Desde este sábado pasado, los griegos sólo pueden salir de su casa si la autoridad pública se lo autoriza por medio de un mensaje de texto que les envían al teléfono móvil.
Primero tienen que pedir permiso, tienen que indicar el motivo y la hora de salida por medio de un mensaje de texto y luego la autoridad debe dar luz verde, también por la misma vía: un mensaje de texto del móvil.
“Fue una decisión difícil”, pero “hay que tomar medidas durante tres semanas para superar la segunda ola” de la pandemia, dijo el Primer Ministro.
Sólo permanecen abiertas las “tiendas esenciales”, incluidos los supermercados y las farmacias.
En contraste con el primer cierre de seis semanas impuesto a finales de marzo, las guarderías y las escuelas primarias permanecen abiertas. La educación a distancia comenzará de nuevo para las escuelas secundarias y las universidades ya funcionan de manera virtual.
Los “expertos” son allá igual que acá: no aciertan ni una. En abril el principal asesor de salud del gobierno, Sotiris Tsiodras, lanzó las campanas al vuelo: el país había logrado “aplanar la curva”. Pronto le pusieron como modelo de “gestión de la crisis sanitaria”, lo cual demostraba mucha cara dura porque el sistema hospitalario había sido desmantelado como consecuencia de los planes europeos de ajuste económico.
En Grecia le imputan al coronavirus la muerte de poco más de 700 personas. Unas cifras que, incluso en términos relativos, están muy por debajo de las de otros países del Mediterráneo como Italia y España.
En consecuencia, la explicación del confinamiento hay que buscarla también al margen de la pandemia.