Esto es una guerra. Durante las guerras, los gobiernos financian sus gastos de guerra como pueden y ahora mismo hay necesidades urgentes”, ha reconocido Carmen Reinhart, economista jefe del Banco Mundial en una entrevista.
“El escenario en el que nos encontramos no es sostenible”, ha añadido Reinart. La crisis económica puede desembocar en un desplome financiero cuyas consecuencias serán devastadoras.
Reinhart no compara la crisis actual con la de 2008 sino con la de 1929. Es una crisis mundial y el comercio internacional también se ha desplomado. Pero esta vez la base está más debilitada por la guerra comercial de Trump contra China.
En 2008 la recuperación fue posible porque los países emergentes se apoyaron en la locomotora china, que entonces estaba creciendo más del 10 por ciento. Ahora, los productores de materias primas están impactados por la falta de demanda; los que dependen del turismo lo están pasando peor todavía. El Banco Mundial estima que las remesas van a caer cerca de un 20 por ciento, por lo que países como Filipinas, Pakistán, toda Centroamérica, sufrirán.
Al cambiar el patrón del comercio internacional, los países que dependen más de las exportaciones industriales también están sufren el impacto.
Por mucho que los bancos centrales apoyen, “hay negocios que no van a regresar, hay restaurantes o tiendas cerradas que no van a reabrir, hay hogares que van a tardar mucho en encontrar empleo, hay aerolíneas u hoteles que no van a sobrevivir un largo período sin una movilidad normal. Va a haber muchas bancarrotas”.
Por mucho apoyo crediticio que se dé, en algún momento hay que enfrentarse al deterioro en el sistema financiero, que es inevitable por la caída tan profunda de la economía.
En un artículo que publicó en marzo en el Wall Street Journal, la economista defendió una operación masiva de condonación de las deudas mundiales. El Banco Mundial es partidario de que los países ricos alivien la deuda del Tercer Mundo hasta el año que viene.
La consecuencia de la crisis es que, por primera vez en 20 años, la pobreza mundial va a aumentar “en más de 100 millones de personas, y eso haciendo un cálculo conservador”, según Reinhart. “Lo que hace esta crisis aún más perversa es su efecto regresivo, que amplía la desigualdad entre países y dentro de los países”.