El riesgo de que el euro ‘salte por los aires’ es mucho mayor que en 2012

Los déficits públicos y los niveles de deuda son mucho más altos hoy. Los partidos populistas tienen mucho más poder que en 2012. Las diferencias entre norte y sur pueden retrasar un acuerdo urgente.

Al inicio de la pandemia del coronavirus se pudo comprobar, una vez más, que la zona euro es un conjunto de países heterogéneo, cuya reacción natural ante un problema grave es actuar en primera instancia mirando por su propio interés, sin preocuparse de lo que pueda suceder al vecino. Esta primera reacción (la guiada por el sentimiento) deja entrever que la unión económica no ha creado un sentimiento de nación (sin entrar a valorar si este era el objetivo final). Pocos o ninguno ayudaron a Italia cuando el país más lo necesitaba y ahora que se discuten las medidas económicas que pretenden reducir el impacto del coronavirus, una vez más cada gobierno lucha por su propio interés (que es volver a ganar las elecciones), algo similar a lo que ocurrió en 2012 y tuvo que ser solventado por el Banco Central Europeo, que parece ser la única institución realmente dispuesta a hacer lo que sea necesario para salvar al euro. La diferencia con 2012 es hoy los movimientos centrífugos parecen tener más fuerza, los partidos populistas están al acecho, porque recuperar la soberanía monetaria o las fronteras puede ser muy tentador (es poder), a la vez que peligroso. La zona euro y la Unión Europea en su conjunto se la juegan. Si el acuerdo es de mínimos, el BCE tendrá que hacer un esfuerzo sobrenatural para evitar la ruptura del euro.

TD Securites: “El riesgo de ruptura de la zona euro es más fuerte en esta ocasión ante la irrupción de los partidos populistas y los cismas sociales”

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En las últimas semanas, el BCE ha tenido que sacar del armario el traje de bombero y prepararse para apagar los fuegos que se avecinan. Preservar la integridad del euro parece ahora uno de sus principales cometidos (ya que la inflación sigue siendo muy baja y eso le da gran margen de actuación). “Debido a la magnitud del desafío, los déficits gubernamentales y de que las necesidades de financiación aumentarán. Si el BCE no compra grandes cantidades de deuda soberana, el fuerte aumento de las necesidades de los gobiernos elevará significativamente los tipos de interés“, explica Dirk Schumacher, analistas de Natixis, en una nota para clientes.

Atendiendo a los cálculos de bancos y organizaciones internacionales (como el propio BCE), no parece descabellado pensar que el déficit fiscal de este año en la zona euro promedie el 10% del PIB -tras caer al 0,5% en los últimos años-, lo que sería alrededor de 1,2 billones de euros de deuda nueva en una región que ya partía de niveles elevados de apalancamiento. Los diferentes programas de compras del BCE suman alrededor de 1 billón de euros y no todo ese dinero es para bonos soberanos. Quizá esa cantidad se queda incluso corta. El BCE deberá mantener cargado el bazuca para disparar cuando sea necesario intentando evitar una crisis de deuda como la de 2011-2012, que fue solventada con una aparición estelar de Mario Draghi, expresidente del BCE, prometiendo hacer lo que fuese necesario para preservar la integridad del euro. La otra opción sería un acuerdo político a nivel europeo rápido, extraordinario y con grandes transferencias directas (o mutulización de riesgos), algo que ahora parece poco probable.

Tiempos peligrosos para el euro

Los expertos parecen coincidir en que si en el nuevo Fondo de Recuperación para superar la crisis del coronavirus no se aprueban transferencias directas de calado o algún tipo de mutualización de la deuda, el problema seguirá siendo el mismo: más deuda para los países más afectados por el shock, tal y como ocurrió en la anterior crisis. Pese a que el BCE anunciara un programa especial de compras de activos que junto a los ya vigentes suman más de un billón de euros, los déficits fiscales que va a dejar esta crisis superan a todas luces el tamaño de las compras. A medida que una mayor parte de la nueva deuda española, italiana o portuguesa comience a circular en el mercado, los diferenciales con la deuda de los países más solventes comenzarán a crecer, poniendo en duda la solvencia de los países del sur e incluso Francia. Una situación semejante puede terminar siendo una bomba de relojería en manos de partidos populistas, que alegando la necesidad de un mayor gasto público (o el control de las fronteras por seguridad) podrían defender la recuperación de la soberanía monetaria para monetizar sus propios déficits. Tras las grandes crisis, los mensajes populistas suelen seducir de forma más sencilla a una población descontenta.

Richard Kelly, director de Estrategia Global de TD Securites, comenta en un análisis para clientes que “el riesgo de ruptura de la zona euro es más fuerte en esta ocasión ante la irrupción de los partidos populistas y los cismas sociales. Esta no es una crisis financiara, pero es probable que se convierta en una crisis de confianza”. Hasta la fecha, los líderes europeos han puesto sobre la mesa los 540.000 millones aprobados a principios de abril (una cantidad irrisoria y basada en préstamos y garantías) y un ‘plan de recuperación’ del que todavía no se sabe casi nada: “Poco y tarde, por ahora”, asegura este experto.

