Educación, capacidad adquisitiva y trabajo: claves del ascensor social

Educación y empleo

La pregunta clave es si una persona vive mejor que sus padres o no. Si el ascensor no funciona, la familia en la que se nace es más determinante.

En medio de un mundo que gusta de atractivos titulares y de categóricas afirmaciones, la escala de grises tiende a quedar eclipsada por la visión en blanco y negro. En los debates que rodean al conocido como “ascensor social”, la capacidad que tiene una persona para vivir su vida gracias a sus capacidades y méritos más que por los recursos de la familia en la que nació de forma fortuita, sucede lo mismo. Todos quieren saber si funciona o no funciona, si es posible prosperar socialmente o no, pero los complejos engranajes detrás del funcionamiento del metafórico ascensor no permiten una respuesta sencilla.

Carlos Peláez, antropólogo y profesor de la Universidad Complutense, advierte de que la movilidad social es un tema controvertido, y como buen tema controvertido, muchas veces se dejan fuera del discurso datos a propósito en función del hilo argumental que se quiere defender. Fruto de esto, los estudios al respecto suelen arrojar resultados contradictorios.

Es imposible determinar si el ascenso social funciona si no se tiene claro qué es realmente. Según explica Peláez, una buena definición de que es esto de ascender socialmente sería “vivir mejor que tus padres”, tanto en términos del nivel de formación académica obtenido, los ingresos que se perciben y por la calidad del empleo en el que se trabaja. Es complicado hacer estudios al respecto, pero, ¿funciona el ascensor social? Que cada lector reflexione sobre si vive mejor o peor que sus padres. Esa sería una de las respuestas más certeras para aclararlo.

Tres pilares

Muchas variables influyen, pero tres principalmente contribuyen a una satisfactoria movilidad social. Educación, capacidad adquisitiva no menguante y un buen mercado laboral. Cada una de ellas tiene una elevada dificultad de alcanzarse y para complicar todo un poco más, si una falla, es probable que arruine los progresos logrados en las otras y termine por encallar al ascensor.

Peláez destaca que en términos cuantitativos y generales, a mayor formación, mayores ingresos. No siempre se cumple, pero así es la norma generalizada. Respecto a la capacidad adquisitiva, de nada sirve ganar más dinero que tus padres si con ese dinero puedes comprar la mitad de cosas por culpa de la inflación. En los datos estadísticos aparecerá una mejora de los ingresos y por ende se podrá anunciar como un gran éxito que se ha producido un ascenso social generalizado, pero sería ficticio al no permitir acceder a bienes y servicios en una medida equiparable.

Sin un buen mercado laboral el ascenso social en un país queda anulado. “Si la mayor formación no permite un acceso a mejores ocupaciones porque la estructura empresarial es de baja productividad o está dirigida a sectores que no generan la posibilidad de tener mejores salarios, de nada sirve obtener una mejor cualificación”, resume Peláez.

Fuego lento

El profesor detalla que la movilidad social es algo que se cocina a fuego lento. Los aciertos tardan décadas en verse al igual que sucede con los errores. El experto reflexiona y llega a la conclusión de que hasta ahora la movilidad social en España no ha sido mala del todo. Los datos de un estudio sobre el tema elaborado por la OCDE en 2018 dan la razón a Peláez respecto a la situación actual española. España se sitúa por debajo de la movilidad de los países nórdicos europeos, pero se encuentra en la media de la OCDE. Según el estudio, una familia con ingresos de clase baja necesita cuatro generaciones para alcanzar unos ingresos económicos considerados de clase media. En países como Colombia, se necesitan 11 generaciones.

La movilidad social en España no ha sido mala hasta ahora, pero al ser una cuestión de fuego lento, se explica por hechos pasados que en algún momento pueden dejar de tener influencia y dar paso a recoger unos frutos mucho más amargos. El experto comenta que los cimientos de hoy no invitan al optimismo del mañana. Una educación cada vez más segregada con una menguante inversión pública se suma a otro elemento clave. La escasa capacidad negociadora de los trabajadores con las empresas por el tensionado mercado laboral. Estos factores pueden ser los barros que terminen generando los lodos de la inmovilidad del mañana.

