En la teoría liberal, los medios de información son un freno y un equilibrio para la clase dominante. Pero en la práctica se han convertido en parte de un poder irresponsable, y solo una reforma dura y una revolución en la economía política de las noticias pueden revertir el daño.
Abrigamos la ilusión de bipartidismo en los medios de comunicación cuando tanto los medios de izquierda como los de derecha, tanto de gran formato como de prensa sensacionalista, están subsumidos bajo la dirección de conglomerados de carteles que dictan la política de opinión y, en consecuencia, modulan la psique nacional.
Los medios de comunicación son una herramienta conveniente para la repetición de mentiras respaldadas por el estado. La investigación ha demostrado que la fuerza pura y simple de la repetición es suficiente para inducir la fe en lo que se dice, independientemente de que existan fuertes razones para descartarlo.
El efecto de la televisión en las personas es volverlas pasivas, inducir un estado en el que es menos probable que presten atención, la base de un lavado de cerebro exitoso. La investigación también ha demostrado que la actividad de ver televisión induce cambios en las ondas cerebrales de una manera que manipula el procesamiento de la información.
Un ejemplo destacado de lavado de cerebro mediático es la saga de Julian Assange. A pesar de nunca haber sido acusado de violación, la exposición repetida a las acusaciones de que es un depredador sexual ha llevado al público a creer que el sistema de justicia penal lo persigue por ser un violador, en lugar de la verdad de que está siendo castigado por el periodismo estándar que avergonzaba a los poderosos.
Otro truco de los medios es poner a chiflados y charlatanes en pie de igualdad con los expertos, legitimando y dando crédito a la pseudociencia. Esto es más peligroso en el caso de informar sobre la plandemia actual, donde todólogos y tertulianos están llegando a llamar conspiranoicos y negacionistas a premios Nóbel de medicina y reputados virólogos internacionales.
Los medios están destinados a articular la verdad en una política engañosa, pero ese cliché es precisamente eso, un cliché, y que ha generado una complacencia crítica por parte del público y una autoevaluación por parte de la prensa. La mentira contagiosa del Russiagate demostró que el engaño reside en los medios de comunicación, que actúan cada vez más como taquígrafos del poder.
Una gran cantidad de investigaciones clasificadas llevadas a cabo por agencias de inteligencia estadounidenses, como MKUltra, consisten en cómo inducir estados hipnóticos de conciencia, lo que convierte a los medios de comunicación en una parte central del abuso de la psicología humana para satisfacer las necesidades del imperio.