Por qué la política china del tercer hijo va a fracasar

China familia

Si conceder la libertad de tener un segundo hijo no ha funcionado para paliar su atasco demográfico, ¿podrá la política del tercer hijo revertir la tendencia?

Más de un millón de euros de multa por dos hijos extra. Eso fue lo que tuvo que pagar el famoso director de cine chino y varias veces nominado al Oscar, Zhang Yimou, cuando en 2013 se supo que había tenido un tercer hijo con su esposa. En una carta pública, el cineasta pidió disculpas por sus “hijos de más” y se comprometió a cooperar con las autoridades en la investigación de su caso. En aquellos tiempos, justo un par de años antes de la flexibilización del control de la natalidad, los matrimonios chinos que tenían dos hijos “fuera de la cuota” podían recibir multas de entre cinco y ocho veces los ingresos anuales del padre y la madre combinados.

El suceso fue un escándalo en las redes e irritó a muchos ciudadanos, cansados de ver cómo, una y otra vez, las reglas que controlaban la vida privada de millones de personas desde hacía décadas parecían no afectar a los más ricos y poderosos. Menos de 10 años después, el caso de Zhang Yimou ejemplifica a la perfección el giro total de la política de natalidad en China. Desde el Gobierno de Xi Jinping anunciara el mes pasado que no solo permite, sino que anima a las parejas a tener un tercer hijo, la familia de Zhang aparecería ahora como un ejemplo de buena conducta y patriotismo.

El ‘baby boom’ que nunca fue

La Política de Planificación Familiar se implementó en China desde 1979 para frenar el auge de la población, haciendo que las parejas solo pudieran dar a luz un bebé. Con los años, las excepciones fueron cambiando e incluyendo factores como el lugar de residencia, la profesión o la etnia de los padres; por eso, en las zonas rurales se permitía un segundo hijo si el primer bebé era asignado niña y las minorías étnicas no estaban sometidas a tantas restricciones. El permiso para tener un segundo embarazo de manera libre se anunció en 2015, cuando la actividad económica ya había transformado las condiciones de vida en casi todo el país. Desde entonces, la población ha seguido creciendo, pero a un ritmo cada vez más lento.

Además, la casuística de excepciones de la política del hijo único ha favorecido un fuerte desequilibrio en la población, pero no ya solo entre hombres y mujeres, sino entre el norte y el sur de China. Como revela el último censo recién publicado, el país tiene una natalidad mucho más alta en las provincias rurales y costeras del sur, donde viven más minorías y, sobre todo, hay más oportunidades de trabajo. Por el contrario, el gran cinturón minero e industrial del norte, arrasado por la emigración interna y el cierre masivo de empresas, presenta cifras tan bajas de nacimientos que algunas provincias “vaciadas” están estudiando permitir a las familias tener todos los hijos que deseen.

Por su parte, en grandes urbes como Pekín o Shanghái, los jóvenes hace ya mucho que renunciaron a tener varios hijos. Y por los mismos motivos que otras parejas de grandes ciudades en todo el mundo: porque es caro, porque es agotador, porque limita las posibilidades laborales de las mujeres y porque los universitarios se casan cada vez más tarde y se divorcian cada vez más temprano. Si conceder la libertad de tener un segundo hijo no ha modificado ese panorama en cinco años, ¿podrá la política del tercero revertir la tendencia?

Más población, sí, pero no a cualquier precio

En China las mujeres se jubilan entre los 50 y los 55 años, los hombres a los 60, pero ese derecho podría tener los días contados. Según previsiones, en 2050 un tercio de la población china será anciana. Con los comparativamente escasos nacimientos que se producen hoy en día en el país, parece que no salen las cuentas para sostener una economía basada hasta ahora en la mano de obra abundante y barata. Por eso, la nueva política china a favor de la natalidad proclama con claridad sus valores: tener un tercer hijo es un llamado patriótico a la ciudadanía para ayudar al país a luchar contra el envejecimiento.

La mayoría de países desarrollados resuelven sus problemas de baja natalidad integrando a población migrante. Sin embargo, esta opción no parece estar ni de lejos en los planes políticos de China. Las oportunidades para que los extranjeros se incorporen laboralmente al país son mínimas y reservadas a licenciados o expertos en campos técnicos concretos; la comunidad de estudiantes y comerciantes africanos que florecía en Cantón lleva un tiempo en declive y no existe ningún interés en atraer población migrante para puestos no cualificados. Es decir, se trata de tener más población, pero no de cualquier tipo.

Otro asunto que afecta el posible éxito o fracaso de la política de natalidad china es que los hijos deben nacer dentro de un modelo de familia nuclear convencional. Puede que China sea un país de inmensa mayoría atea, donde las mujeres siempre han trabajado fuera de casa y existe derecho de abortar hasta casi la última semana de embarazo, pero esto no impide que el país tenga valores familiares muy conservadores. Ser madre soltera no solo es un fortísimo estigma social, sino también una anomalía administrativa que casi roza la ilegalidad; congelar tus óvulos no es posible si eres soltera y tener hijos por subrogación está completamente prohibido.

