Con la tasa de paro más alta de toda España, más del 30%, la segunda ciudad de la provincia de Jaén teme que el cerrojazo por el coronavirus sea la puntilla a la ruina que arrastra desde hace ya una década.
Juan Rodríguez tiene 80 años, aunque nadie lo diría. “Me conservo muy bien”, dice orgulloso. Sujeta en su mano la bolsa de la compra mientras espera que llegue su autobús, el 6, para devolverle al encierro auto impuesto del que sólo sale para lo urgente y esencial. En la parada, en la calle Isaac Peral, se cuentan con los dedos de una mano los que, como Juan, aguardan el transporte municipal. La mitad, más o menos, que un día normal. Todavía hay bastante actividad, pero se acerca el mediodía y, a partir de esa hora, las calles se quedan casi desiertas. Incluso aquí, en pleno centro. Esto es Linares, en Jaén, uno de los epicentros de la pandemia en Andalucía y el municipio más grande que se ha confinado hasta el momento en el sur de España. Los 57.414 habitantes de Linares, al norte de Jaén y muy cerca de las monumentales Úbeda y Baeza, llevan algo menos de una semana -desde el 6 de octubre exactamente- sin poder salir del casco urbano, con los aforos restringidos al 50% en bares y terrazas (sin barra, por supuesto) y severas limitaciones para velatorios o reuniones sociales de cualquier tipo.
Controles del Cuerpo Nacional de Policía y de la Policía Local impiden salir o entrar en el municipio, salvo motivo justificado, y el puente del 12 de octubre, festivo incluso en el Linares confinado, no lo es. Las cifras de la pandemia asustan. Linares ha registrado una incidencia en los últimos días superior a los 700 casos por cada 100.000 habitantes. Del cribado masivo ordenado por las autoridades sanitarias de la Junta de Andalucía, 1.900 pruebas, una treintena dio positivo y desde que estalló la crisis sanitaria del coronavirus, 1.086 linarenses se han contagiado. Pero a Juan, que sigue en la parada esperando su autobús, no le dan miedo esos datos. Pese a su edad y a que, por eso mismo, es población de riesgo.
La resignación, confiesa, se ha convertido en compañera inseparable desde mucho antes de que apareciera el Covid-19, y más que el SARS-CoV-2 a él como a muchos de los linarenses lo que les quita el sueño es “la ruina” de un pueblo que llegó a ser uno de los más prósperos de Andalucía y que lleva una década hundido. Exactamente desde que se quebró la columna vertebral de su economía, la factoría de Santana Motor, la primera fábrica de coches que se abrió en Andalucía -allá por los años 60 del siglo pasado- y la única que se ha cerrado en España, con el permiso de la Nissan de Barcelona. “Desde que cerró, es la ruina y ahora más” dice, telegráficamente, Juan, uno de los damnificados de Santana, obligado a prejubilarse en 1994 -“me echó Chaves”, clama- y testigo de excepción del declive no sólo de una empresa que llegó a emplear a más de 4.000 personas, sino de todo un pueblo y una comarca, la de Linares, que lleva años ostentando el dudoso honor de ser el municipio con la tasa de paro más elevada de todo el país. Llegó a rozar el 50% en 2015 y los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) la situaban en el 30,9%. Pero, claro, eso era antes del coronavirus. “A perro flaco, todo son pulgas”, se lamenta Manuel Gámez, portavoz de la Plataforma Linares todos a una, creada en 2017 y que logró movilizar a la ciudad y llevar sus reivindicaciones hasta la mismísima puerta del Palacio de San Telmo, la sede de la Presidencia de la Junta en Sevilla, cuando Susana Díaz era aún su inquilina.
Gámez regenta una tienda de muebles en el centro del municipio, un negocio familiar que depende, en gran medida, de la clientela de los municipios cercanos, como Baños o Guarromán, lo que significa que, con las puertas de Linares cerradas a cal y canto, las ventas se van a resentir. Aún más, porque ni su negocio ni el resto de comercios de la ciudad han sido inmunes a los efectos económicos de la pandemia y del estado de alarma. “Han cerrado muchos”, relata y el comercio, explica, es de lo poco que queda en pie de la, en otros tiempos, boyante economía de Linares. “Hasta hace poco hacíamos una vida casi normal, pero ahora, a raíz del confinamiento, casi no salimos”, explica mientras intenta encontrar una razón, o varias, que expliquen por qué de la primera oleada de la pandemia Linares prácticamente salió indemne y en la segunda ha resultado tan golpeada. “Hay mucho asintomático y nos hemos relajado”, concluye al tiempo que insiste en que “más que el virus, lo que nos preocupa es el daño que puede hacer el confinamiento”. No están las cosas para manifestaciones, reconoce, pero incide en que la plataforma a la que da voz no va a cejar en su empeño de que a Linares se le pague la “deuda histórica” que, sobre todo, la Junta de Andalucía tiene con ella desde que cerró Santana. Porque la decisión de cerrar la planta fue de la Administración autonómica, por aquel entonces propietaria única y que prometió un plan de reindustrialización que nunca se ha concretado más allá de los convenios que firmaron, y nunca cumplieron, los sucesivos gobiernos socialistas.
Si en Linares hay alguien que sabe de los avatares de aquel plan, bautizado como Plan Linares Futuro, ése es Juan Sánchez. Más de tres décadas en el Ayuntamiento de Linares, hasta hace dos años como alcalde del mismo Partido Socialista que gobernaba en la Junta. “Nos han engañado y a mí me han echado por decir lo que nadie se atrevía a decir”, sentencia el ahora portavoz y fundado de Linares Primero, el partido que montó tras ser fulminado por el PSOE de Susana Díaz, que le abrió un expediente poco antes de las últimas elecciones. A Sánchez le acaban de comunicar que su prueba PCR ha dado negativo. El virus está tan presenta en su vida como en las conversaciones que se escuchan en las calles de Linares, pero el ex alcalde no pierde el sueño por el Covid. “Aquí tenemos nuestra propia plaga local, nuestro virus”, y ése es el paro galopante, la despoblación y la falta de perspectivas de futuro. Porque Linares lleva sufriendo su propia pandemia económica desde hace una década y la del coronavirus es “lo que nos faltaba”.