Bielorusia: Sin confinamiento ni pandemia

Lukashenko

Según los modelos epidemiológicos, sin confinamiento Bielorrusia debería ser ahora mismo una zona devastada por la muerte. Pero están más vivos que nunca.

Neil Ferguson, uno de los mayores farsantes de la ola de histeria, predijo un exceso de mortalidad de entre 54.090 y 71.616 por encima del año pasado. La cifra real de muertos atribuidos al coronavirus es de 1.299 para una población de 9,4 millones de habitantes: 150 veces menos que España aproximadamente.

¿Oculta el “dictador” Lukashenko la cifra real de muertos?, ¿la subestima? La respuesta es no.

¿Ha existido siquiera un exceso de mortalidad? La respuesta es afirmativa, aunque pequeña: en el segundo trimestre de este año se han producido 5.606 muertes más que el año pasado, un 15 por ciento en términos relativos, muy lejos de las previsiones catastrofistas de los modelos epidemiológicos.

Hasta un periódico como La Razón ha tenido que admitirlo: “Una pequeña ‘aldea’ de irreductibles bielorrusos resiste ante la pandemia de coronavirus que tiene paralizada a más de la mitad del planeta”, escribía en julio.

El 15 de setiembre la revista científica British Medical Journal publicó un artículo para explicar la baja incidencia de la pandemia en Bielorrusia sin medidas de restricción porque, en efecto, el gobierno bielorruso ha sido el menos autoritario de Europa. “Bielorrusia es uno de los escasísimos estados europeos que no ha decretado medidas de excepción para frenar la pandemia. Las escuelas se mantienen abiertas, la liga local de fútbol continúa jugándose, los movimientos de los ciudadanos no han sido restringidos y eventos multitudinarios como festivales musicales no han sido cancelados”, decía El Periódico. En agosto tampoco suspendieron las elecciones presidenciales (a diferencia de algunas “democracias”, como Nueva Zelanda).

La reducida mortalidad en Bielorrusia no es propaganda de la “dictadura” y, una vez que el British Medical Journal aclara el hecho fundamental, tiene que explicar los motivos de ello, porque el confinamiento queda en evidencia, una vez más, como en el caso de Suecia.

La revista expone una batería de cuatro argumentos para explicar lo inexplicable

El primero es sorprendente: Bielorrusia tiene un número mucho más alto de camas hospitalarias en proporción a la población que países, como Gran Bretaña, que se creen el ombligo del mundo: 11 por 1.000 comparado con 2,5 por 1.000, es decir, cinco veces más.

En Bielorrusia no han impuesto recortes ni han desmantelado la sanidad pública, posiblemente porque es una “dictadura” que -extrañamente- se preocupa de su población mucho más que las “democracias” de postín.

A mayor abundancia, en previsión de la pandemia, en Gran Bretaña el sistema público de salud dio de alta a un gran número de pacientes y la tasa de ocupación de camas también disminuyó debido al confinamiento y la histeria. El 13 de abril, unas semanas después del comienzo del confinamiento, el 40 por ciento de las camas de las UCI estaban vacías en los hospitales británicos.

Por lo tanto, como en otro otros países, lo que ha elevado las tasas de mortalidad ha sido el confinamiento, no la pandemia, al cancelar los tratamientos comunes, expulsar a las personas de los hospitales y promover un miedo que desalentó a las personas a acudir al médico.

El segundo argumento es que en Bielorrusia hay muy pocos asilos con muy pocos ancianos (203 por 100.000, en comparación con 854 por 100.000 en Gran Bretaña), que ha sido el gran matadero de la pandemia, a causa del abandono, no de ningún virus.

También es lo mismo que en otros países, y no sólo porque a los ancianos internados se les negó sistemáticamente el tratamiento médico y hospitalario. Durante la pandemia los ancianos han muerto por motivos políticos, de política sanitaria o, por decirlo más exactamente, por la falta absoluta de política sanitaria hacia ellos.

Las otras dos razones que da en el artículo son que el sistema de pruebas de detección de Bielorrusia es mejor que en otros países y que el país centroeuropeo no es un destino para los viajes.

Estas dos explicaciones son tan absurdas como el resto de afirmaciones de los “expertos” durante la pandemia. La expansión de un virus no depende de las pruebas, por más que Bielorrusia confinara a quienes arrojaron un resultado positivo en ellas.

En cuanto a los viajes, es cierto que para un país como Bielorrusia es más fácil cerrar las fronteras pero, según la doctrina del contagio, eso sólo puede impedir que el virus llegue de fuera, no que se propague por el interior si ya está presente.

El 25 de marzo el ministro bielorruso de Salud, Vladimir Karanik, anunció que las personas que entraran en el país debían guardar cuarentena. “Se han establecido estaciones de cuarentena en todos los puntos de entrada. Las medidas de control incluyen controles de temperatura. Este sistema de control realmente funciona”, señaló.

