El Grupo de Asesoramiento Científico para Emergencias (SAGE) que desde el inicio de la pandemia está dirigiendo los pasos del gobierno británico, tiene varios subcomités de “expertos” en disciplinas específicas, como NERVTAG, SPI-M o SPI-B.
El SPI-B&C, un equipo científico encargado del cambio de comportamiento y la comunicación, asesoró al SAGE durante la pandemia de gripe porcina de 2009, que fue calificada entonces como uno de los mayores escándalos médicos conocidos hasta la fecha. Este subcomité volvió a reunirse en febrero de 2020, sus competencias se limitaron al cambio de conducta y pasó a llamarse SPI-B.
Como ya relatamos hace unos meses, en una reunión celebrada el 22 de marzo del año pasado, el SPI-B propuso recurrir al miedo (“sentimientos de amenaza personal”) a través de los medios de comunicación y la presión social (“uso de la desaprobación social por incumplimiento” contra la población británica. El informe del SPI-B afirmaba: “Hay nueve formas principales de lograr el cambio de comportamiento: educación, persuasión, incentivación, coerción, potenciación, formación, restricción, reestructuración del entorno y modelado”.
La campaña mediática se llevó a cabo siguiendo esas técnicas sicológicas. La percepción y el comportamiento de la población cambiaron muy rápida, masiva y radicalmente, no sólo en Reino Unido sino en todo el mundo. Se introdujeron hábitos, como el distanciamiento social, que hasta entonces eran impensables.
A la parte civil se le sumó la militar en mayo del año pasado. La Brigada 77 del ejército británico se incorporó a la estrategia de comunicación de la pandemia, transformándola rápidamente en guerra sicológica.
En abril de 2020 Google y GCHQ, la organización de inteligencia de señales de Reino Unido, tomaron las riendas informativas del NHS, el Servicio Nacional de Salud.
Pero la campaña mediática no es suficiente. Hay que silenciar a los reticentes y, si no es posible, insultarlos y despreciarlos en público. Así surgió el Proyecto Origin, un apoyo de las grandes empresas y medios de comunicación (BBC, CBC, Radio Canadá, New York Times y Microsoft) a los planes gubernamentales para silenciar cualquier clase de críticas, especialmente en las redes sociales.
A principios de este año la BBC y Microsoft se asociaron con Adobe, Arm, Intel y Truepic para crear la C2PA o Coalición para la Procedencia y la Autenticidad de los Contenidos, un organismo de normalización integral para combatir “la desinformación, el engaño y el fraude en los contenidos en línea”.
Este tipo de campañas masivas de propaganda no se improvisan. Desde 2010 un equipo de psicólogos, el BIT (Behavioral Insights Team), colabora con el gobierno británico en los procesos de comunicación de las políticas públicas. En el documento “Mindspace” el gobierno del Reino Unido se jactaba de su capacidad para cambiar la forma de pensar y de comportarse de la población de una manera imperceptible.
En 2019, poco antes de que comenzara la pandemia, el SAGE celebró una reunión con el BIT. En un documento interno admitieron que la política sanitaria gubernamental iba a utilizar la sicología aplicada para intensificar el miedo en la población, con el fin de conseguir la adhesión al confinamiento y demás medidas restrictivas.
Los documentos y declaraciones que fueron emitiendo el gobierno y sus “expertos” a lo largo de la pandemia se basaron en las mismas premisas. Estuvieron muy estudiados y elaborados, con lemas tales como “la salud es lo primero”, que puso a los gobiernos, inluidos a los que habían impuesto recortes presupuestrarios en sanidad en las décadas anteriores, como defensores de los sistemas públicos de salud.
En definitiva, la consigna de “la salud es lo primero” quiere decir que la salud justifica cualquier medida política, aunque sea ilegal.
En la difusión del mensaje uniforme participó Common Purpose, una organización que agrupa a miles de personas influyentes en Reino Unido. Tiene miembros en el NHS, la BBC, la policía, la abogacía, la iglesia y una red de 7.000 ONG. Su objetivo es “dirigir más allá de la autoridad”, situarse por encima del bien y del mal, de unos y otros, aparentar una independencia del gobierno, los ayuntamientos, las instituciones públicas o el Parlamento.
En el mundo moderno la esclavitud no es posible sin la complicidad de los propios esclavos.