La pandemia está siendo el gran chollo para reforzar la represión política hasta el paroxismo.
Primero el gobierno francés aprobó una “ley de seguridad general” que fue vivamente contestada en la calle y ahora ha presentado un nuevo proyecto de ley antiterrorista.
Una de las principales novedades es la legalización de las “cajas negras”, un mecanismo que permitirá a la policía rastrear el historial de navegación de los internautas para crear bases de datos con perfiles políticos de la población.
La policía quiere recurrir a los algoritmos informáticos para “detectar comportamientos sospechosos” en la enorme cantidad de datos que los internautas generan al navegar por la red. Los metadatos de navegación serían recogidos por “cajas negras” y, gracias a las tecnologías de análisis de datos, podrán vigilar más estrechamente a determinados colectivos y movimientos sociales de todo tipo.
Los algoritmos leerán las direcciones de los sitios visitados por los internautas para detectar conexiones recurrentes con páginas sospechosas.
La medida acaba de una forma abierta con la confidencialidad de internet, sobre todo cuando los algoritmos se utilicen también para detectar la consulta de otro tipo de sitios sensibles, como los médicos, los culturales o los religiosos.
Las “cajas negras” se probaron de forma experimental en 2017 con una cláusula de revisión fijada para finales de 2018. En medio de las protestas, la vía de entrada se abrió con el pretexto de que se trataba de una medida provisional.
Sin embargo, después el “experimento” se renovó dos veces, con una cláusula de revisión que ahora se pospone hasta finales de 2021. Se supone que se debe presentar una evaluación al Parlamento a más tardar el 30 de junio de este año.
Era mentira. El gobierno ha contratado a 1.900 policías adicionales para los servicios de inteligencia y duplicado el presupuesto de la DGSI (Dirección General de Seguridad Interior).
En público el gobierno vende la moto asegurando que el control informático de la población ha permitido frustrar 36 atentados, aunque cualquiera sabe que también eso es falso, además de opuesto a los derechos y libertades fundamentales, de los que a Francia le gusta tanto alardear.