Una reciente carta en ‘Science’ y nuevas revelaciones han animado a buscar un origen alternativo más allá de su paso de animales a humanos.
La revelación hace apenas tres días, de que varios científicos del Instituto de Virología de Wuhan enfermaron un mes antes del anuncio oficial de la existencia de un nuevo coronavirus (que a la postre acabó llamándose SARS-CoV-2) ha vuelto a levantar las sospechas sobre el posible origen de la pandemia que ha puesto patas arriba el mundo en los últimos 17 meses.
Cómo surgió este virus y pasó a transmitirse entre humanos es quizá la principal pregunta sin respuesta un año y medio después de su presentación en sociedad. El hecho de que tres trabajadores de este centro de investigación tuvieran síntomas compatibles con la Covid-19, además, ha avivado las dudas sobre lo que China sabe y lo que informa respecto al virus. Por una sencilla razón: los máximos responsables del Instituto señalaron, en marzo de 2020, que ningún trabajador del mismo había dado positivo en los tests de detección.
En una carta dirigida a los máximos responsables de la Organización Mundial de la Salud hace menos de un mes, un nutrido grupo internacional de científicos ya señalaba que eso era “estadísticamente improbable” dada la presencia del nuevo coronavirus entre la población de Wuhan. De hecho, la probabilidad era de “menos de una entre mil millones”.
Un equipo internacional de la OMS llegó a Wuhan el 14 de enero de 2021 para investigar sobre el origen del virus y estuvo cuatro semanas sobre el terreno. Su conclusión: era “muy probable” que el SARS-CoV-2 tuviera un origen animal, aunque no se sabe cuál. Los estudios sobre el huésped intermedio, la especie que habría servido de puente entre los murciélagos, principal sospechoso transmisor, y los humanos han sido inconcluyentes. El informe abría la puerta a la posibilidad a que carne congelada contaminada con el virus habría funcionado como transmisora.
Lo que calificaba de “altamente improbable” era la opción de que el virus procediera de un laboratorio, verbigratia, el Instituto de Virología de Wuhan, centro de investigación especializado, precisamente, en estos virus. Hace tan solo dos semanas otro grupo de investigadores enviaba una carta a la revista Science señalando que en el informe no había “hallazgos que apoyaran claramente o una diseminación natural o un accidente de laboratorio” y, a pesar de ello, se le da a ambas opciones un peso muy distinto: solo 4 de las 313 páginas de dicha investigación se dedican a la hipótesis del laboratorio.
¿Fue un accidente de laboratorio?
La comunidad científica está cada vez más abierta a la posibilidad de que el origen del virus se sitúen entre los fríos muros del Instituto de Virología de Wuhan. Lo poco concluyente de la vía animal, el caso de los trabajadores contagiados, la falta de transparencia de las autoridades chinas y las inconsistencias del informe de la OMS son las razones principales por las que investigadores de todo el mundo clamen por una investigación alternativa.
La posibilidad de que el virus salga de un laboratorio era territorio de conspiranoicos. Sin embargo, esto no quiere decir que haya sido creado artificialmente o se trate de un arma biológica. “Un escape fortuito en un laboratorio es difícil que ocurra, pero puede pasar”, comenta Mercedes Jiménez, del Centro de Investigaciones Biológicas Margarita Salas, perteneciente al Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
“Aquí también tenemos laboratorios de coronavirus; Luis Enjuanes, el artífice de la vacuna española contra el SARS-CoV-2 con más posibilidades, trabaja desde hace 30 años con ellos”, comenta la investigadora. Y recuerda: “Aquí una persona se contagió de ébola”.
La posibilidad que parece menos probable es la de que este coronavirus haya sido creado artificialmente. “Las primeras voces que se alzaron en contra de esa opción eran de expertos en genética que explicaban que era muy difícil haber creado ese virus a propósito“, comenta Jiménez. “Es un genoma muy largo, no es una cosa precisamente simple. Y luego hay que transmitirlo”.
