España: La educación no consigue mejorar la escasa movilidad social

Movilidad social

La última publicación de la OCDE pone de manifiesto que las dificultades para ascender socialmente son cada vez mayores. Además, el 20% más rico suele ser siempre el mismo.

Un niño nacido hoy en una familia que se encuentre en el 10% con menos ingresos probablemente no alcanzará a lo largo de su vida la media de ingresos de los hogares españoles. Ni él, ni sus hijos, ni sus nietos, ni sus bisnietos, pero sí sus tataranietos. Esa es una de las revelaciones más elocuentes del último informe sobre movilidad social publicado por la OCDE, ‘A Broken Social Elevator? How to Promote Social Mobility‘. ¿Nuestro triste consuelo? Que España está un poco por debajo de la media de los países desarrollados, junto con Canadá, Bélgica, Japón u Holanda, y mucho mejor que naciones como Francia y Alemania (seis generaciones) o, el caso más extremo, Colombia (once). Mal de muchos…

Lo que las más de 300 páginas del informe muestran una y otra vez es que el ascensor social que había funcionado más o menos bien durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial se ha averiado. Al menos, hacia arriba: el informe recuerda que “los niños nacidos en los escalones inferiores por su nivel de ingresos tienen menos oportunidades de ascender y mejorar su estatus que sus padres y generaciones anteriores”. En otras palabras, se han quedado atascados en los pisos de abajo, o mejor dicho, “pegados”. El caso de España es particular: no solo hay un “suelo pegajoso” que impide el ascenso a los más pobres, sino un “techo pegajoso” que impide que las clases altas se despeñen en la escalera social.

No solo eso, sino que como recuerdan las notas sobre España, “el suelo pegajoso” lo es ahora más que en los años 90. En concreto, el 64% de esa quinta parte de la población con 20% con menos ingresos no suele mejorar en un plazo de cuatro años (frente a una media de la OCDE del 57%). Algo que también ocurre por arriba: el 72% con más ingresos no desciende (por un 68% de la media de la OCDE). La razón aducida por los autores es el alto nivel de desempleados de larga duración. También, que la mayoría, cuando encuentra empleo, suele ser temporal. Oculta en un pie de página, aparece otra razón que explica la imposibilidad de cobrar más: más del 40% de los trabajadores temporales españoles (e italianos, griegos y franceses) afirman no poder encontrar empleo a tiempo completo. Una nueva brecha que cada vez es más difícil de cerrar, como recordábamos recientemente.

Una percepción ¿equivocada?

España presenta una significativa peculiaridad: es el segundo país de todos los analizados donde más personas piensan que la situación económica y educativa de los padres es determinante para prosperar en la vida (un 53% en España frente a un 37% en la media de la OCDE). Además, tan solo un 25% considera que su situación económica mejorará a lo largo del siguiente año. Una visión pesimista por parte de los españoles que, según el informe, no se corresponde con la realidad. De hecho, España es uno de los países en el que el estatus económico de sus ciudadanos está menos determinado por el de sus padres.

Es algo más o menos generalizado, aunque sea más notable en España: la sociedad tiene la percepción de que la movilidad social y la meritocracia han declinado, al mismo tiempo que más personas tienen la sensación de que han descendido en la escalera social en comparación con sus padres. El informe señala que en nuestro país ha aparecido una grieta entre la clase media baja y la clase media alta, que ha provocado que la probabilidad de caer hacia el 20% más pobre de la población haya aumentado en tres puntos en los últimos 25 años. Pero al mismo tiempo que eso ocurría, la probabilidad de ascender desde la clase media hasta el 20% más rico también descendía. O caída o resignación: es más probable bajar que ascender.

En España, el 28% de los niños de padres que ganan menos terminan ganando poco (frente a la media de la OCDE del 31%) y el 34% de los que más cobran también terminan obteniendo ingresos semejantes (por un 42% de la media de los países desarrollados). Aun así, y aunque pueda sonar sorprendente, España se sitúa por encima de la media respecto a la movilidad de ingresos. ¿Por qué? Porque como ocurre con otros países del sur de Europa, es un rasgo propio de su cultura, mientras que los países del norte, desde Reino Unido hasta Escandinavia, suelen ser más clasistas. Por ejemplo, en España hasta un 19% de los niños de padres más pobres terminan en el 20% de los que más ganan.

El gran problema de España es la educación, que sigue siendo uno de los factores que más separan a los niños de las familias ricas y pobres. La mayoría de los hijos de los padres que tienen una peor formación (un 56%) terminan con un nivel igual de bajo un porcentaje muy superior a la media de la OCDE (un 42%). La razón es muy sencilla: España, a pesar de los tímidos avances recientes, sigue siendo uno de los países con un nivel más alto de abandono escolar (un 19,9%). La mayoría de los hijos de las familias con padres más educados (un 69%) terminan cursando un máster o un doctorado, pero menos de uno de cada cuatro de las familias con menos educación lo hacen. Ahí está, según el informe, el margen de mejora para nuestro país.

Un duro retrato

Más allá de las diferencias individuales, el informe pinta un panorama global bastante negativo, en el que el dinero que está en manos del 10% más rico de la población tiene nueve veces y media más que el 10% más pobre, un dato llamativo teniendo en cuenta que tan solo se utilizan los datos de los países más desarrollados. Esta brecha entre unos y otros se ha multiplicado por siete desde principios de los 90, el momento en el que la tendencia de movilidad social ascendente que había caracterizado las cuatro décadas anteriores comenzó a revertirse. Es lo que el propio informe califica de “un duro retrato”.

La OCDE no puede negar su enfoque económico –matiza que no solo es inaceptable e insostenible ética y socialmente, sino que también impacta en el crecimiento y la productividad–, cuando alerta que esta división da lugar a una clase alta rentista con un gran acceso a recursos educativos, económicos y financieros y otra mucho más grande que vive paralizada por el miedo a descender en la escala social. Y eso “tiende a reducir la satisfacción vital y a minar la autoestima individual, la cohesión social y la sensación de la gente de clases bajas y medias de que su voz no es escuchada”. La advertencia final de la institución a partir de dicho diagnóstico es que esta situación reduce la confianza en el sistema sociopolítico, lo que da fuerzas al extremismo político y al populismo.

El Confidencial