A modo de ejemplo concreto de señal de alerta, Peláez menciona la fuga de jóvenes sobrecualificados. “Aunque muchos jóvenes hicieron sus deberes estudiando y formándose, no encontraron posteriormente trabajos ni salarios adecuados a su formación ni a las expectativas que tenían. Las expectativas son muy importantes. Ellos cumplieron, y aquí no encontraron trabajo ni empleo bien pagado y se fueron. Es una demostración de la avería del ascensor social”, afirma.

Movilidad intergeneracional

Sin lugar para la magia

La capacidad de prosperar no se activa mágicamente pulsando un botón. Peláez recapitula y enumera el resto de factores que son claves para activarla. “Una de las cosas que dice la OCDE en su estudio es que la movilidad social no tiene solo que ver con la renta y el salario, sino también con la vivienda, el transporte, los impuestos, etc. La movilidad social tiene muchas capas. Una es la formación, otra el acceso al empleo, otra la vivienda. Un joven de un barrio humilde no accede milagrosamente a la universidad, si no que se tienen que dar unas condiciones mínimas. No va a llegar mágicamente a la universidad”.

El profesor lanza una mirada más amplia. “Si tú analizas la movilidad globalmente, lo que dice la OCDE es que la gente nacida en los años 60 y 70 tuvo una buena movilidad social. Había una buena movilidad social, pero se estancó en las personas nacidas a partir de 1975. Esas personas tienen como mucho 45 años. Estamos hablando de una tendencia a futuro. El ascensor social se ha estancado y la tendencia posiblemente es que haya menos movilidad social porque los factores que hacen que haya esta movilidad van a peor”.

Pese a que las perspectivas no son buenas, Peláez termina con un mensaje positivo. El ascenso social se puede favorecer aplicando las políticas adecuadas para mejorar el tejido productivo, el acceso a la formación y tratando de garantizar unas condiciones mínimas de vida a la población. Y el Covid, con todo lo negativo que indudablemente ha supuesto, representa una oportunidad de reconducir la estructura productiva española gracias a los fondos europeos.

“El fallo del tejido productivo es uno de los fallos del ascensor y uno de los muy importantes. En qué va a consistir el ascenso social si el tipo de ocupaciones que se ofrecen son de baja cualificación. No hay que apostar todo al turismo, a la hostelería ni a los trabajos de menor productividad que son intensivos en empleo. Debería intentarse un cierto desarrollo de un tejido industrial, de un tejido tecnológico, de nuevas formas de producción en economía verde. Y además, necesitamos asegurar que en ese desarrollo los trabajadores tengan buenas condiciones laborales, porque si no se corre el riesgo de que la riqueza se acumule en unas pocas manos”, concluye.

Por qué es importante la clase media

Aunque el ascensor puede funcionar en varias direcciones, una de ellas es especialmente importante. La de ascender a la clase media. Valentín Pich, presidente del Consejo General de Economistas, defiende que es fundamental que en una sociedad exista esa sensación de que con esfuerzo y trabajo es posible prosperar. Como valor añadido, la clase media, proporciona un colchón de estabilidad social.

“La democracia como la entendemos en la sociedad occidental requiere que existan unas amplias capas de la población que tengan cubiertas sus necesidades esenciales y que pueda desarrollarse. La clase media da estabilidad”, sostiene Pich. Según el experto, en los lugares donde existe esa sensación de que con trabajo es posible cubrir las necesidades vitales es mucho más probable que tanto las crisis políticas como económicas o de cualquier índole tiendan a resolverse de manera menos traumática que en otros sitios donde no ocurre eso.

Los populismos tanto de derecha como de izquierda serían a ojos de Pich y de Peláez un síntoma de que una parte de la sociedad occidental se encuentra desencantada con sus perspectivas de mejora vital en parte por culpa de la globalización y la deslocalización que ha traído asociada. “Hay una sensación de que en vez de ir a más, se va a menos. Ir de más a menos siempre es más difícil que ir de menos a más”, dice Pich.

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