Las aduanas identificaron síntomas en más de 250 viajeros, aunque casi todos ellos lo que tenían era gripe, parainfluenza y adenovirus. Si una persona resultaba positiva al coronavirus, ponían a sus contactos bajo observación médica. “Un enfoque tan específico ayuda a detener la propagación del virus”, dijo Karanik.

Lukashenko: “El coronavirus es un pretexto para que las grandes potencias reestructuren el mundo sin recurrir a la guerra”

Según Lukashenko mucha gente ya se está haciendo la pregunta principal: “¿Cómo será [el mundo] después de la pandemia? ¿No tienes la impresión de que las potencias […] quieren remodelar el mundo sin guerras a través de esta psicosis de coronavirus, llamada infodemia?”, añadiendo que Macron ya había descrito la pandemia como una guerra.

Recordó la propuesta de la ONU de dedicar el 10 por ciento del PIB mundial para luchar contra las consecuencias económicas del coronavirus. “Este es un dinero vacío. El dólar estadounidense sigue devaluándose tal como está, y ese [gasto] desencadenará una ola de inflación. Está claro dónde terminará [Bielorrusia] con su rublo”, añadió.

“Aún más: ¿quién recibirá esos trillones de dólares, dónde terminarán? ¿No llevaría esto a que los ricos se hicieran más ricos y los pobres más pobres? Lo haría”, dijo.

Según Lukashenko, las naciones del mundo, incluida Bielorrusia, se ven obligadas a “detenerse, sentarse y comer a través de sus modestas reservas de divisas”.

“Ni siquiera podemos decir que Rusia tenga enormes reservas. Nosotros tampoco las tenemos. Luego, después de gastar el 10 por ciento del PIB, los que queden en pie vendrán y te dirán: aquí tienes un poco, pero a cambio harás lo que te digan. Así es como podrían reestructurar el mundo”, manifestó el Presidente.

Lukashenko subrayó que está preocupado por el futuro de su país, y por eso está tratando de mirar hacia adelante. “Todo el mundo dice que después de la pandemia el mundo será diferente, y yo estoy de acuerdo con eso”, dijo.

“Pero, ¿dónde estará nuestro lugar en este nuevo mundo? Esa es la pregunta principal para mí, no en la coronasicosis, ni la infodemia”.

Es un asunto que pronto será urgente para todos. Será urgente “para Kazajstán, Turkmenistán, Tayikistán, que es rico en recursos naturales; más aún, para Armenia, Kirguistán, Ucrania y [el presidente lituano Gitanas] Nauseda, que trata de poner en duda las políticas del presidente de Bielorrusia. Me temo que todos nos dividiremos sin guerra”, continuó Lukashenko.

Explicó su insistencia en que las fábricas bielorrusas sigan trabajando en medio de la pandemia. “Porque puedo imaginar lo que nos sucederá después de esta pandemia, si nos detenemos, como muchos: lituanos, letones y otros”, dijo Lukashenko. “Ellos continuarán. Rusia tiene el petróleo y el gas que todo el mundo necesita hoy en día. China tiene una enorme capacidad económica. Estados Unidos tiene una máquina de imprir dinero: están inyectando dos billones de dólares en ella y dos más ya están en proceso”.

Bielorrusia se negó al chantaje: no impuso el confinamiento a cambio de los préstamos del Fondo Monetario Internacional

Lo mismo que Suecia, Bielorrusia ha sido de los pocos países del mundo que tampoco ha caído en la histeria, ni ha impuesto el confinamiento a la población. Sólo han aislado a los positivos y a quienes han tenido contacto con ellos.

La liga de fútbol se inició en marzo al mismo tiempo que la pandemia y los estadios se han estado llenando desde entonces con miles de espectadores.

Tampoco ha cerrado las fronteras y el aeropuerto de Minsk ha permanecido abierto, con vuelos regulares. Las personas que llegan al país cumplen una cuarentena de 14 días.

A fecha 22 de junio, el país tenía 346 muertes atribuidas al coronavirus, con un porcentaje de 36 por millón de habitantes, mientras que España es de 725, es decir, veinte veces más.

De manera sistemática el presidente de Bielorrusia, Alexandr Lukashenko, ha rechazado todas las presiones para imponer el terrorismo de Estado, la ley marcial, el confinamiento y cualquier clase de medida represiva por pretextos sanitarios

El mes pasado el Fondo Monetario Internacional ofreció al gobierno una “ayuda rápida” a cambio de someterse a los dictados de la Organización Mundial de la Salud.

Según el dirigente bielorruso, el FMI les ofreció un préstamo de 940 millones de dólares, pero las “condiciones adicionales no relacionadas con la economía”, no eran aceptables.

“El FMI nos sigue exigiendo cuarentena, confinamiento, toque de queda. ¡Qué barbaridad! No nos doblegaremos ante nadie”, dijo Lukashenko en una reunión sobre el apoyo a la economía.

“Ponen condiciones, que Bielorrusia haga como Italia en la lucha contra el coronavirus. No quiero que Bielorrusia repita el escenario de Italia”, dijo el Presidente. “Tenemos nuestro propio país con nuestra propia situación”, añadió.

MPR21