ganando influencia en Dinamarca, Suecia y Finlandia, no sólo los ciudadanos de esos países sufrirán las consecuencias.