Los campus españoles pierden posiciones en el ránking QS, donde sólo figuran dos entre los 200 mejores del mundo: la Universidad de Barcelona y la Autónoma de Madrid.
Las universidades españolas no destacan fuera de nuestras fronteras y cada año presentan peores resultados. Los campus languidecen porque llevan tiempo arrastrando una financiación insuficiente, con normativa inflexible y poca conexión con la realidad del mercado laboral, lo que aboca al paro o a trabajos infracualificados a decenas de miles de jóvenes con titulación superior.
Si la pasada semana eran los rectores quienes admitían que el sistema universitario estaba «cerca del colapso», ahora dos ránkings vuelven a alertar a España. El de la consultora británica Quacquarelli Symonds (QS) señala que sólo dos campus -la Universidad de Barcelona y la Autónoma de Madrid– figuran, por los pelos, entre los 200 mejores del mundo. Mientras, el U-Multirank, impulsado por la CE, únicamente coloca a la Pompeu Fabra en el puesto 41º de 100.
El QS, una de las tres clasificaciones más prestigiosas, sitúa a 26 universidades españolas en una lista de 1.000. Pero 18 de estas 26 ha perdido posiciones este año, según advierte Ben Sowter, vicepresidente de QS.Esta tendencia no se da en los mejores campus del mundo, que siguen estables. ¿Por qué en España sí?
Sowter responde que se ha producido un empeoramiento en reputación académica e impacto de la investigación (lo que más cuenta en este ránking), ratio de alumnos por profesor e internacionalización. Pero lo que más les ha preocupado esta vez es el indicador que analiza el prestigio de las universidades y sus titulados entre los empleadores. Es ahí donde empeoran 24 de las 26. Bajan, de media, 68 posiciones.
«El edificio está mal construido», explica Antonio Abril, presidente de la Conferencia de Consejos Sociales de las Universidades Españolas. «Por un lado, tenemos un problema de empleabilidad, con España como el segundo país de la UE con mayor porcentaje de egresados universitarios en paro y el primero en infraempleo».
Abril, que es la voz de las empresas en los campus, recuerda que el 37% de los jóvenes españoles trabaja en puestos por debajo de su cualificación. «Volcamos al mercado laboral 200.000 egresados cada año y 90.000 no consiguen trabajar en una actividad adecuada a su titulación. Esto es gravísimo, y se suma a que las empresas se quejan de la falta de adaptación de las titulaciones a sus necesidades. Hay muchos universitarios parados y los empresarios no encuentran a los profesionales que buscan. Además, el tejido productivo español no es capaz de absorber el generoso número de egresados que producimos. Si mezclamos todo eso nos da una situación realmente lamentable y que debería preocuparnos», recalca.
Este «desequilibrio» que describe Abril podría mitigarse con varias medidas, según Sowter: «Habría que trabajar con los empleadores para ofrecer a los estudiantes más prácticas durante la carrera, y más centradas en estancias en el extranjero; consultar más a las empresas sobre las habilidades que les faltan, y proporcionar planes de estudio que ayuden a cultivar esas habilidades».
El ministro Manuel Castells tenía preparada una reforma legal con grados a la carta y más protagonismo de las empresas, en sintonía con las universidades de EEUU (que ostentan los primeros puestos en este ránking), pero los sindicatos han frenado un anteproyecto que tampoco se veía con buenos ojos en Podemos.
«Las universidades que funcionan bien han hecho esfuerzos para insertar en sus planes de estudio experiencias basadas en proyectos y en trabajo en equipo», señala Sowter, que recomienda a los campus españoles ir hacia un aprendizaje «lo más colaborativo posible», profundizar en habilidades de «comunicación» y «pensamiento crítico» y centrarse en reforzar la oferta de «programación informática» y «análisis de datos».
Huberto Marraud, vicerrector de Proyectos Estratégicos de la Universidad Autónoma de Madrid, sostiene que, entre las claves de su éxito, está centrarse en la investigación y tratar de acercar el mundo laboral al universitario. «Vienen a visitarnos las empresas y explican a los estudiantes las ofertas disponibles y el tipo de trabajo que hacen y necesitan. Y tenemos una amplia oferta de prácticas en todas las titulaciones», dice.
Hay cosas, eso sí, en las que España no va tan mal. La Universidad de Barcelona y la Complutense están entre las 100 mejores en reputación académica, mientras que la Pompeu Fabra brilla en investigación y Navarra «produce los mejores graduados españoles», según Sowter.
¿Ha influido la interrupción de las clases presenciales por el coronavirus en la pérdida de posiciones? «No lo hemos medido», responde Sowter. «En cualquier caso, campus como la IE University han demostrado un buen historial en el aprendizaje en línea y están bien posicionados para enfrentarse a esta crisis».
En el parámetro de ratio de alumnos por profesor, tanto la Universidad de Barcelona como la Autónoma de Madrid empeoran. «Ha aumentado el número de estudiantes pero no el de profesores, por razones presupuestarias», admite Huberto Marraud. Este indicador, según QS, está asociado a una atención personalizada al alumno que mejora la calidad de la enseñanza.
Sin embargo, los indicadores que más cuentan son la reputación entre otros académicos -donde las universidades grandes de las principales ciudades salen siempre mejor paradas- y el impacto de la investigación medido a través de las publicaciones más citadas.
Sowter dice que «la principal debilidad» española es «un menor impacto de investigación por investigador, en relación con sus pares globales». El QS sitúa a las universidades españolas en el puesto 640, de media, en este parámetro.
«Tampoco tienen un gran número de académicos de todo el mundo. Hemos visto que algunos de los países que han tenido buenos resultados en nuestro ránking, como Singapur, han realizado esfuerzos concertados para atraer a los mejores profesores de países de todo el mundo», añade el analista.
Y nos sugiere «crear asociaciones con universidades de todo el mundo para mejorar el impacto de la investigación», «publicar investigaciones en revistas en inglés siempre que sea posible», «crear estrategias para difundir la investigación a nivel mundial» y «ofrecer incentivos a profesores con talento para realizar investigaciones en universidades españolas o en colaboración con ellas».