Del ERTE al ERE y del despido a las colas del hambre: las vidas del drama del paro

Cola de parados en el INEM

La crisis que se desató hace ya un año ha dejado al turismo como gran afectado por la caída de actividad y los ajustes laborales en sus plantillas, pero la tragedia se extiende y la falta de trabajo sigue ampliándose.

La pandemia de la SARS CoV-2 ha supuesto un auténtico tsunami para la principal industria del país, la turística. Eso es aún más palpable en zonas como las islas Canarias o las Baleares donde el turismo es un auténtico monocultivo económico. Buen ejemplo de ello es Lanzarote. La isla de los volcanes es la zona cero del paro desde marzo de 2020. En Lanzarote, el desempleo ha aumentado un 69% en un año y en números absolutos hay ya más de 19.000 parados, casi un 10% menos empresas que hace un año y el 84% por ciento de los expedientes de regulación se da en pymes de menos de diez trabajadores. 

El secretario general de UGT en Lanzarote, César Reyes, explica que de las 75.000 personas que componen la población activa de la isla, entre los ERTE y el paro, ya hay casi 40.000. “Se está incorporando al paro mucha gente de pymes que cierran, sobre todo de restauración y de empresas de mantenimiento”, asegura. Yaiza P. tiene 35 años y dos hijos. Desde hace diecisiete ha trabajado en restaurantes de la zona de Playa Blanca, al sur de la isla. “Cuando se inició la pandemia”, cuenta, “mi jefe tuvo que cerrar el local, como todos, y nos fuimos al ERTE los cinco trabajadores. Pero en mayo, con la desescalada, nos llamó y nos dijo que no podía abrir el negocio porque no era rentable sin casi turistas. Presentó la quiebra de la empresa, un ERE por extinción y desde entonces estoy en el paro. No le culpo porque si no hay turistas, no hay negocio, ¿qué va a hacer? El lugar donde yo trabajaba está cerrado, como muchos negocios de la isla. Esto es insoportable. No hay nada. No hay sitios donde trabajar”, dice con la voz quebrada.

Esta mujer confiesa que cobra el paro, “pero es muy poquito. Apenas 700 euros. Tenía mi contrato en regla, pero cobraba el salario mínimo. Ya se sabe que en hostelería una buena parte del ‘sueldo’ son las propinas. Ahora, con lo que ingreso, justo me da para pagar el alquiler de mi casa, los gastos, y para comprar comida para mis hijos. Con ayuda de mis padres, jubilados, pude comprar un ordenador para que los niños pudieran estudiar por internet durante el confinamiento, pero… Gracias a mis padres no he tenido que recurrir a comedores sociales o bancos de alimentos”. Yaiza no ve “futuro el turismo ha quedado muy tocado y no sé si se recuperará. Lanzarote vive del turismo y ahora es un pozo negro. En los establecimientos de la isla se ha puesto de moda un nombre y aquí todos los hoteles, bares y restaurantes se llaman de la misma manera: Cerrado“.

El número de desempleados registrados en las oficinas del Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE) superó en febrero los 4 millones por primera vez desde abril de 2016, hasta alcanzar la cifra de 4.008.789 desempleados. España tiene 762.742 desempleados más que en febrero de 2020, la mitad de ellos en hostelería, y hay 899.283 trabajadores en ERTE. La Seguridad Social, por su parte, registró 18.850.112 afiliados, 400.117 trabajadores afiliados menos que hace un año. Un panorama desolador tras la tercera ola de la pandemia.

Una pandemia en la que los ERTEs han supuesto un colchón durante buena parte de la misma, pero al final, una ‘tirita’ que no puede frenar la avalancha de ERE que está sufriendo el mercado laboral español, que está pasando, sin solución de continuidad, del Expediente de Regulación Temporal de Empleo al Expediente de Regulación de Empleo, sin más, el de extinción. Así, hay ERE en marcha o anunciados en el Banco Santander, el Sabadell, el grupo NH, El Corte Inglés, ITP Aero, MTorres, Mecanizaciones Aeronáuticas MASA, Alestis, Aernnova, Gestamp, Roche Farma, Novartis, Trenasa, Benteler, Tubacex, Kybse… Un auténtico rosario de expedientes que pueden llevar al paro a más de 20.000 trabajadores de todos los sectores de la economía. De los servicios a la industria y de la banca a la construcción.

