Pegasus es el programa de espionaje más potente jamás desarrollado, asegura The Guardian. Puede convertir un móvil en un dispositivo de vigilancia 24 horas, capturando mensajes, claves, fotos, búsquedas en internet y otros datos.
Se basa en la tecnología “zero click”, que permite apoderarse del funcionamiento de cualquier teléfono sin que su titular realice ninguna operación. El pirata también puede controlar la cámara de vídeo y el micrófono sin que se entere siquiera.
Pegasus, que opera desde 2011, puede controlar decenas de miles de teléfonos de cualquier parte del mundo. Fue elaborado por el ejército israelí y comercializado a través de la empresa NSO, que está a punto de salir a bolsa en Tel Aviv con una cotización creciente de sus acciones.
El programa se distribuyó a los países y gobiernos amigos de Israel, que también ha creado otros recursos informáticos, como Falcon Eye, para Emiratos Árabes Unidos. Israel cuenta con el mayor número de empresas de vigilancia, seguridad y piratería de todo el planeta porque, a diferencia de otro tipo de armas de guerra, las aplicaciones informáticas están fuera de cualquier regulación internacional.
Es significativo que sólo un país considera a Pegasus como lo que realmente es, un arma de guerra
El año pasado Naftali Bennett, actual Primer Ministro israelí y entonces ministro de Defensa, propuso reclutar a la empresa NSO para “luchar contra el coronavirus”, es decir, normalizar la vigilancia y convertir la liquidación definitiva del derecho a la intimidad de la población en un negocio muy rentable.
El espionaje, sobre todo cuando se lleva a cabo de forma masiva, como en este caso, crea interesa constradictorios. Todos quieren espiar, pero nadie quiere ser espiado. Por eso en 2019, WhatsApp, propiedad de Facebook, presentó una demanda contra NSO por piratería y a esa batalla legal, que no ha terminado, se sumaron luego Microsoft y otros monopolios tecnológicos que, a su vez, colaboran con Israel en la vigilancia y censura de los palestinos. Por ejemplo, Microsoft ha invertido en una empresa israelí de reconocimiento facial que vigila a los palestinos en Cisjordania.
Es una guerra de todos contra todos. Unos países compraron el programa Pegasus para controlar a sus enemigos externos e internos, pero los que han destapado el asunto tampoco son lo que parecen. Como además es una guerra subterránea, se presta toda clase de asuntos turbios, con la participación de los tentáculos del omnipresente Soros y otros, no tan conocidos, como Pierre Omidyar, fundador de Ebay y Luminate.
Es extraño que un asunto de piratería masiva conocido desde 2016, al menos, se haya destapado ahora, cuando algunas de las víctimas ya han sido asesinadas.
También es muy extraño que en 2018 se conociera un elenco de 45 países en los que operaba Pegasus, mientras que sólo se han destapado 11 de ellos, casi todos con papeles marginales en los escenarios mundiales, como México o Marruecos.
El programa Pegasus es, pues, como los Papeles de Panamá, de los que ya nadie se acuerda: es más lo que se oculta que lo que nos han contado hasta ahora. Quienes lo aplicaron tienen mucho que esconder y quienes lo destaparon también.