Desde un primer momento, la investigación de la OMS ha sido criticada por sus sesgos. Los autores de la carta publicada en Science explican que, en el grupo de trabajo, fue la parte china la que recogió los datos y las muestras y recopiló la información, mientras que la internacional solo pudo trabajar sobre su análisis. Anteriormente, el grupo de científicos que reclamó una nueva investigación a la OMS ya señalaba la falta de transparencia del trabajo.”Los términos del servicio del estudio daban a las autoridades chinas un veto efectivo sobre la participación del equipo internacional, por tanto comprometiendo su independencia”.
El caso de la mina de Monjiang
Más allá de las razones generales esgrimidas para clamar por otra indagación en los orígenes, hay un par de asuntos que han hecho levantar la ceja a los científicos más críticos. En julio del año pasado, The Times reveló que un virus que comparte una similitud del 96% con el SARS-CoV-2 actual fue hallado en una mina de Mojiang, en la provincia china de Yunnan, en 2012. Seis mineros, que habían sido enviados a recoger guano (deposiciones de murciélago, que sirven como abono), cayeron enfermos. Tres de ellos murieron.
En 2013, investigadores chinos recogieron ocho muestras de este virus, cifrado como RaTG13, que no fueron facilitadas a los miembros de la OMS. A pesar de ser un brote epidémico potencial, las autoridades chinas no informaron al organismo internacional de su existencia, y los casos de neumonía quedaron fuera de las estadísticas de los CDC (centros para el control de enfermedades) chinos. Tampoco se ha podido entrevistar a los tres miembros supervivientes ni se ha dado acceso a la mina.
Los autores de la carta también señalan otros dos motivos que les hacen levantar sospechas. En 2018, la estrategia china de detección de la gripe animaba a aislar los virus de personas que habían dado negativo en el test de esta enfermedad, mientras que al año siguiente desaconsejaba hacerlo, sin dar explicación del porqué. Además, las bases de datos de virus del Instituto de Virología de Wuhan dejaron de estar disponibles online tras la pandemia. Pero las de virus de murciélagos quedaron offline unos meses antes, en septiembre de 2019, sin que se haya dado ninguna razón especial para hacerlo.
La teoría de la “pistola humeante”
La última razón para retomar la investigación sobre el origen del virus enfocándola hacia su salida de un laboratorio reaviva, quizá, las mayores sospechas de los conspiranoicos. Esto es, que el virus fue creado, o modificado, en un laboratorio (cosa que también sería compatible con su escapada del mismo a través de un error humano). Se trata del sitio de escisión de la furina, una característica que el SARS-CoV-2 no comparte con otros coronavirus y que lo hace potencialmente más infeccioso.
La furina es una enzima muy presente en el cuerpo humano, lo que permite el acople de la proteína del pico del virus en gran parte de las células, para así proceder a la infección. David Baltimore, un biólogo estadounidense premio Nobel de Fisiología en 1975 por su descubrimiento de la enzima transcriptasa inversa (uno de los pasos fundamentales en el avance de la edición genética), calificó este sitio de escisión como “la pistola humeante para el origen del virus” y señaló que esta característica “desafía poderosamente a la idea de un origen natural del SARS-CoV-2”.
Esta particularidad del virus no podía pasar desapercibida. Sin embargo, en un artículo publicado en Nature a principios de febrero de 2020 en el que los científicos del Instituto de Virología de Wuhan caracterizaban genómicamente el coronavirus y concluían que provenía de los murciélagos, no era mencionada. Pero una publicación del mes anterior también comandada por el responsable del Instituto, Shi Zheng-Li, hablaba de un “sitio de escisión“. Los autores de la réplica a la investigación de la OMS preguntan: “¿Por qué este llamado ‘sitio de escisión de la furina’, claramente una característica nueva e importante del virus SARS-CoV-2, no fue mencionado en el artículo de Nature de febrero de 2020?”
Más allá de conspiraciones, la buena ciencia se hace con transparencia. “La investigación no ha sido nada clara, y no ha sido lo suficientemente transparente”, apunta Mercedes Jiménez, que señala que las sospechas seguirán existiendo aunque se abran todas las puertas. “Es inevitable: trabajando con total transparencia ya hay personas que disienten de los resultados porque pueden encontrar algunos resquicios que tú ves”. Pero la luz y taquígrafos serán esenciales para descubrir el auténtico origen de la pandemia.