Para la pequeña localidad de Agoncillo (La Rioja), de apenas 1.000 habitantes, la actividad de la empresa Mecanizaciones Aeronáuticas (MASA) supone buena parte de la economía de la localidad. Ahora, la compañía, en la que el fondo de inversión privado ProA Capital cuenta con una posición mayoritaria entre el accionariado, ha anunciado un ERE para 60 de sus 300 trabajadores, el 20% de una plantilla que casi se duplicó en los últimos 10 años. La alcaldesa de Agoncillo, la popular Encarna Fuertes, explica que “MASA es una empresa con la que tenemos mucha relación, patrocina a equipos de fútbol de la localidad y da trabajo a muchos vecinos, así que, dentro de lo que cabe, espero que sean despidos circunstanciales, por la situación, y que en el momento que la pandemia pase, todo vuelva a ser como antes”.

Andrés y María Jesús (nombres ficticios) forman un matrimonio que trabaja en MASA y que ha recibido “con mucha inquietud y miedo a quedarnos en el paro” la noticia. “No sé en qué quedará la cosa, pero el miedo se ha instalado en el pueblo”, explican. “Nosotros trabajamos los dos en MASA. Tenemos tres niños. Hipoteca, facturas, colegios… Nuestra vida cambiará y empeorará notablemente si nos quedamos alguno en el paro y no te digo nada si somos los dos. Esta es una empresa que ha ganado mucho dinero en los últimos años. ¿Era necesario esto de ahora?“.

P.H. (59 años) era un veterano en la empresa Establiments Coll. Compañía catalana con cerca de 100 años de historia y dedicada a los recambios de la automoción con más de 300 trabajadores. En septiembre, la compañía presentó concurso de acreedores y cerró sus tiendas y talleres. Cuando llegó la pandemia, la empresa entró en ERTE y después de que sus empleados volvieran a la actividad una semana en primavera, en septiembre anunció que pasaba del ERTE al ERE. “Tuve problemas con el SEPE y me costó comenzar a cobrar”, cuenta P. “Debía el alquiler, la luz, el gas… No tenía ni para comer, casi”, explica. Una vez solucionados sus problemas burocráticos con el SEPE, “ya estoy cobrando y bueno, la situación es algo mejor, pero…” Ahora, a este trabajador que lleva en el tajo desde los 17 años le surge otro problema: “Me quedan apenas cuatro años de cotización para poder jubilarme y ¿adónde voy yo con 59 años? ¿Quién me va a contratar? Yo mismo te lo contesto: nadie”, asegura resignado.

El tiempo se detuvo el pasado 13 de marzo en el pequeño bar-restaurante El Albero, de la madrileña calle Pedro Heredia, junto a la plaza de toros de Las Ventas. La persiana del establecimiento está bajada desde ese día, en el que el Gobierno de Pedro Sánchez decretó el Estado de Alarma en todo el país y la pandemia de la Covid-19 mandó parar. Irina, que vino de Ucrania, aunque ya con nacionalidad española, de 42 años y con tres niños, ve desde la ventana del pequeño piso en el que vive la persiana bajada del bar El Albero, como metáfora de la situación: “Yo también trabajaba de camarera en un bar de la zona. Pero me quedé en ERTE en marzo y luego en junio, en la desescalada, con la plaza de toros cerrada, que es de lo que viven los bares de la zona, sin negocio… el jefe decidió no abrir ya nunca más el bar. Al paro, con tres niños, cobrando ‘una porquería’ porque ya sabes que buena parte del sueldo en hostelería se cobra en negro, casi sin poder pagar el alquiler y gracias a que mi casera está siendo comprensiva, pero no podré estar mucho más tiempo así”.

Irina reconoce que ha tenido que ir a Cáritas a recoger comida. Cuenta que “antes de que mi familia y yo nos fuéramos de Ucrania, al final del comunismo de la URSS, cuando yo era pequeñita, tengo el recuerdo de las colas en mi pueblo cercano a Kiev ante los supermercados, las tiendas, con la cartilla de racionamiento para poder tener pan o leche… Nunca me imaginé que en España pudiera ver algo parecido en los comedores sociales y los bancos de alimentos y ni mucho menos que a mí me tocaría estar en esta situación. Es muy triste”.

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