“Tener un tercer hijo es un llamado patriótico a la ciudadanía para ayudar al país a luchar contra el envejecimiento”

De hecho, incluso divorciarse en China va volviéndose cada vez más difícil. Por un lado, la separación unilateral no existe; los jueces solo conceden divorcios si ambas partes aceptan. En caso contrario, solo queda alegar que la otra parte es un abusador, drogadicto, adúltero o que la pareja lleva años viviendo por su cuenta. Por otro lado, con el objetivo de reducir aún más las separaciones y fomentar la familia nuclear, este año se ha introducido un periodo de “recapacitación” que obliga a las parejas a tomarse un mes de pausa antes de proceder siquiera con los trámites del divorcio.

¿Cuánto cuesta tener un hijo?

Tras el inesperado anuncio del permiso general para tener un tercer hijo, Weibo (el Twitter chino) se llenaba de memes, bromas, quejas sobre la imposibilidad de sostener una familia tan amplia, peticiones de ayudas económicas que acompañen esta ley y una encuesta para ver si los usuarios planeaban sumarse a ser familia numerosa: de las 200.000 personas que habían participado al momento de escribir este artículo, la respuesta del 72% era un rotundo no.

El comentario más popular de Weibo sobre el anuncio de la política del tercer hijo venía de una usuaria que, entre triste y confundida, expresaba lo siguiente: a los más ricos, esta política les permitirá aún más libertades, y a los más pobres, contar a largo plazo con otro sueldo más para sostener a la familia; pero para los padres de clase media, atrapados en una carrera por dar a sus hijos una educación excepcional y la falta de recursos, solo supondrá otra fuente más de preocupaciones.

La obsesión por criar hijos excepcionales

Cuando se introdujo la política del hijo único, además de frenar la población, se trataba también de paliar la pobreza: de que los pocos recursos de las familias de entonces se centraran en menos hijos, pero con más posibilidades de ascenso social. China, desde luego, ha ido saliendo de la miseria, pero pagando muchas facturas a cambio.

En un país masificado, donde uno debe competir con millones de candidatos por cada puesto de trabajo y cada plaza de universidad, se vive una fiebre por dar a los hijos la mejor educación posible que consume buenísima parte de los ingresos familiares. Kindergártenes de lujo, tutorías privadas de piano desde los tres años, prácticas de inglés en caras plataformas ‘online’, horas interminables de clases extraescolares en días de diario, fines de semana y vacaciones… Un sumidero de yuanes. Además, la presión psicológica sobre los jóvenes es tan grave que el Gobierno chino lleva años tratando de crear leyes que limiten las horas de deberes que se pueden asignar, pero los padres se oponen con fiereza. La noción de invertir todo lo que uno posee en su “pequeño emperador” sigue siendo la norma.

Debes cuidar a tus padres antes que a tus hijos

Otro problema que impide a la gente de a pie tener más hijos es que en la cultura china se tiene la obligación moral de mantener a los padres. En una sociedad donde la cohabitación de varias generaciones en una misma casa es todavía común, la cobertura sanitaria pública escasea y las pensiones son tan bajas que resulta imposible vivir con ellas, los padres cuentan con que sus hijos los mantendrán de ancianos o que al menos les comprarán una casa nueva. Por eso, muchos veinteañeros entran en el mercado laboral abrumados ya por la perspectiva de sostener a dos padres y cuatro abuelos. Una pirámide invertida (llamada también modelo 4-2-1) que coarta las posibilidades de muchos para soñar siquiera con añadir un bebé más a la familia.

Mala noticia para las mujeres

Todas mis conocidas opinan igual: si no se acompaña con políticas de igualdad, la libertad de tener más hijos solo trae malas noticias para las mujeres chinas. Estas ya sufren un gran estrés familiar y discriminación laboral abierta. En el pasado, muchos abuelos presionaban a sus hijas o nueras para dar a luz más nietos e incluso se ofrecían a pagarles las multas por tener hijos “fuera de la cota” de la política de planificación familiar. Ahora, también se enfrentan a la discriminación en las entrevistas de trabajo, donde es práctica estándar preguntar por planes familiares y contratar solo a mujeres que ya han tenido hijos para evitarse así que pidan bajas.

¿Elegimos de verdad cuántos hijos tenemos?

En una economía planificada como la de China, es fundamental saber cómo evolucionará la población para anticiparse a necesidades de todo tipo, desde cómo distribuir a los funcionarios por regiones hasta qué tamaño debería tener la vivienda pública. Todavía no sabemos cómo de efectiva será la nueva regulación pronatalidad, pero sí se puede notar ya el regusto amargo que este giro radical está dejando entre la gente tras décadas de sacrificios personales para cumplir con la política del hijo único (aborto, sanciones y multas, implante de un DIU a la madre tras el primer parto, familias que perdieron a su único hijo cuando ya no estaban en edad de tener más descendencia…).

Como en todos los países en desarrollo, el tejido familiar de China muta hoy más por razones económicas que por ninguna campaña de planificación estatal. Antes, muchos tenían un hijo porque era lo que les permitía la ley; hoy, porque es lo que les permite la economía. En ese sentido, la globalización y el mercado nos igualan a todos: tanto allí como aquí, la decisión de tener hijos y criarlos como realmente nos gustaría no es tanto una libertad personal como un privilegio de clase.

El Confidencial