Clade X: El ejercicio militar de 2018 que preparó la pseudo-pandemia del COVID-19

CLADE X

No estamos preparados: un virus puede acabar con 150 millones en 18 meses. Una simulación realizada por la John Hopkins University ha puesto de manifiesto que, en caso de pandemia, carecemos de los medios necesarios para hacerle frente.

Fráncfort, Alemania. Caracas, Venezuela. Un estornudo a destiempo, algo de fiebre, síntomas que en principio encajan con una gripe común. Apenas han pasado unas semanas y parece que ese simple resfriado es algo peor, no solo por su propagación (400 infectados) como por su peligrosidad (50 muertos). Las autoridades políticas y sanitarias se reúnen para reaccionar frente a la expansión de Clade X por todo el mundo a través de los soldados estadounidenses. Un aciago día, un estudiante en un campus universitario de Nueva Inglaterra tose. Es demasiado tarde. En algo más de año y medio, unos 18 meses, 150 millones de personas han muerto. Potencialmente, la amenaza puede llegar a liquidar a 900 millones, más de un 10% de la población global.

Los lectores quizá recuerden ‘Contagio’, la película de Steven Soderbergh, o el juego de mesa ‘Pandemic’. Ambos casos intentan reflejar qué ocurriría en caso de pandemia global extrema. Puede parecer catastrófico, pero una reciente simulación realizada por el Centro para la Seguridad Sanitaria John Hopkins ha mostrado que los peores escenarios presentados en la ficción científica pueden quedarse cortos. En otras palabras, no estamos preparados ante la aparición de un nuevo patógeno “moderadamente contagioso y moderadamente letal”. Ni siquiera lo estamos para una peligrosa mutación de la gripe.

La simulación tuvo lugar el pasado 15 de mayo, en una sala de conferencias que parecía el set de rodaje de ‘Teléfono rojo: ¿volamos hacia Moscú?’. A lo largo de un día, políticos (como el senador demócrata Tom Daschle), militares y expertos (como la directora de los CDC Julie Gerberding) formaron un Consejo de Seguridad del Presidente en el que debían reaccionar como lo habrían hecho en caso de amenaza real. La narración se planteó en cuatro distintas fases que planteaban nuevos retos. No les debió ir muy bien en este videojuego ficticio, porque no pudieron impedir que millones de personas en todo el planeta falleciesen entre náuseas y fiebres extremas, antes de caer en el coma.

El resumen de la simulación, que ha sido publicado en forma de vídeo, resulta elocuente. Lo son los rostros de gravedad de los participantes ante los vídeos que muestran cómo el contador de muertes sube sin parar. También cómo se revuelven incómodos en los asientos ante algunos de los dilemas morales que se presentan, por ejemplo, qué harían si Venezuela pidiese apoyo económico a EEUU ante su incapacidad de Venezuela para albergar a todos los enfermos en hospitales ‘¡Es algo existencial, EEUU acaba de ser borrada del mapa en las últimas seis horas!”, se queja al final de la simulación el exsenador Jim Talent, que interpreta al Secretario de Defensa, visiblemente nervioso. ¿Lo peor de todo? Que, como desvela la presentadora al comienzo de la simulación, el escenario diseñado para esta prueba es el más probable estadísticamente hablando. Es decir, no han exagerado ni un pelo.

Valiosas lecciones

Aun terrorífico, el experimento tiene como objetivo despertar una nueva conciencia entre las autoridades políticas y sanitarias de los países desarrollados: hasta ahora, hemos tenido suerte, recuerdan los investigadores de John Hopkins, pero es posible que la próxima vez no sea suficiente. Otros expertos están de acuerdo. Como acaba de recordar recientemente John M . Barry, uno de los grandes expertos globales en pandemias y autor de ‘La gran gripe’ –que se centra en la española de 1918–, nuestra preparación global para una hipotética amenaza semejante recibe un aprobado raspado. El gran problema, recuerda, es que carecemos de una vacuna universal contra la gripe, por lo que la próxima mutación puede ser letal.

