El juego de la muerte: Milgram trasladado a un concurso de televisión

El juego de la muerte

Basado en el experimento de Milgram en los años 60, el juego de la muerte (2010) revisa científicamente una temática de urgencia en el mundo occidental: la relación entre la obediencia a la autoridad y el genocidio.

La obediencia ciega al poder de la televisión, extensible a la internalización de la obediencia en las sociedades liberales: este es el foco del trabajo del profesor Jean-Léon Beauvois, que lidera todo el proceso de experimentación de El juego de la muerte.

Este documental es un experimento en el que se realiza un seguimiento a 80 personas que se presentan voluntarias para participar en el piloto de un nuevo concurso de televisión, pero que, sin saberlo, están participando en un experimento similar a los que realizó Stanley Milgram en Yale en los años sesenta para estudiar el impacto de la autoridad en la obediencia de la población. Con ellos, Milgram pretendía encontrar una explicación al sometimiento de la sociedad civil alemana bajo el mandato de Adolf Hitler.

Se trata de analizar su lucha interior relacionada con sus niveles de desobediencia. Los datos son medidos desde que empiezan las convocatorias y la primera entrevista, donde se disponen las reglas del juego. Los voluntarios serán los «cuestionadores», que a cada respuesta equivocada del «candidato», el actor Laurent –que debe memorizar una secuencia de asociaciones de palabras– se le aplicará una descarga eléctrica.

Tanto la presión por parte de la autoridad en el plató, como los factores mismos del entorno televisivo, dificultarán la autonomía de los voluntarios, y dispararán preguntas cabales acerca de las conductas más básicas de la psicología social. ¿Es el poder de la televisión más profundo que el poder de la religión? ¿Dónde queda la autonomía individual, el altruismo e incluso la responsabilidad individual por nuestros actos?

En este concurso, una glamurosa presentadora ordena a los concursantes que realicen descargas eléctricas a sus compañeros de juego cada vez que estos fallen las preguntas de un cuestionario. El concurso comienza y, mientras tanto, un grupo de psicólogos analiza los inquietantes resultados. Aunque el concurso es una farsa y las descargas eléctricas no son reales, ni el público en el plató ni los participantes lo saben. Parte del juego les obliga a convertirse en torturadores, realizando descargas eléctricas hasta niveles extremos.

El juego de la muerte mide el poder de la autoridad y los niveles de obediencia de todos los involucrados frente a una serie de exhortaciones por parte de la autoridad. Pero mucho más está en cuestión que la vulnerabilidad del público, o el sadismo del alma humana: también se cuestiona el papel de los medios de comunicación como territorios sin ley, donde la tortura ha sido el principal aliado de la captación de la audiencia, y el poder corporativo da el respaldo autoritario y estatus necesarios, sumados a una enorme credibilidad, para que atrocidades sucedan sin las suficientes críticas.

Tras su estreno en la televisión francesa, el documental levantó mucha polémica y fue comentado en la prensa de todo el mundo. El experimento es una llamada de atención sobre los peligros de obedecer ciegamente a la autoridad y el poder de manipulación de la televisión.

Los resultados son alarmantes, comprueben ustedes mismos.