Heinrich Schliemann, el alemán que hace 150 años descubrió Troya

Heinrich Schliemann

Desde su infancia, el arqueólogo alemán Heinrich Schliemann estaba obsesionado con el mito de la antigua Troya. Hace 150 años comenzaron las excavaciones de la ciudad que, hoy día, sigue fascinando a muchas personas.

Una armada griega navegó hacia el este para liberar a Helena, la mujer más hermosa del mundo, que había sido secuestrada y llevada a Troya. Tras diez años de sitio, la ciudad pudo ser conquistada con ayuda de un truco: los guerreros griegos se escondieron en el interior de un enorme caballo de madera, que los habitantes de Troya introdujeron en su ciudad, ignorando el contenido en el cuerpo del animal. Esto fue el principio de su fin.

La Ilíada, la obra literaria en la que el poeta griego Homero cuenta esta historia de la Antigüedad, ha fascinado a generaciones, manteniendo vivo el mito de la ciudad perdida: “A pesar de su ubicación geográfica en Asia Menor, Troya marca el principio de la historia europea”, dice Ernst Baltrusch, historiador de la Universidad Libre de Berlín, en entrevista con DW.

El relato de Troya también fascinó a Heinrich Schliemann. A sus siete años de edad, se interesó sobre todo por una imagen de la ciudad en llamas que encontró en un libro de historia universal para niños. En aquel entonces, no podía imaginarse que la muralla ya no pudiera existir. Fue así como decidió excavar Troya. Durante más de 40 años no desistió de su plan, hasta que, finalmente, comenzó a excavar la antigua ciudad el 9 de abril de 1870.

Heinrich Schliemann vivió de 1822 a 1890
Heinrich Schliemann vivió de 1822 a 1890

Hombre de negocios, buscador de oro y arqueólogo

Schliemann, hijo de un cura protestante, creció en el este de Alemania, junto con ocho hermanos. Tras una formación comercial, el destino lo llevó a Ámsterdam, donde empezó a trabajar en una oficina de comercio. Gracias a su talento para aprender idiomas, en tan solo un año aprendió a hablar holandés, español, italiano, portugués y, más tarde, también ruso.

Haciendo hábil uso de sus conocimientos en idiomas, Schliemann se mudó a Rusia donde generó una fortuna en el negocio de materias primas para fabricar municiones. En París, estudió latín y griego antiguo. En 1868, un viaje de estudios lo llevó a Ítaca, donde llevó a cabo excavaciones en busca del Palacio de Ulises. De ahí viajó al mar de Mármara.

En busca de Troya con la Ilíada en manos

Schliemann fue un soñador porque viajó por Turquía en búsqueda de Troya, basándose para ello en la Ilíada de Homero. Pero también fue un genio, puesto que, a finales del siglo XIX, inventó métodos de investigación que se siguen usando hoy día.

No obstante, sigue siendo una figura controvertida, muchos lo ven como un aventurero y no como un arqueólogo. Después de todo, no le importaba agregar a sus apuntes historias inventadas. “Hoy día, cualquier arqueólogo advertiría de tomar a Schliemann como ejemplo, puesto que no siguió los estándares arqueológicos de su tiempo”, opina el historiador Ernst Baltrusch.

Además, muchos investigadores, como su principal competidor, Ernst Curtius, criticaron que en sus excavaciones destruyera importantes huellas de asentamientos. En Inglaterra, en cambio, fue celebrado como el heroico descubridor de la mítica Troya.

El sitio arqueológico de Troya en la colina Hisarlik es uno de los aproximadamente 30,000 sitios arqueológicos en Turquía

Guerra troyana: ¿mito o realidad?

Hasta hoy, no se ha podido comprobar la veracidad de la guerra troyana, como la describe Homero. Baltrusch cuenta que Schliemann interpretó la Ilíada al pie de la letra y aprendió griego antiguo para buscar Troya guiándose por el libro. Nunca dudó de la existencia de la guerra troyana.

En 1872, el arqueólogo alemán, de 49 años, descubrió bajo un cerro en la región de Troas, en el actual noroeste de Turquía, los presuntos restos de Troya. Estaba convencido de haber encontrado la muralla de la antigua ciudad.

Uno de sus hallazgos más importantes, en 1873, fue el llamado “Tesoro de Príamo”. Tras sacarlo ilegalmente del país, Schliemann se lo regaló a los alemanes. Sin embargo, en el caos de la Segunda Guerra Mundial, el tesoro cayó en manos de los rusos, y, hoy día, se expone en el Museo Puschkin en Moscú.

Lamentablemente Schliemann se equivocó, puesto que el supuesto “Tesoro de Príamo” pertenece, en realidad, a una civilización desconocida, cerca de 1.250 años más antigua que Troya.

Pese a sus estimaciones falsas, Heinrich Schliemann, que murió el 26 de diciembre de 1890 en Nápoles, sigue siendo venerado en todo el mundo. “Independientemente de sus métodos arqueológicos, Schlieman siempre será relacionado con el nombre de Troya”, dice el historiador Ernst Baltrusch. “Por sus trabajos en Troya, es seguramente uno de los arqueólogos más conocidos”.

DW