En el escenario propuesto por la John Hopkins, el virus había sido creado por un grupo de terroristas llamado A Brighter Dawn (‘Un amanecer más brillante’) con el objetivo de reducir la población global hasta volver a niveles del siglo XVIII. Sin embargo, los responsables han recordado que en caso de que se tratase de un patógeno que apareciese de forma natural, la reacción no sería muy diferente. “Hemos aprendido que incluso los oficiales públicos con conocimiento, experiencia y determinación que se han enfrentado a muchas crisis tendrían problemas lidiando con algo así”, ha manifestado el doctor Eric Toner, diseñador de la simulación, a ‘Business Insider‘. “No es porque no sean lo suficientemente buenos, sino porque no disponemos de los mecanismos necesarios para proporcionar esa clase de respuesta”.

El informe ejecutivo del proyecto recoge las seis recomendaciones políticas que el Centro propone a las autoridades estadounidenses para evitar que el experimento derive en realidad: desarrollar capacidad para producir nuevas vacunas y medicamentos para nuevos patógenos en cuestión de meses (no años); ser pioneros en un sistema de seguridad social global, fuerte y sostenible; construir un sistema de seguridad social nacional que pueda dar respuesta a una pandemia; desarrollar un plan nacional para aprovechar todos los recursos del sistema sanitario estadounidense en una pandemia catrastrófica; implementar una estrategia internacional para tener bajo control las investigaciones que incrementen el riesgo de una pandemia; y asegurarse de que la comunidad de seguridad nacional está preparada para prevenir, detectar y responder a esta clase de emergencias.

Lo que el sistema demuestra es que las ramificaciones de una hipotética pandemia son poco previsibles. Barry, por ejemplo, sitúa el énfasis en la cadena de abastecimiento. ¿Qué pasaría si, por ejemplo, un tercio de los controladores aéreos de un país cayesen enfermos? ¿O si lo hiciesen los conductores de los grandes ferrocarriles que transportan el carbón que abastece de energía a todo EEUU desde Wyoming? Una pandemia implica crear un frente común político y sanitario que cada vez resulta más utópico, en un momento en el que los intereses económicos, políticos y nacionales son cada vez más fragmentarios. Desde luego, no hay ni un sistema global para estos casos ni capacidad para dar asistencia inmediata a los pacientes contagiados ni voluntad para dejar los intereses parciales a un lado.

La amenaza del Nipah

No es la primera simulación llevada a cabo por la John Hopkins, que ya puso en marcha con anterioridad Dark Winter (‘Invierno oscuro’, en 2011) y Atlantic Storm (‘Tormenta atlántica’, en 2005), con resultados muy semejantes. Si el primer escenario realizaba una hipótesis a nivel local, el segundo recogía a los países de la OTAN, haciendo especial hincapié en Europa y contando con la famosa Secretario de Estado estadounidense Madeleine Albright como una de sus principales figuras. Reveladoramente, el primero de estos escenarios inspiró el videojuego ‘Tom Clancey’s The Division’.

Es posible que estos experimentos vuelvan a la cabeza de epidemiólogos cada vez que emerge una nueva amenaza. La última de ellas ha sido el virus Nipah, que el pasado mes de mayo acabó con al menos 10 personas tras un nuevo brote en el sur de la India. El virus, descubierto en 1998 en Malasia, carece de vacuna, ya que el número de personas afectadas por el mismo ha sido siempre reducido. En otras palabras, no hay suficiente interés como para desarrollar un tratamiento específico, algo común a muchos de estos brotes.

Eso no impide que sea un virus potencialmente muy peligroso. Como apuntaba el epidemiólogo de la Universidad de Harvard Stephen Luby, uno de los grandes especialistas en esta cepa, “las infecciones emergentes pueden ser grandes amenazas”. Es lo que ocurrió con el ébola, lo que “mostró que los hospitales en los países pobres son lugares importantes para la transmisión de organismos potencialmente pandémicos”. El problema, añade, es que como no podemos saber cuál será la próxima pandemia, es imposible vacunar a la población global. ¿Qué se puede hacer, entonces? En su opinión, actuar desde mucho antes y encontrar mecanismos para que la enfermedad no se transmita en los hospitales de los países pobres. Solo frenándola ahí se puede impedir que salten a los países desarrollados, el momento en el que, tristemente, es cuando la mayor parte de la población comienza a preocuparse. Es decir, tarde.

El Confidencial

https://www.youtube.com/watch?v=4grOOGZryFo