La última edición del macroinforme de la OCDE se centra en cómo el origen socioeconómico de los alumnos determina su futuro educativo y laboral. Y España no sale bien parada.
La Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) acaba de publicar la última edición del ‘Panorama de la educación‘, el mamotreto (462 abigarradas páginas) clave a la hora de convertir los datos del examen PISA o TALIS en un análisis sobre los defectos de los sistemas educativos de los países desarrollados. Significativamente, en uno de los aspectos en los que más se centra esta edición –la influencia que la formación de los padres tiene en la de los hijos y, por extensión, en su futuro laboral– España es uno de los peores ejemplos a pesar de las mejoras de la última década.
El resumen es contundente. “En España no existe movilidad intergeneracional ascendente en el nivel educativo alcanzado para el 55% de los hijos de padres con un bajo nivel educativo que tampoco han obtenido una Educación Secundaria Superior”. En otras palabras, no solo hay una cantidad ingente de españoles que no han conseguido terminar el Bachillerato o su equivalente (un 34% frente al 15% de la media de la OCDE), sino que muchos de ellos son hijos de los que tampoco habían alcanzado dicho nivel educativo. Ángel Gurría, el Secretario General de la OCDE, cita a Sócrates en la introducción (“la dirección en la que la educación conduce a un hombre determinará su vida futura”); una máxima, sugiere, aún demasiado vigente.
Ese es el tema más acuciante de los presentados en el voluminoso informe: cómo el nivel de instrucción alcanzado por los padres influye en el de los hijos como una carga de la que resulta casi imposible librarse. Si esto es cierto en la mayoría de países (los hijos de padres con un bajo nivel educativo tienen muchas menos posibilidades de terminar el Bachillerato o de cursar un máster que los de aquellos que tienen un padre que ha obtenido un doctorado), lo es aún más en España. Una “trampa intergeneracional”, en las propias palabras de los autores, que conlleva “altos niveles de desigualdad de ingresos dentro del país”.
A esta escalera ascendente con peldaños rotos hay que unirle el gran problema sin resolver de la educación española, la gran cantidad de estudiantes que no consiguen terminar la Secundaria (un 34%), y que hace que nos situemos muy por encima de la media, tan solo superados por China, India, Costa Rica, México, Indonesia, Turquía y Brasil. Algo que, como señala el informe, tiene su claro reflejo en los sueldos percibidos por dichos trabajadores. Aquellos que se sitúan en el 10% con más ingresos obtienen seis veces más que los que se hallan en el 10% inferior. Tan solo Lituania obtiene peores resultados.
En definitiva, más de uno de cada tres españoles de 25 a 34 años no tienen el Bachillerato, mientras que el porcentaje es tan solo de un 15% en el resto de la OCDE. La mayoría son hombres; España es el país donde la diferencia de género en este respecto es más grande (11%), tan solo superados por Portugal (14%). A este cóctel hay que añadirle que España tiene, con diferencia, la cifra más alta de repetidores en Educación Secundaria: un 11% frente al 2% de la media de la OCDE, lo que provoca que el gasto en educación se dispare. Una vez más, suele tratarse de chicos (60%) que se enfrentan en el mercado laboral a unos niveles de desempleo cercanos al 25%.
La buena noticia
Cada vez más se pone de manifiesto la importancia que tiene la educación durante los tres primeros años de vida del estudiante en su rendimiento posterior. Y ahí, como ya habían señalado otras ediciones del informe, España es un país aventajado. Un dato que resume bien esta situación: en nuestro país, casi todos (el 96%) de los niños de tres a cuatro años participaron en un programa educativo, comparado con el 76% de la media de la OCDE. Los niveles de matriculación en la AEPI (atención y educación de la primera infancia) son constantes y llegan al 97%.
Lo que los datos sugieren es que se está haciendo un gran esfuerzo consciente para promover la educación infantil. Lo muestra, por ejemplo, que desde 2005 el número de alumnos por profesor haya descendido un 12% a pesar de que la cantidad de matriculados aumentase un 27%. Durante la última década se ha producido un cuantioso aumento del número de profesores dedicados a los alumnos de preescolar.
¿Y las mujeres?
El ‘Panorama de la Educación’ pone de relieve la paradójica situación en la que se encuentran las mujeres en todo el mundo. Por una parte, y como ya hemos visto que ocurría en España a la hora de obtener un título de Educación Secundaria, las mujeres cada vez sacan más ventaja a los hombres en su rendimiento educativo. Lo muestra que en 2016, el último año analizado en el informe, las mujeres ingresasen por primera vez en un mayor número en la Educación Terciaria (71% frente a 58% de hombres), algo que también ocurre en el resto de países de la OCDE. Un planeta de doctoras.
Sin embargo, estos altos niveles de educación no se corresponden con los sueldos percibidos. “A pesar de sus mejores logros educativos, las mujeres aún tienen peores perspectivas laborables”, señala el informe. Por ejemplo, teniendo menos probabilidades de trabajar que un hombre aún teniendo un máster o un doctorado (80 frente al 89%), y sobre todo, obteniendo sueldos de media un 26% más bajos en comparación con hombres con la misma formación que ellas. Una de las explicaciones aducidas por la OCDE es que las mujeres suelen pasar períodos más largos de inactividad o desempleo.
La trampa socioeconómica
A juzgar por los últimos informes educativos de la OCDE, sus esfuerzos parecen estar dirigidos a acabar con la idea de PISA como un mero ránking de rendimiento educativo para convertirlo en una herramienta de análisis sobre equidad e igualdad. En este caso, el informe recuerda el gran peso que el origen socioeconómico de los padres tiene en la formación y el rendimiento de sus retoños, algo que perpetúa sus diferencias: “Los niños de entornos desfavorecidos tienen menos posibilidades de seguir formándose”, sugiere el resumen ejecutivo del informe.
Como sugería recientemente otro informe de la OCDE titulado “El ascensor social averiado”, España es un país pegajoso. Es decir, la movilidad social ascendente que había funcionado a pleno rendimiento durante la segunda mitad del siglo XX se ha detenido provocando, por ejemplo, que un niño nacido hoy en una familia que se encuentra en el 10% con menos ingresos probablemente no alcance nunca la media de ingresos de los hogares españoles. El “suelo pegajoso” impide el ascenso a los más pobres, y el “techo” impide que se despeñen en la escalera social.
Gran parte de esta desigualdad, como recuerda el texto con profusión de detalle, encuentra su origen de la brecha educativa. Los hijos heredan de sus padres no solo una mayor o menor cantidad de dinero (o deudas), sino también, su nivel formativo. Como ocurre en toda la OCDE, en España las oportunidades de empleo aumentan con el nivel educativo alcanzado, y fueron aquellos con un menor nivel los que más notaron los efectos de la crisis. Un último y revelador dato: “El 65% de los adultos con Educación Terciaria ganan más que la media de todos los adultos empleados, incluidos tanto los trabajadores a tiempo completo como a tiempo parcial, mientras que esto solo logran hacerlo el 33% de los adultos sin Educación Secundaria Superior”. Una frontera que la OCDE anima a estrechar.
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