La lentitud de los bien pagados burócratas europeos

El euro sufre ante la tardanza y la incertidumbre. La divisa única ha perdido más de un 6% contra el dólar desde mediados de marzo, mientras que las primas de riesgo se elevan en los países con mayores problemas de deuda y que a su vez están siendo más afectados por el coronavirus. El BCE vigila de cerca y presiona a su manera para que el paquete final se suficiente y convincente, porque en caso de no serlo el trabajo para el banco central será mucho más arduo y polémico. Algunos expertos especulaban con la posibilidad de que en la reunión de la próxima semana, el BCE tuviera que incrementar las compras de bonos si no se veía disposición a alcanzar un plan adecuado en Bruselas. Unas primas de riesgo altas por la inacción de Bruselas pueden prender la mecha de los movimientos que defienden una salida del euro, sobre todo tras el creciente peso de este movimiento en países como Italia.

Commerzbank: “Es probable que el conflicto no resuelto entre los países del del norte y el sur de Europa ejerza más presión sobre los precios de los bonos del gobierno de los países del sur”

“Todo esto significa que la discusión sobre un Fondo de Recuperación a nivel de la UE continuará. Desde una perspectiva económica, las medidas implementadas hasta ahora podrían abordar una crisis de liquidez. Pero queda por ver si las medidas combinadas con las perspectivas de un Fondo de Recuperación serán suficientes desde una perspectiva política. En otras palabras: el balón político seguirá rodando esta temporada, pero la pregunta es si resultará en tiki taka del mejor período de la Selección Española o una decepción como el tiki taka del equipo nacional alemán en 2018”, explican Carsten Brzeski y Bert Colijn, economistas de banco holandés ING. Precisamente ha sido Holanda el país más crítico con los gobiernos que pedían ayudas directas y Coronabonos. Algunas de las discusión quedarán para la historia del Eurogrupo.

Cuanto más se retrase el plan final mayores son las posibilidades de que los inversores pierdan la confianza en los países más débiles de la zona euro, que sin soberanía monetaria dependen del oxigeno del BCE para que sus deudas sean sostenibles. El riesgo de que las primas se vuelven a elevar pone en peligro la propia transmisión de la política monetaria y la recuperación.

Es probable que al final esta vez la solución sean solo parches y tiritas

“Esto le da al BCE una obligación potencialmente ilimitada de intervenir… el BCE debe actuar con flexibilidad de tiempo, en las clases de activos y las jurisdicciones, como lo permite ahora el programa de compras de emergencia pandémica (PEPP)… El PEPP en sí es limitado en tiempo y tamaño. Pero sus objetivos declarados significan que el BCE tiene que hacer aún más si es necesario. En esencia, el BCE está comprometido a actuar como si fuera el banco central nacional de cada miembro. Dado que emite la segunda moneda de reserva más aceptada del mundo, tiene la capacidad de hacerlo”, asegura el prestigioso columnista del Financial Times, Martin Wolf en un artículo.

Se está repitiendo la historia de 2012 casi con los mismos protagonistas y los mismos problemas. Ahora las fuerzas populistas tienen mayor poder y capacidad de llegar a la población. Todo fracaso será aprovechado para disparar contra Bruselas. “En Italia, los populistas de izquierda y derecha continúan agitando la opinión pública contra los países del norte de Europa que rechazan los Coronabonos. El gobierno italiano, dominado por populistas de izquierda, se ha arrinconado y seguirá exigiendo incansablemente este tipo de mutualización”, apunta Jörg Krämer, analista de Commerzbank en una nota.

Los países del norte no quieren pagar las pensiones y buenas nóminas de políticos y funcionarios del sur

Mientras tanto, los países del norte se negarán a lanzar bonos conjuntos y lucharán para que sus aportaciones al Plan de Recuperación sean los más pequeñas posibles. Como se viene contando, “es probable que el conflicto no resuelto entre los países del del norte y el sur de Europa ejerza más presión sobre los precios de los bonos del gobierno de los países del sur. Sus diferenciales ya están en niveles similares a los vistos en el período previo al 18 de marzo, cuando el BCE decidió anunciar el PEPP con 750.000 millones”, destaca el analista de Commerzbank.

Pero un parche como el de 2012 no es una solución definitiva. La unión monetaria continúa estando incompleta y el BCE solo gana tiempo a la espera de que los políticas decidan si caminar hacía una unión monetaria real (con transferencias fiscales) o esperar a ver qué pasa. “La limpieza del BCE de los errores de la política económica no resuelve los problemas a largo plazo, sino que los intensifica porque el banco central quita la presión para que se realicen reformas en países como Italia. Pero es probable que el BCE se apegue a su patrón de acción porque no quiere correr el riesgo de que se produzca una desintegración de la unión monetaria. Los inversores deben vigilar de cerca los efectos secundarios de esta política”, culmina el experto alemán.

El Economista